ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Parir en casa, aislada y socorrida por sus vecinos
A Lucía siempre le recordarán que nació con España paralizada por una gran nevada y con la inestimable ayuda de sus vecinos. Sucedió el domingo en Argés (Toledo), en un chalé de la urbanización Las Eras. Pasadas las cinco de la tarde, Julia (34 años) se puso de parto de su segundo hijo. El mayor, Daniel, cumplía los tres años y a esa hora estaba durmiendo, ajeno a lo que ocurría en su casa.
El padre, Eugenio (35), telefoneó al servicio de emergencias 112 por la situación extrema de Julia. Le dijeron que aguardaran veinte minutos el milagro de una ambulancia que no iba a llegar a tiempo.
Sobre las seis menos cuarto, Eugenio salió a la calle desencajado: «¡Julia ha empezado con contracciones!». Buscaba a alguien con un 4x4 para bajar a su esposa al hospital Virgen de la Salud de Toledo, a diez interminables kilómetros con las carreteras como estaban.
Junto a su casa encontró a Virginia, una psicóloga, y a Ismael, un técnico de ambulancias. Cuando entraron en el chalé, la cabeza de Lucía ya asomaba. La madre, tumbada en el suelo del salón, estaba acompañada de su hermana Elena, estudiante de cuarto de Enfermería. Ismael, Julia y su hermana seguían las instrucciones que daban desde el 112 por teléfono en el modo de manos libres, mientras que Virginia telefoneaba a Sara, una amiga ginecóloga del hospital, casualmente de guardia.
El alumbramiento fue rapidísimo. Unos minutos antes de las seis, Lucía rompía a llorar, Ismael la sujetaba al salir y Virginia se recorría la casa, a la que había entrado por primera vez, buscando una manta para abrigar a la pequeña. La tapó con un pequeño albornoz que encontró mientras también llegaba Elena, una enfermera vecina, que atendió a la parturienta y a la bebé.
Julián, que había bajado a comprar pan, recogió en su todoterreno al equipo sanitario, cuyo vehículo no podía subir la empinada cuesta de la urbanización, aunque los vecinos ya habían comenzado a retirar nieve.
Sara y un compañero ginecólogo examinaron por videollamada a la niña y a la madre antes de que abandonaran la vivienda entre los aplausos de la gente en la calle. Abrigadas con mantas por el frío de la noche, se fueron camino del hospital en el vehículo de Julián, ya escoltado por otro de la Guardia Civil y por los sanitarios, que permitieron a Eugenio cortar el cordón umbilical de su hija.