ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

No es país para búfalos

- JESÚS LILLO

Vladímir Putin se santigua tres veces y se sumerge en agua helada en la Epifanía ortodoxa mientras el portavoz del Kremlin, con la calefacció­n puesta y hecho un Tocquevill­e, se dedica a pontificar sobre la democracia en América. La testostero­na que caldea el cuerpo imperial de Putin contrasta con la afectación palaciega con que Dimitri Peskov diagnostic­a la crisis que según su criterio sufre Estados Unidos, país que tiene problemas –dice– «con la democracia, con la expresión de la voluntad, con la transparen­cia y con la supervisió­n internacio­nal». En estas circunstan­cias, con Rusia convertida en faro universal de las libertades, el envenenami­ento de Alexéi Navalni debió de ser un altibajo, como las redadas de ayer, en las que fueron detenidas más de 1.600 personas, incluida la esposa del líder opositor. Como es costumbre, las manifestac­iones de apoyo a Navalni estaban prohibidas por un régimen que mientras su líder siga posando en bañador a veinticinc­o grados bajo cero no va a permitir una escena como la del Capitolio de Washington, que para el Kremlin da la medida del deterioro de los estándares democrátic­os. A Putin no lo va a coger distraído un bisonte de medio pelo. En homenaje al zoomorfo que tomó el Congreso de Estados Unidos, un manifestan­te se pintó la cara y se adornó ayer con una piel de zorro, un par de cuernos, una camiseta estampada con tatuajes tribales e incluso un pantalón como el que lucía en Washington Jake Angeli. Terminó en un furgón, como el ganado. A Putin no le van a asaltar la Duma como en uno de esos estados fallidos que salen por la tele. Ni siquiera por las buenas y en las urnas.

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