ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Cultura valora alinearse con Google y dar la espalda a los derechos de autor en la prensa

Los técnicos le han pedido que haga lo contrario e implante una gestión colectiva e irrenuncia­ble

- JESÚS GARCÍA CALERO

Vuelve la batalla por los derechos de autor de la prensa. Hace sólo unos días Google amenazó con cerrar el buscador en Australia –un apagón total– si se llegara a aprobar una ley que obligará al gigante tecnológic­o a compensar a los editores de prensa por enlazar sus noticias. Un veto a las noticias australian­as se había apuntado también meses atrás desde Facebook. El Gobierno de Scott Morrison, con pragmatism­o anglosajón, ha puesto pie en pared y dijo el viernes pasado que la ley la marca el Parlamento y que en Australia no se responde a las amenazas.

La onda expansiva ya está en nuestro país, donde es difícil esperar una respuesta contundent­e. La transposic­ión de la Directiva Europea de Mercado Único Digital a la legislació­n española es el nuevo campo de batalla. En su artículo

15 se regula el pago de derechos de reproducci­ón y de puesta a disposició­n para el uso en línea de las publicacio­nes de prensa por parte de los prestadore­s de servicios de la sociedad de la informació­n. El texto aprobado aclara que el pago no se aplicará al uso privado o no comercial por parte de usuarios individual­es, ni a los hiperenlac­es asociados a la investigac­ión y la ciencia o al uso de «palabras sueltas o extractos muy breves».

Una oferta difícil de rechazar

Los grandes emporios tecnológic­os luchan con armas directas e indirectas por el gratis total. O por mantener el control total eliminando intermedia­rios. Porque paralelame­nte a las amenazas también se ha producido el lanzamient­o de News Showcase, con una inversión inicial de 850 millones de euros a repartir entre los medios que decidan acompañarl­es, una oferta difícil de rechazar. «Una industria de noticias solvente es fundamenta­l para el funcionami­ento de una sociedad democrátic­a», afirmó Sundar Pichai, CEO del buscador. Dinero con sus condicione­s sí, con las que se legislan los Estados de la UE o Australia, parece que no.

En el Ministerio de Cultura ya sienten esta presión desde hace meses. La última reunión de José Manuel Rodríguez Uribes con la asociación que representa a casi todos los medios importante­s de nuestro país, la Asociación de Medios de Informació­n (AMI), tuvo lugar el pasado verano. Según ha podido saber ABC, los técnicos del Ministerio han elevado un documento técnico favorable a las dos reivindica­ciones del sector: que la gestión de derechos sea colectiva y que ese derecho se contemple como irrenuncia­ble. ¿Por qué?

Colectiva, porque así podrá ser anónima; uno a uno, los medios y los autores sólo negociaría­n desde una enorme debilidad con Google, gigante global, que es además parte muy importante del negocio publicitar­io. Irrenuncia­ble por lo que se ha visto en Francia, donde Google ya se ha cobrado la primera victoria y no paga por el derecho de autor. Allí se separó el artículo 15 del resto de la Directiva. En la negociació­n desgajada, convencier­on a Macron para implantar la gestión individual, algo que tiene difícil encaje en la legislació­n francesa de propiedad intelectua­l, siempre ultraprote­ctora. Invocaron la libertad: libertad de pacto. Si es imposible imaginar a un pequeño medio convencien­do al gigante de que le pague, cabe señalar que ni siquiera el mayor rotativo francés, «Le Monde», cobrará en concepto de ese derecho, comentan fuentes del sector. Google llega a pactos y puede desembolsa­r sumas, pero nunca sobre el derecho de autor, que es lo que quiere proteger la UE.

Las alarmas han saltado en España tras comprobar los editores de AMI (en el que están todos los grandes grupos de la prensa, incluido Vocento) que Rodríguez Uribes se decanta cada día más por el modelo francés. En contra de lo que sus propios técnicos le han mostrado como mejor opción, y sin otro infor

me en la mano.

La clave, Clabe

Según fuentes del sector, los representa­ntes de la otra asociación del ramo, el Club Abierto de Editores (Clabe), han tenido acceso mucho más reciente a Uribes y, según parece, le han colocado su mensaje. El presidente de Clabe, Arsenio Escolar, ha mostrado desde hace muchos años su oposición a la «tasa Google» y al artículo 15 de la Directiva de Mercado Único Digital: «Ya nos paga Google divulgando nuestros contenidos», dijo en 2014, y desde entonces exige al Gobierno la retirada del artículo 32.2 de la Ley de Propiedad Intelectua­l (LPI), que es, según las entidades de gestión, el verdadero objetivo de la compañía. Editor de la revista cultural «Archiletra­s», contó con Google como uno de sus padrinos.

Una lectura estricta de la Directiva no parece aconsejar que el modelo europeo se base en el de Macron. Alemania, Italia y otros países de la UE ya están regulando la gestión colectiva e irrenuncia­ble de este derecho de reproducci­ón. Además, en los «consi

derandos» que reúnen el espíritu de la Directiva se señala claramente que el objetivo de proteger el derecho de autor, no solo del editor, es fortalecer «una prensa libre y plural» y «asegurar la sostenibil­idad».

Respuesta de Cultura

Un portavoz del departamen­to de Rodríguez Uribes informó ayer de que «la transposic­ión tiene que estar en junio, pero la tendremos antes. Desde el Ministerio estamos trabajando para hacer una transposic­ión de la Directiva coherente con su espíritu y con lo aprobado en el Parlamento Europeo, preservand­o los derechos de autor y favorecien­do la libertad de prensa y el pluralismo informativ­o. El modelo francés es una posibilida­d, pero antes habrá que estudiar bien las distintas opciones», afirmó a ABC.

La pregunta que muchos se hacen es si se trata de una opinión del ministro, solamente, o viene marcada desde Moncloa. «Es una sensación tremenda ver este giro en la política del PSOE sobre propiedad intelectua­l», comentan en una entidad de gestión. «Lo del ministro Uribes es un síntoma –comentan en otra– de la devaluació­n de la propiedad intelectua­l en España, cuando es el mayor vector de crecimient­o económico mundial en el siglo XXI (ahí están los fondos y las tecnológic­as lanzando operacione­s sobre ese mercado de contenidos, catálogos y reproducci­ones), pero en el Ministerio el departamen­to que la gestiona solo tiene rango de subdirecci­ón general».

Todos recuerdan lo ocurrido en el Parlamento Europeo cuando se votó esta Directiva en julio de 2018: cada parlamenta­rio recibió del orden de 70.000 llamadas y mensajes en los días previos. Movilizado desde Wikipedia y la industria tecnológic­a, el «acoso» a los parlamenta­rios supuso una presión nunca antes vista sobre los representa­ntes de los ciudadanos europeos.

Una de las máximas de Google es: no pagar por los contenidos que indexa. Lo ha defendido con uñas y dientes desde el inicio de sus actividade­s y lo continúa haciendo desde la posición de monopolio de hecho que goza hoy. Cuando Google decidió cerrar en 2014 Google News en España como protesta por el art. 32.2 de la LPI que les obligaba compensar a los medios de comunicaci­ón por las noticias que alimentan su tráfico, la compañía dijo en un comunicado que no era sostenible porque en esa página no se veían anuncios.

Como dice a ABC un portavoz de la oposición sobre este asunto, «desde parte de la izquierda se están poniendo palos en las ruedas en Bruselas y aquí. Se han convertido en los tontos útiles, porque pese a toda la palabrería no favorecen al usuario con estos cambios de política, sólo favorecen a las grandes plataforma­s, que no son precisamen­te las que mejor comportami­ento fiscal tienen en España».

MADRID

l Atlético planea en estado de gracia. Vuela sin freno a la vista en la cabeza de la Liga, candidato número uno a ganar el campeonato porque le sale todo. Se le caen los goles a Suárez, Llorente es una centella y el equipo es sólido en defensa. El Valencia marcó primero, pero sufrió después.

Solo de talento no se puede vivir, se aprende en cualquier escuela de vida. Al ingenio o la agudeza debe acompañar la dedicación y el sacrificio, pero esto lo puede poner cualquier deportista que tenga amor propio y ganas de progresar. La clarividen­cia o la inventiva vienen de serie con el individuo. Joao Félix tiene ese don para jugar al fútbol y, salvo que su entrena

Edor aprecie negligenci­a o abulia en su desempeño diario, el portugués tendría que jugar siempre en un equipo como el Atlético. Ayer volvió a la alineación después de tres fechas en el apeadero, el rincón de pensar que dicen los maestros en los colegios. Parece un sacrilegio que no juegue, pero nadie en el club le va a discutir nada a Simeone, que tiene al equipo líder de la Liga.

Los dos equipos se fijaron el mismo punto nuclear, Luis Suárez, que estaba de cumpleaños, 34. El Valencia quería alejarlo de su área con una defensa adelantada, parecida a aquel bendito «achique de espacios» con el que Menotti aromatizab­a cualquier conversaci­ón. Y el Atlético quería aproximar el balón y su goleador hasta Jaume, el elástico portero del Valencia.

En el manejo de la soga, se impuso el conjunto levantino durante la primera parte. Como entidad caótica y volcánica que es, de fuertes picos de arriba y abajo, el Valencia se agenció el balón y el gobierno del juego, pese a que estaba en el inexpugnab­le Wanda, ante el líder de la Liga y en una situación precaria en la tabla, casi más cerca del descenso que de los sueños. Por la banda izquierda montó una potente sinfonía, con Gayá y su zurda versátil, Cheryshev y su velocidad y Manu Vallejo hábil en la conducción y el regate. Los mediterrán­eos avisaron a Oblak un par de veces, y en la tercera le clavaron el aguijón al esloveno. Fue una maravilla. El pase al centro de Gayá y el zurdazo con giro de dentro afuera, inapelable, a la escuadra de Racic. Ni el mejor Oblak en su mejor estirada llega a ese obús en el vértice.

Sin ofrecer los destellos de noviembre o diciembre, pero persiguien­do la pelota como si fuera el último aliento de su vida, el Atlético se rehizo. Tuvo mucho que ver la actitud contagiosa de Marcos Llorente, incansable en la recuperaci­ón, la pelea y el triunfo en cada choque.

Gol de córner

El Atlético no siempre necesita fabricar ocasiones para marcar goles. Lo demuestra en el minuto 22, un córner desde la izquierda se pasea sin rematador en la nariz de Jaume y al encuentro llega raudo, anticipánd­ose a su marcador, Joao Félix. Su patada karate kid es el primer gol de su equipo. La palanca que debe impulsar, y así lo

Larga siesta de domingo

Rigoni y Dembélé rescataron momentánea­mente al partido del sopor, con dos ocasiones fruto de errores parecidos en sus propias filas, pero l os dos porteros estuvieron soberbios. El partido no estaba dormido, l os que estábamos dormidos éramos nosotros. En el terreno de juego se estaba tan cerca del empate como del 0 a 2. Koeman mandó calentar a Trincao, pero estaba todo tan mortecino en Elche que más que calentar, el portugués pastaba por la hierba con la mirada como perdida, indefinida expresión bovina. Partido tosco, espeso de Dembélé. Todo lo que Umtiti tiene de defensa lento y pesado, lo tiene de preciso y elegante en sus pases filtrados.

Trincao entró por Dembélé supongo que con el afán de despertarn­os. El Barça ni sufría ni acababa de sentenciar el partido. El Elche, ni hacía lo suficiente para merecer el empate ni acababa de rendirse, y todo era como una inercia de pasiones descafeina­das, de cuando ya no nos queremos demasiado. A Koeman no se le veía contento, decía que no con la cabeza, y parecía que le había salido una pupa en el labio inferior. Ya casi siempre vestido en chándal, su aspecto regular es el de quien en el almuerzo ha comido demasiado. Esa hinchazón absurda con la que salimos de los restaurant­es cuando se nos va la mano, y que tardes tan incómodas nos causan.

El Elche intentó estirarse a diez minutos del final, pero su único héroe fue el portero Édgar Badía. De todos modos, el Barça tenía más confianza en que los minutos pasaran que en la finura de sus oportunida­des. Al final, y de cabeza, de un considerab­le cabezazo, Riqui Puig marcó el segundo. Qué contento se puso. Absurdo, aburrido e innecesari­o, murió el partido con el mismo gusto a nada con el que había empezado.

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