ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
El último pintor informalista austriaco
de miró mucho, y con provecho, la obra de precursores como Klimt, Schiele, Alfred Kubin o Klee. Fue luego uno de los primeros en su país en dar el salto al expresionismo abstracto. Entre 1954 y 1962 pasó largas temporadas en París, donde frecuentó a Mathieu, a Emmanuel Looten y a los letristas, y expuso en Le Soleil dans la Tête, la galería de Jean-Jacques Levêque. En 1956 fue uno de los artistas que representó a su país en la Bienal de Venecia, mientras que en 1975 sucedió otro tanto en la de Sâo Paulo. En 1958 ganó el premio Marzotta y en 1972 uno de los galardones de la Bienal de Grabado de Cracovia.
La pintura de Staudacher ha sido mostrada con todos los honores en los principales museos y galerías de su país. Como sus amigos Max Weiler y Markus Prachensky, cultivó con gran brillantez la pintura informalista, en su vertiente tachiste. Los de Staudacher son cuadros a menudo de gran formato y de un apaisamiento panorámico, con mucho blanco, mucha palabra propia o ajena, mucho grafiti, algún collage, alguna sombra de geometría, algún eco figurativo… Esa gestualidad tumultuosa se aquieta por momentos, por ejemplo, en 1960, en sus «Haikus». Recordemos también su libro «Phantastischer Makulaturismus» (1969), de composiciones gestuales estampadas sobre papel de periódico. Durante esa década, el pintor frecuentó a Arnulf Rainer y a otros de los accionistas que apadrinaba ese singular galerista que fue monsignore Otto Maurer. Amigo de Ernst Jandl, uno de los principales representantes de la experimentación en la escena literaria austriaca, como él en 1965 Staudacher estuvo presente en «Between Poetry and Painting», colectiva internacional comisariada por Jasia Reichardt para el ICA londinense. La pieza suya que figuró en ella la realizó a cuatro manos con el poeta visual Henri Chopin, camarada suyo desde los tiempos parisienses.