ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Sánchez y Urkullu sellan un «urgente» traspaso de Prisiones
Acuerdan reforzar la «relación bilateral» entre el Gobierno central y el vasco
Iñigo Urkullu salió satisfecho de su cita en Moncloa con Pedro Sánchez, a quien logró sonsacar la promesa de que la competencia sobre las Prisiones, una demanda histórica del nacionalismo vasco junto a la Seguridad Social, será transferida este mismo marzo. Según informaron desde el Gobierno autonómico, el presidente socialista convino en que se trata de una cuestión que debe resolverse «con carácter de urgencia» a fin de dar un nuevo «impulso político» al cumplimiento «íntegro» del Estatuto de Guernica.
La de asegurar la transferencia de la gestión sobre las tres prisiones del territorio era una de las prioridades de Urkullu de cara a su encuentro con Sánchez, el primero que ambos mandatarios mantienen a solas desde el pasado 2018. La reunión, que comenzó a las cinco de la tarde y se alargó durante cerca de dos horas, transcurrió de forma «cordial y fructífera», señalaron desde el Ejecutivo de Vitoria, que reivindicó el estatus de «socio preferencial» del PNV respecto al PSOE.
El refuerzo de su entendimiento es crucial para ambos, en un momento en el que la alianza Podemos-Bildu, cristalizada con la participación de los herederos de Batasuna en los Presupuestos, amenazaba el status quo de la gobernabilidad en el País Vasco y la histórica influencia del PNV en Madrid.
El lendakari apreció en Sánchez una «clara voluntad política» de resolver «las cuestiones pendientes» del Ejecutivo vasco, incluida la referida al autogobierno. De esta forma, acordaron cumplir con el calendario de transferencias acordado el pasado octubre, que fija para marzo el traspaso de Prisiones, así como los del Ingreso Mínimo Vital (IMV), el transporte por carretera, la asignación del ISBN y la ordenación y gestión del litoral.
Paralelamente, ambos estuvieron de acuerdo en mejorar la eficacia y ejecución en la gestión de los fondos europeos, comprometiéndose a la «plena interlocución entre las dos administraciones» y fomentando al mismo tiempo la participación de la iniciativa privada.
En este refuerzo a su relación bilateral, Sánchez dio su palabra de impulsar desde cada ministerio los encuentros respectivos con los departamentos competentes del ejecutivo vasco «para seguir avanzando en la resolución de los asuntos pendientes en el marco de las competencias de cada departamento».
Toque de queda
El encuentro de ayer se produjo en un contexto de cierta tensión entre ambos gobiernos debido a la oposición del Ministerio de Sanidad al adelanto del toque de queda a las 20.00 horas, como proponían el País Vasco y otras autonomías. Fuentes del área de Salud del Gobierno vasco apuntaron que lo que pretenden es disponer de «herramientas» para llevar a cabo estas medidas sin necesidad de pedir permiso al Ejecutivo central. En este sentido, Urkullu reclamó ayer a Sánchez más «capacidad para la toma de decisiones» y «evitar la judicialización» de las restricciones.
Salvo por la decisión del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, que con cierta lógica ha decidido mantener la fecha del 14 de febrero para las elecciones autonómicas, la pasada no fue la mejor semana de Pedro Sánchez. Los estrategas del guión oficialista le han apartado del foco mediático y de preguntas incómodas. No comparece en el Congreso y solo practica monólogos plúmbeos protegido por el halo presidencial de citas vacías con embajadores, con empresarios –o ayer en la Agencia del Medicamento–, en las que divaga sobre la reconstrucción de España con el cansino soniquete de una gotera sobre el suelo. El antiguo «Gobierno bonito», tan feminista, tan humanitario, ha mutado en el «Gobierno bueno» de la «agenda 2030», el escudo social, la recesión controlada y la superación de la pandemia. Es solo el «Gobierno de las buenas noticias » que cada tarde « dobla el pico» de la pandemia, sin importar si es hacia arriba... o hacia abajo.
Los diseñadores del nuevo «Sánchez de plasma» han dictado sentencia: él encarna la vacuna como cura para la frustración ciudadana; a la pandemia solo le quedan unos meses de drama; y con los presupuestos aprobados, la legislatura está asegurada. Sin embargo, en solo una semana Sánchez ha sido objeto de cinco amotinamientos que, por separado, cabría ocultarlos en el minuto veinte del telediario, pero unidos en una secuencia demuestran que el Gobierno empieza a sufrir un desgaste de materiales por conflictos ajenos al virus.
Primero fueron las comunidades autónomas. Por puro miedo epidémico, 15 de las 17 han mantenido un pulso para que Sánchez y Salvador Illa consintieran modificar el decreto de alarma e imponer toques de queda a media tarde. La cogobernanza fue en su día el argumento de Sánchez para dar libertad a las autonomías… y cuando esas autonomías han exigido esa libertad, Illa se la ha negado con la tasa de contagio en magnitudes de récord. Si eso lo decidió el ministro de Sanidad o lo hizo el candidato a presidir la Generalitat de Cataluña –misma persona para una flagrante incompatibilidad– en su conciencia queda.
El segundo motín provino de los sindicatos. La izquierda sindical que patrocinó la moción de censura contra el PP es la misma que ya sabe hoy que la tasa de desempleo no es la que maquilla el Consejo de Ministros cada martes con interpretaciones engañosas de nuestra economía. No habrá reforma de las pensiones a medida, no habrá aumento del salario mínimo, y la reforma laboral será meramente cosmética... Demasiada «gente que no quedará atrás» está ya muy rezagada. Sea un aviso sindical o sea un farol, la clave de esta incipiente movilización no está en la dirección de los sindicatos, sino en sus militancia con bolsillos mermados porque la demagogia no llena las carteras.
El tercer motín incluye a comunidades socialistas que han recriminado a la ministra de Hacienda la opacidad y arbitrariedad con la que Sánchez ha decidido manejar los fondos de reconstrucción europeos cuando sean liberados para España. Frente a las quejas por el agravio que se prepara entre privilegiados y castigados, la réplica de Moncloa ha sido pedirles «que se acostumbren» y «cambien el chip». A falta de vacunas, una dosis de arrogancia y suficiencia contra la rebelión.
El cuarto motín proviene del poder judicial en legítima defensa. Europa frustró el primer intento de Sánchez de barrenar el sistema de elección del órgano de gobierno de los jueces porque el brochazo era demasiado grueso y autoritario, incluso para el PSOE. Por eso Sánchez maquinó la alternativa: ya que no se puede renovar el CGPJ conforme a la mayoría parlamentaria de izquierdas, que al menos se le prohíba hacer nombramientos. Y de momento, los jueces aguantan. Buena señal.
El quinto amotinado es Pablo Iglesias, al que algún dirigente socialista empieza a llamar «diosito». Sin embargo, evaluar este pulso puede conducir a conclusiones contradictorias porque se desconoce cuánto tiene de real para fracturar la coalición, y cuánto de fingido. En cualquier caso, es el motín menos relevante: Sánchez e Iglesias se necesitan, se sostienen y se soportan. Cuestión de estricta supervivencia. Donde no hay motines en el CIS. Allí, la nave va.
Sánchez, escondido
El antiguo «Gobierno bonito» ha mutado en el «Gobierno bueno» de otro presidente huidizo salvo en formato plasma