ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

La resurrecci­ón lateral

Tras una primera mitad de temporada discreta, Carvajal y Marcelo alcanzan su pico justo en el momento oportuno

- RUBÉN CAÑIZARES MADRID

Uno de noviembre del pasado año. El Real Madrid visita por primera vez en su historia Wembley para medirse al Tottenham. Es un partido de la cuarta jornada de la fase de grupos de la Champions y los blancos necesitan vencer en el mítico estadio para obtener el primer puesto del grupo y depender de sí mismo para acceder en esa posición a octavos. Pero ni el escenario ni el objetivo son motivos que espolean al conjunto blanco, que sale vapuleado: 3-1 y gracias.

El decepciona­nte resultado deja en evidencia a muchos jugadores y, sobre todo, a Marcelo, un coladero por su banda y una máquina de perder balones, situación que quiere hacer olvidar cuanto antes. El lateral sube una foto en Instagram del entrenamie­nto del Real Madrid y junto a la imagen escribe tres iconos: un puño, un balón y un bíceps sacando músculo, dando a entender que sigue fuerte y motivado para próximos retos, dejando de lado el mal resultado de Wembley.

Entre las miles de respuestas, una de un aficionado del Real Madrid que hiere el orgullo de Marcelo: «¿29 balones perdidos en Wembley y llevas la camisetas del Madrid? Plantéatel­o». El brasileño no tarda en contestar, utilizando un tono de sorna: «¿Me ayudas a encontrarl­os?».

Fue la sima de la temporada para Marcelo, desconocid­o hasta la eliminator­ia contra el PSG. La influencia del brasileño en el juego del Real Madrid es absoluta, para bien y para mal. En sus picos de forma, ha ganado partidos de Liga y eliminator­ias de Champions, con esa zozobra y verticalid­ad que hace de él un lateral especial, distinto. Un quinto centrocamp­ista que rompe líneas y sistemas del rival, con una ejecución final sobresalie­nte en forma de asistencia o goleador. Por eso, cuando no está bien, el Madrid lo nota, y mucho. Y hasta el mes pasado, su rendimient­o ha estado muy por debajo de su nivel.

Marcelo, clave ante el PSG

El crecimient­o del equipo blanco en estas últimas semanas tiene varios nombres propios, y uno de ellos es el de Marcelo, decisivo en el partido de ida ante el PSG, no solo por su gol y su influencia en el juego ofensivo del Madrid, sino por su inteligenc­ia y seriedad a la hora de frenar a Mbappé. También en la vuelta en el Parque de los Príncipes dejó en gatillazo el efecto Di María, cuya presencia en lugar del lesionado Neymar se avecinaba clave para la remontada francesa, alarma que desactivó Marcelo con un primer tiempo sobrio, tapando las cabalgadas del «fideo», y un segundo acto valiente, desnudando junto a Asensio las carencias de un Dani Alves cuyos mejores días son historia. La película se repite en el flanco derecho del Madrid, aunque con matices. A diferencia de Marcelo, Carvajal ha tenido que superar esta temporada un puerto de categoría especial. Una dolencia del corazón le tuvo casi dos meses sin jugar, ni entrenar, con todo el daño colateral que ello conlleva. No solo pierdes la forma, sino que te invade un sentimient­o elevado de frustració­n, ante la imposibili­dad de ponerle remedio por méritos propios. El de Leganés se vio obligado a guardar reposo varias semanas y ese déficit de trabajo le ha pesado en su rendimient­o y confianza. Por ahí se explican situacione­s extrañas, como su expulsión en el clásico de Liga de diciembre. Por suerte para el Madrid, la eliminator­ia ante el PSG también ha devuelto al mejor Carvajal, fiable en tareas defensivas y certero en campo contrario, sacándole brillo a sus pases filtrados y diagonales. Las alas del Madrid vuelan alto de nuevo.

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