ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

BRINDIS AL MIEDO

Andueza defiende los toros contra su propio Gobierno

- ALBERTO GARCÍA REYES

ENEKO Andueza, diputado socialista vasco, ha escrito un libro que empieza con una frase en toda la bola: «La tauromaqui­a es libertad». Esto es como lo de Ignacio Sánchez-Mejías en Zaragoza. El torero poeta en cuya herida lorquiana puso huevos la muerte tenía las ingles mohosas de pasar ese miedo que no se puede medir. El que hace sudar en el frío del hotel y tiritar en el fuego de la plaza. A su hija, que le exhortaba el fin de aquel tormento, le mandó un telegrama con su copla manriqueña: «Diez mil toros mataría / para labrarte un camino / de alegría. / Diez mil toros mataré / para que tú nunca sepas / lo que sé». Ignacio, que vivió siempre al borde de su tumba con su toreo de terrenos imposibles, más poderoso que lento, vio en el tendido a un partidario suyo de Almonte y después de banderille­ar se fue a buscarlo con la montera: «Esto va por ti, que eres de la cuna de la Virgen del Rocío, la mejor virgen de España». El runrún maño en el día del Pilar fue de guerra. Y su apoderado, hundiendo la cabeza en la gabardina para que la bronca no le mojase, no tuvo más remedio que decirle por lo bajini: «Maestro, se juega usted la vida hasta en los brindis».

Andueza ha ido escoltado durante años para que ETA no le embistiera por la nuca y ahora que su partido está dando gloria a los terrorista­s en las cárceles y a sus secuaces en el Congreso, ha publicado un libro que defiende la Fiesta. Se la juega hasta en las biblioteca­s. Porque la nueva izquierda ensoberbec­ida se atreve incluso a enmendar a sus grandes intelectua­les desde el Gobierno. El director general de Derechos de los Animales, Sergio García-Torres, vocea que José Tomás es «un suicida» y que Curro Romero sólo fue «conocido por sus grandes carreras delante del toro y sus saltos mortales sobre la barrera». El otro día Carmen Tello tocó el tema con el Faraón y el maestro no necesitó jugársela como el diputado socialista para explicar a este tipo de insensible­s que la tauromaqui­a es libertad. «Curro, mira lo dice este hombre, que lo único que hacías era correr y dar brincos al callejón». Él sonrió levemente y en un hondo susurro escribió un libro sobre la trascenden­cia del toreo aún mejor que el de Andueza: «¿Yo? Ojalá».

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