ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
El vacío que deja Merkel
Muchos miembros de su partido y votantes se preguntan cómo se podrá continuar la ingente obra de la canciller
« Estoy deseando empezar a trabajar juntos», felicitó anoche Angela Merkel a Armin Laschet a través de las redes sociales, no en tono de despedida, sino en plena faena, como siempre. El ingente legado de Merkel, que deja tanto a la CDU como a Alemania y Europa, responde no solo a sus cuatro legislaturas consecutivas, sino también a su incombustible capacidad de trabajo y a su habilidad para salirse con la suya ante los más diversos retos. Nadie discute a estas alturas que Merkel es la principal figura de referencia en la Europa del primer cuarto del siglo XXI y nadie se atreve a dar por cerrada la «era Merkel» hasta que ella lo diga, porque ha seguido ganando batalla tras batalla después de que muchos la dieran por muerta.
Las mil y una biografías de Merkel publicadas coinciden en que la fusión de la moral cristiana, inculcada desde casa por el padre pastor protestante, junto a la formación científica y su necesaria racionalidad pragmática, componen el telón de fondo de un estilo de gobierno con que ha formateado la Alemania y la Europa que conocemos. Nunca contó con el cariño del aparato del partido, que solo se rindió a sus éxitos electorales, ni se apoyó en ninguna de las familias conservadoras porque no quiso casarse con nadie. Pero sí contó con el aprecio y la fidelidad de una mayoría de votantes alemanes, seguidores de diversos partidos políti
Merkel, en la Cancillería durante una sesión virtual el mes pasado cos pero a los que convenció a base de estabilidad, seguridad y prosperidad.
Alemania tenía cinco millones de parados cuando Merkel llegó al poder y a duras penas lograba cumplir con el Pacto de Estabilidad europeo debido a la desbocada deuda del socialdemócrata Gerhard Schröder. Ella puso en orden las cuentas y sostuvo a lo largo de las legislaturas una política de déficit cero que ha dado sus más preciados frutos en estos últimos meses, permitiendo a Berlín lanzar el más ambicioso programa de estímulos sin por ello desestabilizar las arcas públicas. Además de aquella crisis económica,
Merkel hubo de gestionar la crisis de su partido, devastado por los escándalos de financiación ilegal que terminaron con Helmut Kohl y habiendo perdido incluso la credibilidad de la reunificación alemana, que ella supo recuperar con palabras y con obras.
Crisis resueltas
Después vendrían muchas más crisis, en cuya gestión ha ido creciendo como estadista. Las crisis financiera y de la deuda europea, durante la que mantuvo un pulso con los populistas griegos. La crisis de Fukushima, durante la que terminó de un plumazo con la energía nuclear alemana, en unos plazos que ni siquiera Los Verdes podrían haber soñado. La crisis de las relaciones trasatlánticas, consecuencia de la errática presidencia de Donald Trump. La crisis del Brexit, cuyo acuerdo final fue firmado bajo la presidencia alemana por turno de la Unión. Y, finalmente, la pandemia. Aunque para la CDU la más dolorosa de las crisis fue la de los refugiados de 2015, cuando Merkel optó por la respuesta cristiana, pero sin consultar a nadie, dando lugar a una ruptura interna y al alejamiento de la hermana católica bávara, la CSU, la más feroz enemiga interna de una canciller del Este y protestante cuya empatía por Múnich brilló siempre por su ausencia.
Para Merkel, la más peligrosa fue la crisis de sus temblores, un problema de salud y en un momento de desequilibrio personal reducido a la más estricta intimidad y del que nadie ha querido hablar, en la línea del más exquisito respeto que Merkel ha impuesto desde el principio respecto a su persona y a su familia. Su gran borrón ha sido dejar crecer un partido antieuropeo y de extrema derecha, Alternativa para Alemania (AfD), al que solo consiguió ignorar.
Cuando Merkel llegó al poder no conocíamos el smartphone y ella deja encarrilado el proceso de digitalización de la economía y la educación. No había redes sociales y Merkel ha conectado y seducido a la generación de jóvenes votantes. La cesta energética alemana contenía un 11% de renovables y hoy, el 45%. El proyecto europeo estaba bloqueado y deja dado un primer paso histórico hacia la deuda conjunta. China apenas era un competidor comercial y Merkel tejió una posición de equilibrio de Europa entre EE.UU., Rusia y China, que hoy multiplica por cuatro las exportaciones alemanas en sectores clave. «Hemos hecho mucho», ha sido la discreta despedida de Merkel de su partido en su última intervención como canciller.