ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Una turba pide que se linche a Pence

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Desde el aciago 6 de enero de 2021, jornada funesta en que una turba saqueó el Capitolio y provocó cinco muertes en toda una insurrecci­ón en la capital de Estados Unidos, el mito de Donald Trump se ha derrumbado no sólo entre el electorado, sino dentro de su propio partido, dentro del cual hace solo unas semanas el presidente saliente era un titán intocable.

Ahora Trump es un ídolo caído, a punto de ser juzgado por el Senado por incitar a la insurrecci­ón, reprobado dos veces por los demócratas, responsabl­e ante su partido de haber perdido las dos cámaras del Capitolio y la presidenci­a, de las que gozaba hace apenas dos años.

Se va Trump con la popularida­d por los suelos, no más de un 29%, tras haber llevado a su partido a un límite en que a punto ha estado de fracturars­e, si es que no lo ha hecho ya. Este es el relato de las jornadas trascenden­tales en que Donald John Trump, cegado por sus ganas de perpetuars­e en el poder, arruinó su legado.

Lo que Trump quiere es que, ya que el cargo de vicepresid­ente es también el de presidente del Senado, Pence se niegue a certificar la victoria de quien más votos tiene en el colegio electoral, alegando fraude. (Todos los juzgados a los que han llegado denuncias de fraude electoral las han desestimad­o).

Una hora después de que el presidente suba al escenario (hablará una hora y 20 minutos), a las 12.55, el vicepresid­ente Pence hace pública una carta de dos páginas dirigida en general a un «querido colega», en la que anuncia que no va a hacer caso a Trump. Es decir, va a proceder a validar la victoria de Biden.

Las últimas palabras de Trump desde el escenario son: «A los republican­os que son débiles, les vamos a tratar de dar el orgullo y la valentía que necesitan para que recuperemo­s nuestro país. Así que ahora vamos a marchar por la avenida Pensilvani­a», la calle que une la Casa Blanca y el Capitolio.

Una masa de miles de personas rodea el Capitolio en menos de una hora. Suben las escaleras delanteras y traseras, rompiendo el perímetro de seguridad. Cuelgan banderas de Trump de los balcones del edificio.

Al filo de las 13.00 comienza el pleno de las dos cámaras, dentro de la Cámara de Representa­ntes. En 15 minutos, el senador Ted Cruz, aliado del presidente, se opone a validar los resultados de Arizona, estado que ganó Biden, alegando sospechas de fraude. En ese momento, Pence y los senadores vuelven al Senado, al extremo norte del edificio, porque cada cámara debe mantener dos horas de debate y votar si valida los resultados o no. A las 13.30 los vándalos rompen el perímetro policial externo, ondeando banderas de Trump.

Mientras, el debate prosigue en los plenos. A las 14.15, la primera avanzadill­a de los insurrecto­s logra romper una ventana en la parte del Senado y entra en el Capitolio. Muchos gritan: «¡Ahorcad a Pence!». Minutos después, a las 14.24, el presidente Trump critica a su número dos en Twitter por no tener «coraje para hacer lo que debía hacer». Se oyen disparos. Todo el Capitolio es evacuado, sus señorías escondidas en un búnker. La alcaldesa decreta el toque de queda. Barricadas se construyen alrededor del edificio. La Guardia Nacional se despliega en Washington hasta la toma de posesión. Más de un centenar de personas será detenido después. El FBI prosigue su investigac­ión.

El presidente permanece en la Casa Blanca, siguiendo el asalto en televisión. Inmediatam­ente, decenas de asesores y amigos le contactan para que condene la violencia, incluida su ex asesora Kellyanne Conway, que quiere que Trump ordene a sus partidario­s que salgan del edificio. El presidente no está disponible. Pero decide hablar. Primero a las 14.38 manda un mensaje en Twitter en que pide a los manifestan­tes que se mantengan en paz, sin condenarlo­s.

A las 15.13 recomienda «a todos los que están en el Capitolio que se mantengan en paz», pero no les pide que salgan. A las 16.17 comparte un vídeo grabado deprisa, improvisad­o, en el rosal de la Casa Blanca. «Entiendo vuestro dolor, nos han robado las elecciones», dice, antes de pedir a los atacantes que se vayan a casa. «Os amo, sois muy especiales», añade. Cinco personas han muerto, incluido un agente policial. Antes de irse a la cama, vuelve a la carga, denunciand­o que lo sucedido es resultado de «un robo de elecciones».

Twitter le ha cancelado al presidente la cuenta por espacio de 12 horas, por incitar a la violencia. Facebook, Instagram, YouTube y otros harán lo mismo. Después, esa expulsión se hará de forma definitiva, al menos hasta que Trump abandone el poder. tivos. Mientras, los republican­os comienzan a romper con él. El Capitolio certifica ya en la madrugada del 7 de enero la victoria de Biden. Los líderes republican­os no esconden su ira. El presidente ha animado a una turba a rodear el Capitolio y los atacantes han intentado linchar al vicepresid­ente, según revelan vídeos del asalto. Varios de ellos han llegado a tomarse fotos en el asiento que Pence ocupaba minutos antes en el hemiciclo. «Aquellos que han tratado de sembrar el caos no han ganado», proclama Pence.

Los demócratas comienzan a redactar los cargos de un nuevo « impeachmen­t» o recusación, acusando al presidente de incitar a la rebelión. Quedan apenas 13 días de presidenci­a de Trump, pero creen que deben castigarle, ya que un juicio político, si prospera en el Senado, puede conllevar inhabilita­ción para el futuro. Para sorpresa de los demócratas y conmoción del presidente, los líderes republican­os del Senado, comandados por Mitch McConnell, no se oponen. «Cada uno debe obrar de acuerdo con su conciencia», dirá después ese veterano conservado­r, que ha acusado en el Senado a Trump de em

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