ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
SÁNCHEZ, EL ÚLTIMO HEGELIANO
Sánchez cree que su Gobierno representa la superación de todos los anteriores
EGEL fue el último optimista en los anales de la filosofía. Tenía una ciega confianza en el progreso de la Razón, en la superación de todas las contradicciones de lo real. Si Marx creía que la evolución de la historia sólo se podía explicar por las leyes del materialismo dialéctico, Hegel sostenía que culminaría en lo Absoluto, motor y causa última del cambio.
El filósofo que hizo una enmienda a la totalidad del sistema hegeliano fue Friedrich Nietzsche, que sostuvo que la voluntad de poder es la fuerza que mueve el mundo. Por el contrario, Hegel acuñó el concepto de «astucia de la Razón» que expresaba que, a pesar de que la historia se desvía de su curso, siempre triunfa esa racionalidad que nos conduce por extraños vericuetos hacia una sociedad perfecta.
Sánchez es el último hegeliano en un universo desgarrado por la pandemia, la crisis y la fractura social que han agudizado sus decisiones. Y lo es porque en todas sus intervenciones expone su fe en este triun
Hfo de la Razón, en esa abolición de las contradicciones, gracias al Gobierno que él preside, que es la encarnación del progreso, la igualdad y la modernidad.
Al igual que Hegel apunta que el cambio es siempre el resultado de una tensión de los contrarios, Sánchez cree que el avance de lo sociedad española será el resultado de esa confrontación de la coalición del PSOE y Podemos contra las fuerzas de la derecha que él describe como profundamente regresivas.
En su obra más importante, la «Fenomenología del Espíritu», Hegel sostiene al analizar la dialéctica entre el amo y el esclavo que la conciencia se forja siempre a través de la antítesis, de la negación. Uno empieza a saber quién es cuando se topa frente a la voluntad de otro. No hay duda de que Sánchez ha construido su identidad en esa dialéctica que niega a la derecha cualquier legitimidad. Recordemos aquel «no es no», máxima esencia del hegelianismo y síntesis del sanchismo. Para el pensador alemán, la historia es la sucesión de una serie de fases que van desde el esclavismo al Estado prusiano, máxima expresión de la racionalidad. Sánchez cree lo mismo: que su Gobierno representa la superación de todos los anteriores, la plasmación de una alternativa que conducirá a una sociedad ideal, en la que todas las malas praxis quedarán abolidas.
Como él encarna el avance imparable de la Razón, el clientelismo, el nepotismo y la mala gestión de este Gobierno son momentos pasajeros, daños colaterales en ese camino por el que Sánchez transita hacia ese espléndido futuro del que guarda la llave. No hay, no puede haber el más mínimo atisbo de autocrítica cuando uno sabe que va en la dirección correcta y los demás se equivocan. Los muertos de la pandemia, el paro y la crispación social son peajes admisibles en ese progreso ineluctable del sanchismo.