ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Quincy Jones, el mago que hizo volar a Frank Sinatra y Michael Jackson
Se publica en España «Q», libro de memorias del laureado productor de «Thriller»
Sólo por haber manejado los botones de «Thriller» (1982) mientras Michael Jackson cantaba «Billie Jean» a tratravés de unos tubos de cartón de metro y medio de largo, el nombre de Quincy Delight Jones Jr. (Chicago, 1933) ya debería quedar grabado en granito y adamantium en el olimpo de la música popular del siglo XX. Pero eso, claro, implicaría reducirle a la mínima expresión y resaltar r únicamente la condición de pro- ductor de un hombre que lleva a casi ocho décadas ejerciendo o como cazatalentos, productor de cine y televisión, ejecutivo musii cal, arreglista, músico y, en fin, mago del pop y artesano del jazz. Un currículum desbordante y saturado de premios del que da buena cuenta «Q», autobiografía de este Rey Midas del pop del siglo XX que Libros del Kultrum publica por primera vez en España casi dos décadas después de su aparición.
Un retraso incomprensible que, si bien no afecta a la épica del relato, construido sobre una infancia que hubiese hecho las delicias de Charles Dickens,
Charles. El segundo, explica, le enseñó a leer braille y le introdujo en las drogas, aunque a Jones le bastó con caerse por las escaleras después de un chute para alejarse definitivamente de la heroína.
Música contra el miedo
De talento precoz e infancia generosa en penurias (su padre fabricaba muebles para la mafia y su madre se pasó media vida entrando y saliendo de instituciones mentales), Quincy Jones creció en casa de su abuela comiendo carne de rata frita y tiritando de frío. La música, una vez más, fue su tabla de salvación: descubrir el piano ya le removió por dentro, pero fue el sonido de la trompeta lo que le atravesó como un cable de alta tensión. «Por primera vez en mi vida no sentí soledad ni dolor ni miedo, sino más bien alborozo, alivio e incluso iluminación», recuerda tras subirse a un escenario con 11 años. En Seattle, ciudad a la que fue a parar con 14 años, se empapó de todos los sonidos que recorrían Jackson Street, ya fuera blues, be bop, R&B o dixieland. Un año antes, aún en Chicago, ya le había presentado su primer arreglo a Clark Terry, trompetista de Count Basie.
A partir de ahí, Jones estuvo siempre en el lugar adecuado en el momento oportuno. A saber: acompañando con su trompeta a Billie Holiday y a Lionel Hampton; dirigiendo la orquesta de Frank Sinatra en «It Might As Well Be Swing» y en la sublime «Fly Me To The Moon»; trabajando en el estudio con Dinah Washington y Sarah Vaughan; en el plató en el que Steven Spielberg grababa «ET»; abroncando a Truman Capote por sugerir que la música de «A Sangre Fría» no la podía componer un afroamericano…
A sus 87 años, con cinco esposas, siete hijos y una considerable fortuna, Jones tiene edad para haber enterrado a buena parte de sus amigos –a Sinatra, por ejemplo, le acompañó en su lecho de muerte «mientras el Alzheimer hacía de las suyas»–, pero fue la muerte de su hermano Lloyd, en 1998, la que dejó una herida difícil de cicatrizar. «El desconsuelo me dejó paralizado. Parecía todo irreal», recuerda. Años más tarde, otra muerte, la de Michael Jackson, le haría perder el equilibrio de nuevo. «Me hinqué de rodillas al enterarme», recordaba poco después del deceso del Rey del Pop. «Michael era el artista más grande del planeta. Juntos hicimos historia», escribe al evocar los días de «Thriller», lejos aún de las sobredosis de propofol y las acusaciones de plagio.
Oportunidades
Del al y de Billie Holliday a Sinatra, Jones siempre estuvo en el lugar adecuado
Días de gloria
«Michael era el artista más grande del planeta. Juntos hicimos historia», escribe al evocar los días de «Thriller»