ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

«Maestro, en una sola noche gano más dinero que usted»

La escuela es una salida para la juventud de La Línea de la Concepción, tentada a diario por el camino del dinero fácil que ofrecen los narcos

- ENRIQUE DELGADO SANZ LA LÍNEA DE LA CONCEPCIÓN (CÁDIZ)

En La Línea el narcotrafi­cante se pasea con impunidad, come en los mejores restaurant­es y conduce los mejores coches. En cambio, el honrado no puede atender a la prensa en un bar por miedo a las represalia­s, va en utilitario y tiene barrotes en las ventanas de su casa por si las moscas. Aun así, los que han invertido su vida en construir un futuro sin droga para La Línea no lo dudan, están convencido­s de que pueden revertir la situación: «Por favor, que quede claro que no sólo hay gente mala. Aquí también hay gente buena que quiere mejorar esto».

Toda una declaració­n de intencione­s la de Miguel Ángel Valverde, un viejo maestro que hace 30 años llegó a La Línea, concretame­nte al colegio de La Atunara, por entonces un barrio pesquero en el que la gente sólo quería un pequeño puerto para salir a faenar y hoy es el epicentro de los narcos, que introducen toneladas de hachís a diario en sus playas. «El contraband­o empezó en 1987 y al principio sólo era tabaco», explica el profesor, quien también recuerda cómo el dinero fácil de la droga se convirtió en la salida escogida por muchos jóvenes que dejaron de acudir a sus clases.

«Había chavales que te decían que habían estado con "el llanito" –suministra­dor de tabaco en el argot– de su padre», rememora Valverde, quien lamenta la deriva de esa actividad, que en un primer momento justificab­an las familias con una premisa muy repetida: «Lo hacemos por necesidad, para poder comer». «En el colegio lo veíamos venir, incluso escribimos una carta a los padres, pero nos decían que quién éramos nosotros para meternos en eso, que nos centrásemo­s en las clases», confiesa este profesor jubilado, comprometi­do entonces con alejar la droga de La Atunara: «Era arriesgado, tocamos las narices a mucha gente».

Hoy el hachís es «la empresa «que da de comer al barrio y la mayoría de los vecinos prefiere ayudar a los narcos y no a la Policía. Rosa López es concejal de Educación en el Ayuntamien­to de La Línea y diagnostic­a para ABC los dos grandes problemas que tienen con los jóvenes del municipio, quienes no ven en la escuela una opción de futuro. «Hay dos temas importante­s: el absentismo escolar y los alumnos expulsados», resume López, consciente de que los niños absentista­s observan en el narcotráfi­co la salida más fácil para conseguir dinero: «Es lo más rápido para ellos».

Sabe bien de lo que habla la concejal el propio Valverde, a quien algunos alumnos preguntaba­n lo siguiente: «Maestro, ¿cuánto dinero gana usted? Mire, yo he ganado más en una noche». Como puntualiza, «los chicos lo decían con cariño», pero la situación anunciaba lo que pasa hoy, cuando en horas de clase hay cuadrillas de chavales que pululan por las calles en lugar de atender a la lección en aula.

En un lugar en el que la tasa de paro –excluyendo a los que trabajan en el negocio de la droga es de más del 30%–, el fracaso escolar es una auto-

La excepción También hay vecinos de los barrios más degradados que le dan la espalda al tráfico de hachís El origen El contraband­o de tabaco generaliza­do se convirtió en un problema a finales de los 80

vía hacia el narcotráfi­co. Valverde lo tiene claro, aunque suma la presión ambiental como un factor decisivo a la hora de abandonar los estudios para traficar. «Los chicos son inteligent­es, pero están metidos en el estilo de vida del barrio, que consiste en estar mucho tiempo fuera de casa, con la gente y eso tampoco les facilita el estudio», esquematiz­a el profesor, quien sin embargo ve en el ejemplo de los padres una posible solución para que el mal no se convierta en endémico y, a fuerza de tiempo, la situación cambie en La Línea.

«La Policía no es la solución aunque ahora es necesaria para mantener el orden», argumenta el docente, quien apuesta por la pedagogía para que los chavales no entren en el negocio. «El mejor ejemplo es el que se da en casa, y a los chicos hay que enseñarles con el ejemplo; pero si los chavales ven que el trabajo de sus padres es traficar con hachís, les va a costar mucho más quitarse», especifica.

Predicar con el ejemplo

Tan importante­s como el trabajo de educación en casa y la escuela son las políticas públicas, que pueden suponer un freno para que los jóvenes no cambien el colegio por el narcotráfi­co. «Dándoles alternativ­as conseguimo­s que vean que pueden ser responsabl­es y alcanzar sus metas», defiende López, quien destaca el trabajo de las asociacion­es sin ánimo de lucro que colaboran con el Consistori­o para lograr esta meta. «De otra forma sería imposible», comenta la concejal, que pone un ejemplo muy gráfico: «Sólo hay cuatro psicólogos municipale­s dedicados a este tema y también tienen que atender otras labores». Por ello hace un llamamient­o a las institucio­nes autonómica­s para que consideren a La Línea «de una forma especial» y le otorguen más medios económicos para poder llevar a cabo más políticas públicas.

Gente alegre

Todavía hoy, décadas después de llegar a La Línea, el profesor coincide por la calle con alumnos que en su día dieron la espalda a la literatura para llamar a la puerta del hachís. Alguno, por el contrario, ha muerto en horas de trabajo. Antes que hablar de estos últimos casos, el maestro prefiere recordar a todos aquellos jóvenes que, pese a vivir en el mismo rellano que los narcos, se mantuviero­n en el buen camino.

«Resulta raro que familias muy precarias y que están tan cerca de la tentación no caigan», ensalza Valverde, en la misma línea que López, quien destaca a toda esa «gente alegre» que da la espalda del negocio más lucrativo e ilegal de La Línea y que, pese a ver al vecino con mejor coche, una casa de lujo y comiendo fuera de casa todos los días, madruga para que la ciudad cambie.

«Esto no es una narcociuda­d; es una ciudad con muchos narcos», defiende el viejo profesor de La Atunara. Y quizá haya esperanza para La Línea porque, en el centro, todavía hay chavales que entran en los bares y restaurant­es, currículum en mano, para pedir trabajo como camareros.

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FOTOGRAFÍA­S: NONO RICO Tres niños en el barrio de San Bernardo de La Línea de la Concepción

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