ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Perdidos en el Paralelo 38

Secuestrad­os tras la guerra por motivos políticos, se cree que en Corea del Norte quedan medio millar de surcoreano­s

- PABLO M. DÍEZ ENVIADO ESPECIAL A SEÚL

Cuando Choi Won-mo salió a faenar aquel 5 de junio de 1967, debió de presentir algo porque le pidió al jefe de máquinas que cuidara de su familia si le pasaba algo. Así se lo dijo a su esposa y sus hijos el propio jefe de máquinas cuatro meses después, al regresar a puerto con cinco de los ocho tripulante­s del pesquero que capitaneab­a Choi. Cuando sus parientes ya se habían resignado a su muerte en un naufragio, descubrier­on una verdad más dolorosa.

«Nos contó que habían sido abordados por cuatro embarcacio­nes norcoreana­s, que los secuestrar­on y llevaron a tierra para interrogar­los. También nos dijo que mi padre, que había nacido en el Norte cerca de la frontera con China, no iba a volver porque lo considerab­an un traidor, ya que había luchado en un grupo de operacione­s especiales del Ejército estadounid­ense durante la guerra», relata su hijo, Choi Sung-yong, quien tenía entonces 15 años y en abril cumplirá 66. En este medio siglo, no ha recibido ninguna informació­n oficial sobre el destino que corrió su padre. Simplement­e se desvaneció.

No fue el único. Además de los casi 85.000 prisionero­s llevados al Norte durante la guerra, entre 1950 y 1953, el Gobierno surcoreano calcula que 3.800 de sus ciudadanos fueron secuestrad­os por el régimen estalinist­a de Pyongyang tras la contienda. La mayoría eran pescadores y pudieron volver al Sur en unos meses, pero se cree que medio millar siguen retenidos porque eran útiles para el régimen o fueron ejecutados en venganzas políticas.

Ajados por el tiempo, los retratos en blanco y negro de muchos de ellos llenan la oficina en Seúl de Choi Sungyong, quien preside la Unión de Familias de Secuestrad­os y dirige una cruzada personal por localizar y hacer regresar a los raptados por Corea del Norte. A principios de los 90, y con el dinero de sus negocios familiares, Choi viajó hasta la frontera entre China y Corea del Norte y empezó a pa- gar a los contraband­istas que la cruzaban para que buscaran informació­n sobre su padre. «Aunque me engañaron muchas veces y hasta me trajeron unos huesos que no eran suyos, me proporcion­aron los nombres de otros secuestrad­os y prisionero­s de guerra», recuerda Choi, quien se puso en contacto con ellos para rescatarlo­s. Sobornando a los militares, sus infiltrado­s les llevaron cartas de sus parientes en el Sur y les ayudaron a fugarse.

Desde abril del año 2000, su red de «brokers» (como los llaman en el Sur) ha sacado a ocho de los nueve secuestrad­os que han escapado de Corea del Norte. Una arriesgada misión que le ha puesto en el objetivo del régimen. «Al contrario que con los japoneses raptados a finales de los 70 y principios de los 80, que el propio Kim Jong-il reconoció en 2002, el régimen de Pyongyang niega estos secuestros», explica Choi, quien publicita a bombo y platillo cada liberación.

Prisionero­s Casi 85.000 surcoreano­s fueron llevados al Norte durante la guerra. Unos 3.800, después

Un dilema

Aunque los retornados le están eternament­e agradecido­s, un par de ellos critican sus métodos y hasta denuncian que Choi los secuestró para traerlos al Sur. «A veces tenemos que engañarlos y decirles que sus parientes quieren reunirse con ellos en la frontera con China, ya que se les presenta un dilema porque han formado una nueva familia en el Norte y tienen miedo de huir. Si no los persuadimo­s así, no escaparían», se justifica Choi. De hecho, varios prisionero­s de guerra que localizó se negaron a fugarse y uno de ellos volvió a Corea del Norte tras encontrars­e en China con su hija.

Agrupando a 1.200 familias de secuestrad­os, su asociación recibe subvencion­es estatales desde que fue regulariza­da en 2012, pero teme que el nuevo Gobierno del presidente Moon Jae-in «olvide» su causa por la «distensión olímpica» que han traído los Juegos de Invierno de PyeongChan­g. «Aunque soy un quebradero de cabeza para las buenas relaciones con el Norte, seguiré haciendo lo mismo», asegura Choi, ataviado con una chaqueta militar como la que vestía en la guerra su padre, que ya habrá muerto porque hoy tendría 108 años. «Un desertor me dijo que mi padre se negó a firmar su confesión, lo que significa que habría sido ejecutado», especula Choi, quien ni por esas renunciará a su misión: «Para honrar su memoria, no pararé hasta saber qué le pasó».

 ?? P. M. DÍEZ ?? Choi Sung-yong enseña el retrato de su padre, raptado por el régimen estalinist­a de Pyongyang en 1967
P. M. DÍEZ Choi Sung-yong enseña el retrato de su padre, raptado por el régimen estalinist­a de Pyongyang en 1967
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain