ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Merkel inicia su cuarto mandato desde una posición de debilidad
Su primera tarea será unir una gran coalición en la que crece la discordia
«Suerte para este difícil camino». Estas fueron ayer las palabras de felicitación del presidente del Bundestag, Wolfgang Schäuble, a la recién investida canciller alemana por cuarta legislatura consecutiva, Angela Merkel. Como quien necesita protección extra, por primera vez Merkel se había hecho acompañar en la sesión de investidura por su marido, Joachim Sauer, que en anteriores plenos como este había seguido cumpliendo con sus obligaciones en la universidad.
Una debilitada Merkel llega esta vez al cargo con solo nueve votos más que los mínimos 355 que exige la Constitución alemana y consciente de la fragilidad de la gran coalición sobre la que asienta su gobierno. «Han sido menos votos de los que yo esperaba», confesó la designada presidenta de los socialdemócratas, Andrea Nahles, corroborando una no calculada fuga de sufragios desde las propias filas de la gran coalición.
También por primera vez, en la elección de un canciller, no todos los diputados acudieron a felicitar a la elegida. En la eterna cola de saludos, apre- tones de manos o abrazos, faltaron esta vez los parlamentarios de Alternativa para Alemania (AfD), el partido antieuropeo y antiextranjeros que rompió con esta tradición y prefirió acudir a los pasillos del parlamento para hacer agresivas declaraciones a la prensa. «Merkel va de salida, quizá este gobierno dure menos de lo que ustedes piensen, y en todo caso es una hipocresía ir a felicitar a una canciller de cuya elección no nos alegramos», decía Alexander Gauland, uno de sus presidentes.
Algunas de las felicitaciones que recibió Merkel, por otra parte, tenían un sabor amargo. Los diputados socialdemócratas del SPD eran conscientes de que, con esta nueva elección de Merkel, han votado más veces por la conservadora que por su gran icono político, Willy Brandt.
Refuerzo del presidente
A pesar de ello, el presidente de Alemania, el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, nombró oficialmente a Merkel canciller en el Palacio de Bellevue con evidente satisfacción. Steinmeier es una de las pocas personalidades políticas que salen reforzadas del pedregoso proceso de formación de Gobierno. Procedente del Ministerio de Exteriores y colocado por los suyos en la Presidencia por no encontrarle un lugar propio en los esquemas ya rotos de un partido en proceso de renovación, utilizó el cargo para obligar a Martin Schulz a avenirse a negociar con Merkel, lo que lo convierte en el verdadero padre de esta Gran Coalición.
En la primera reunión del nuevo gabinete, arrancó la versión 4.0 de Merkel, centrada en la digitalización de la economía alemana y el legado internacional de la canciller, en una legislatura endiablada en la que la renovación programática y de los partidos ha llevado a un acuerdo tácito para romper la disciplina de coalición y enfrentarse unos a otros públicamente, lo que llevará a tirar de las costuras del gobierno hasta el límite de su resistencia. Pero antes de reunirse por primera vez, los ministros escucharon una arenga del presidente Steinmeier, llamándolos a «recuperar la confianza perdida de los ciudadanos».
Steinmeier instó al nuevo gobierno a defender la democracia «frente al auge de los nacionalismos y frente a los inesperados giros de las relaciones internacionales». Se refirió también a la «creciente polarización de Europa», al auge del «aislacionismo» y al «discurso del odio» como elementos a combatir. «Esos caminos no son los nuestros, nosotros somos un país democrático y abierto», dijo, «debemos defender lo que nos ha hecho fuertes: el equilibrio entre la justicia social y la economía de mercado». «Es bueno que Berlín se emplee en una renovación de Europa junto a Francia y otros socios europeos», añadió, señalando además que debates «emocionales», como el de la inmigración «tienen fronteras, como el respeto a las personas».