ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Finisterre, el padre del futbolín

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Alejandro Campos Ramírez (19192007) es una figura poliédrica poco estudiada en la España de principios del siglo XX, con no pocas zonas de sombra y otras próximas a la leyenda. Se sabe que fue a estudiar bachillera­to chillerato a Madrid, «su familia tuvo una crisis econó- mica y él se quedó desamparad­o» en la capital de España, de la que se negó a volver.

«Empezó a trabajar en una imprenta, conoció al movimiento anarquista­t en lla República y nació un hombre nuevo», narra Lema Mouzo, que también ha indagado en su figura. «A los veintipico empezó a publicar y decidió usar el apellido Finisterre» tras «una suerte de ruptura con la familia», que le apremiaba a regresar a Galicia y ayudar económicam­ente. La versión oficial cuenta que sufrió heridas tras un bombardeo en Madrid durante la Guerra Civil, «pero no coincide con nuestros datos», que lo sitúan realmente «en primera línea» del bando reprepubli­cano. Dejó España tratras la contienda pero reregresó en 1940, «y tuvo qque hacer los cuatro aaños de servicio militar oobligator­io». En 1947 ttuvo que exiliarse en PParís porque «tuvo un pproblema y quisieron mmeterlo en la cárcel» LemaLe sospecha de una redadadd en grupúsculo­s anarquista­s por parte de las autoridade­s de la dictadura. Entre otras facetas, Finisterre era inventor, y una de sus patentes más famosas fue la del futbolín. En la capital francesa «cobró un dinero» por este invento y decidió «marcharse para Centroamér­ica», siguiendo la estela de los exiliados. del futbolín en la industria maderera, al tiempo que se volcó con los intelectua­les y artistas exiliados. «En Ecuador montó una editorial que hizo una labor muy grande por la poesía y el arte», destaca Lema Mouzo. El anarquista transmutó en comunista, y a pesar de ello «llegó a ejercer de valija diplomátic­a entre los embajadore­s españoles en México y Guatemala del gobierno franquista». De hecho, Finisterre regresó a España a partir de 1950 con cierta asiduidad, previo blanqueami­ento de su pasado, sin volver a encontrar problemas con las autoridade­s. Murió en Zamora en 2007.

Hay confesione­s impagables en los escritos hallados. Por ejemplo, una lista que elabora Frida con sus amantes según la importanci­a de los mismos. «Te voy a enumerar algunos de mis amores, pasiones, desvaríos». El ránking lo encabeza el omnipresen­te Rivera, seguido de su novio de juventud Alejandro Gómez Arias y «nuestro» Finisterre, por delante de Bartolí y el también español Ricardo Viñas. Es el último de los hombres. A partir del sexto puesto son todo mujeres: Lucha Reyes, Chavela Villaseñor y dos nombres propios, María Félix y Chavela Vargas. «Muchos amores he tenido en esta recanija vida –admite Kahlo en una carta–, yo he amado hombres y mujeres por igual, y ellos y ellas me han amado sin frenos, fronteras, reglas ni ataduras». Tampoco oculta sus fallidas intentonas de suicidio. «Hoy que solo puedo dar lástima o causar morbo pienso que el quitarme la vida es un acto de gran valentía y honor, no tengo otra salida».

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