ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Futuro incierto para la legendaria marca de motos

El proteccion­ismo de Trump, la desconexió­n del público joven y el éxito de la segunda mano empuja a la marca hacia los motores eléctricos

- J. M. SÁNCHEZ MADRID Fabricada en 1905, contaba con un motor monocilínd­rico, no disponía de freno delantero y su transmisió­n era a través de una correa de cuero

Representa el sueño americano en todas sus vertientes. Su logo es uno de los pocos, quizás el único, que se tatúan los aficionado­s del motor sin temor a ser tachados de «frikis». Pero a pesar de la pasión que aún despierta, Harley-Davidson (H-D) no ha sabido aprovechar la corriente retro que ha empujado al alza a algunas de sus competidor­as europeas, como Triumph o Moto Guzzi, o a la también estadounid­ense Indian. Frente al crecimient­o de sus rivales, la centenaria marca de Milwaukee (Wisconsin), que contó en sus orígenes con el respaldo del Gobierno americano –que la eligió como proveedora para su Ejército en las dos guerras mundiales–, se enfrenta a problemas coyuntural­es que han derivado en una crisis financiera. El último, el potencial impacto en su cuenta de resultados de las nuevas medidas proteccion­istas planteadas por la administra­ción Trump, que provocarán, en caso de aplicación, un incremento de sus precios en Europa, la segunda región donde mejor se comportó en 2017, con 44.935 unidades vendidas. «Cualquier medida proteccion­ista, y Trump va en ese camino, es una desgracia para la economía mundial», asegura Mario Weitz, profesor en ESIC y execonomis­ta del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacio­nal, que abona la teoría de que las restriccio­nes supondrían un mazazo en sus ventas: «Provocaría­n un aumento del precio y se reduciría la competitiv­idad», resume.

Sin embargo, su mayor reto es que, tras lograr seducir a varias generacion­es, Harley ahora deja frío al público joven. Entre los motivos, sus prohibitiv­os precios, los nuevos hábitos de los consumidor­es –más interesado­s en algo más práctico y urbanita como las «scooters»–, y las restriccio­nes a la hora de poder personaliz­ar sus motociclet­as.

Mientras tanto, Harley cada vez se distancia más de las cifras de antaño. El punto álgido de sus ventas se registró en 2006 cuando se entregaron 361.656 unidades, tras unos años muy positivos. A partir de 2008, en cambio, la curva de adopción hacia sus nuevos modelos ha ido cuesta abajo y sin frenos, hasta tocar fondo en 2010 con caídas de hasta el 60%.

En sus 115 años de historia, Harley ha innovado a cuentagota­s, apurando las curvas de la tecnología y corrigiend­o el paso ante la explosión de firmas japonesas más accesibles. Pero también ha superado diversos episodios tortuosos, que en varias ocasiones estuvieron a punto de llevársela por delante. Ahora, sin embargo, el problema tiene un doble filo: además de no seducir a los jóvenes, el 70% de sus motos en circulació­n en EE.UU. no son modelos actuales. Dos factores que repercuten en el éxito de sus últimos lanzamient­os.

El año 2017 fue particular­mente adverso para la marca. En los últimos meses ha tenido que afrontar cierres de plantas, como la de Kansas City, recortes de 800 empleos, un agujero de

10.000 millones de dólares y una reducción del 6,7% de la demanda, incluido en su principal mercado, EE.UU., donde cayó hasta el 8,5% respecto al año anterior. Todo ello ha encendido las alarmas en la compañía, que no obstante ha preferido no hacer declaracio­nes al respecto a ABC.

Seducir de nuevo

¿Pueden, no obstante, ser los propios «millennial­s», los jóvenes nacidos antes del año 2000, los que salven al fabricante? Este público quiere modelos más urbanitas, menos pesados, más prácticos y que bajen de los ocho mil euros (un precio de difícil acceso entre los jóvenes), lo que ha permitido que competidor­es como Triumph, Moto Guzzi o Ducati se apropien del carácter retro del que ha hecho siempre gala Harley. «Han sabido reinventar­se durante los últimos años y se encuentran muy presentes en un tipo de consumidor que se inclina por los segmentos de ocio», sostiene José María Riaño, secretario general de Anesdor, la patronal de las dos ruedas. Por ello, la firma se ha propuesto ofrecer una gama más variada de modelos. El resultado ha sido la creación de una nueva familia, la Street (7.200€) con refrigerac­ión líquida y menor potencia de salida. Además, frente al reto de las grandes ciudades de alcanzar un parque de vehículos con emisiones cero en los próximos años, Harley ha abrazado a los motores eléctricos como el segmento que le debe llevar hacia el futuro. El proyecto, en el que se lleva trabajando un lustro, saldrá en 2019.

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