ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

GENIO POP

La ciencia estuvo bien, pero lo inmenso fue la vida

- LUIS VENTOSO

CUESTA imaginar persona más ubicua y al tiempo menos dotada para ello. ¿Qué hombre habló en un disco de Pink Floyd, debatió con Homer Simpson en un bar y flotó en el vacío? ¿Quién jugó al póquer con Einstein y Newton en un episodio de «Star Trek» e hizo el ganso en «Big Bang Theory»? ¿Quién fue el tipo encarcelad­o en un cuerpo retorcido que seguía recorriend­o el mundo con su curiosidad intacta? ¿Quién fue el ser que sin poder hablar continuó generando titulares impactante­s hasta una semana antes de morirse? Ese tipo fue Stephen William Hawking, un genio pop. No está mal para una persona que a los 21 años supo que padecía ELA y a la que le soltaron que le quedaban tres años pelados. Hawking, por supuesto, encajó fatal tan aterrador diagnóstic­o. Se encerró en su cuarto en la casa de sus padres y se desahogó con una curiosa terapia: gritar y escuchar a Wagner. Pero acto seguido se aferró a la misérrima rendija de luz que le dejaba su biología averiada. El médico no acertó mucho: sobrevivió 54 años y los aprovechó. Su aportación a la ciencia estuvo muy bien. Pero si el mundo adoraba al físico inglés era por su abrazo casi loco a la esperanza. Un alarde de voluntad. Hasta se ligó a su segunda mujer moviendo solo los ojos. «Nadie puede resistirse a la idea de un genio lisiado», vacilaba con el respetable a través de su voz cibernétic­a, de estentóreo acento yanqui. Nunca se abandonó a la autoconmis­eración ni a una fuga eutanásica. La última vez que logró alimentars­e y levantarse de la cama fue en 1974. Tenía 32 años. A los 43 perdió la voz. Lo que jamás le falló fue el humor, una de sus vías de evadirse de una condena kafkiana. El año en que se quedó mudo aprovechó el trauma para escribir «Breve historia del tiempo», un libro abstruso, que sin embargo despachó once millones de ejemplares y lo convirtió en una celebridad. «Es el libro no leído más popular de toda la historia», bromeó. Cierto: como media, sus compradore­s solo ojean el 7% de las páginas.

Colosal inteligenc­ia. Se decía que era capaz de pensar en once dimensione­s. Pero nunca ganó el Nobel. Él alegaba que se debía a que sus teorías eran indemostra­bles. El argumento podría revolverse contra él. ¿No podría resultar entonces que sus geniales conjeturas fuesen a la postre meras fantasías pintonas? Su gran hito, su estudio sobre los agujeros negros de 1974, acabaría pinchando. En los ochenta se dirimió la llamada «Guerra de los agujeros negros». Hawking sostenía que la materia absorbida por ellos desaparece y aseguraba que podrían servir para viajar en el tiempo. Los físicos estadounid­enses Preskill y Susskind lo refutaron. En 2004, el maestro de Cambridge concedió su derrota, aunque a su irónico modo: «Lo siento por los aficionado­s a la ciencia ficción». Fue todo un gol en propia meta, pronto olvidado por el brillo de su auténtica obra maestra: su resistenci­a heroica. El sabio gastaba suaves simpatías socialista­s y era ateo. Cuando «New Science» le preguntó por el mayor enigma, respondió: «Las mujeres. Un completo misterio». Ojalá que Stephen estuviese errado en sus teorías y a estas horas Dios le esté explicando allá en el cielo que sí había una fuerza que activó el Big Bang.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain