UNA PERRA

No pensé que Mark Rutte iba a parecerme alguna vez más ridículo que Pedro Sánchez

Soy una perra. Lo dijo Jane Wyman al principio de su discurso cuando recibió el Globo de Oro en 1984 por su papel de Angela Channing. Pocos premios ha tenido por semejante personaje. Lucille Bogan cantaba que era «una perra de Baltimore». Lo recuerdan en el capítulo de «La historia de las palabrotas » ( Netflix) dedicado a bitch. «I am such a bitch» fue la frase de Wyman, mientras Jill St. John, Susan Sullivan o Paul Newman la jaleaban.

Sale en el documental una señora que consiguió que en el MerriamWebster, en la palabra bitch, se incluyera que era una palabra ofensiva (sólo estaba hembra del perro y mujer dominante). Cuentan también que Hemingway llamaba a su madre bitch como una expresión de fuerza. Pero qué fuerza, si Hemingway no podía soportar a su madre. John Dos Passos decía de Hemingway que era el único hombre que había conocido que realmente odiaba a su madre.

Claro que la apropiación de los insultos los desactiva. Mis amigas y yo nos llamamos zorras, perras y, por supuesto, hijas de puta. Lo usamos como admiración para otras. Hombre, también como insulto. Depende del tono y de la destinataria. Soy una perra, vale, pero estoy hasta las narices de Hedy Lamarr, Chaves Nogales y, últimamente, de Fran Lebowitz. Menuda turra. Ahora bien, como de pronto Fran no va a dejar de ser una de mis perras favoritas, me he vuelto a acordar de ella al ver a Mark Rutte en bicicleta. Por lo que ella comenta del tipo que iba en bicicleta por Nueva York sujetando el manillar con los codos.

De las que se están publicando estos días, hay una imagen en la que Rutte sale del Palacio Real, tras informar al Rey de la dimisión en bloque del Gobierno (una fantasía) en la que agarra el manillar con las dos manos. Hay otra imagen de Rutte llegando al Consejo de Ministros con una bolsa azul colgando del manillar que lleva cogido y con una manzana muy mordida en la otra mano (que agarra la manzana, no el manillar). No pensé que Rutte iba a parecerme alguna vez más ridículo que Pedro Sánchez, pero lo ha conseguido. Porque soy una perra. No me gustan los tíos en bicicleta. Ni en Holanda.