ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
La musa de Claude Chabrol
Como Bernadette Lafont y Anna Karina, fue uno de los mitos de la Nouvelle Vague
Stéphane Audran pudo ser gran actriz de teatro clásico, cocinera emérita, decoradora o modista afamada, pero su encuentro con Claude Chabrol, en 1959, marcó su carrera y su vida.
Audran comenzó estudiando teatro y contrajo un primer y breve matrimonio con Jean-Louis Trintignant, seducido y abandonado por Brigitte Bardot. Como Bernadette Lafont (su amiga íntima) y Anna Karina, fue una de las musas oficiosas de la Nouvelle Vague que cambió el rumbo de la historia del cine francés durante los años sesenta del siglo XX.
Hasta que se cruzó nada accidentalmente con Chabrol. Nació entre ellos una complicidad comparable a la de Giulietta Masina y Federico Fellini. Desde otro ángulo, la pareja Chabrol/Audran pudiera compararse, así mismo, con la pareja formada, durante un tiempo, por Marlene Dietrich y Josef von Sternberg.
Audran encarna en la obra de Chabrol la figura arquetípica de una señora burguesa amoral y desencantada, arrastrando el tedio con un cinismo de gran clase. «Les Bonnes Femmes» (1960), «Les Biches» (1968), «La Femme infidèle» (1969), «Le Boucher» (1970), «Juste avant la nuit» (1971), «Le Charme discret de la bourgeoisie» (1972), «Les Noces rouges» cocina, descubierto durante el rodaje de «El discreto encanto de la burguesía» (1972).
El personaje mítico de «Hélène», interpretado por Audran en la serie de las películas de Chabrol consagradas a la Francia de Georges Pompidou y Valery Giscard d’Estaing, la instaló en el pedestal de una cierta leyenda, como actriz, cuyo misterioso encanto también sedujo a grandes directores, todos los franceses de su generación, y algunos grandes americanos, como el Samuel Fuller de «Thieves After Dark» (1984) y el Orson Welles de la maestría última, el director de «The Other Side of the Wind» (1972), la película inacabada y desconocida, rescatada, restaurada y presentada por vez primera en el próximo Festival de Cannes, dentro de unas semanas. Ese fue quizá el último y más misterioso trabajo de Stéphane Audran: su aportación personal a la obra mítica de un genio, por descubrir cuando ambos viven para siempre en la tierra prometida de la inmortalidad de los seres de leyenda y encantamiento del cine.