ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
ILLA SE VA, EL PSC PERMANECE
Nada se hace en La Moncloa sin las encuestas en la mano y el interés del PSOE en la mirada
res y han sido los arquitectos de la línea política del PSC en los últimos seis años, entre ellos hay algunos matices importantes. Por ejemplo en la cuestión de los indultos Iceta ya dejó claro hace tres años que es un firme partidario. A ese respecto Illa es mucho más cauteloso. Aunque fue bajo el liderazgo de Iceta cuando el PSC abandonó su defensa del referéndum pactado en Cataluña, es en principio una figura más condescendiente con la retórica nacionalista. Illa, en cambio, fue el rostro del PSC que en 2017 participó en las manifestaciones de Sociedad Civil Catalana en pleno auge del golpe independentista. Unas movilizaciones que generaban incomodidad en el PSC porque los situaban junto a Ciudadanos y PP. En aquella primera histórica marcha el PSC dio a sus militantes libertad para asistir. Fue Illa y no Iceta quien asistió.
El cambio de estilo entre ambos es abismal. El día y la noche. Si de Illa se ha destacado su sobriedad, a Iceta le caracteriza lo contrario. El líder del PSC ha hecho gala en muchas ocasiones de una incontinencia verbal importante. Que le ha provocado sonoros patinazos. Hasta el punto de que en Ferraz tenían muy interiorizada la idea de que no era un buen cartel electoral. Iceta se ha pronunciado sin filtros sobre los indultos, el pacto fiscal, la plurinacionalidad y otras cuestiones que forman parte de su recetario de soluciones para Cataluña.
Sánchez se reserva
Pese a todo lo que Iceta representa, es cierto que el presidente del Gobierno ha resuelto esta situación con un movimiento limitado. Pedro Sánchez evita así acometer cambios más profundos en el Gobierno pese a las disfunciones existentes. Con Unidas Podemos se han evidenciado de forma especial
Si, como ayer dijo Pedro Sánchez, Illa ha sido un ministro extraordinario, ¿por qué lo cambia en el peor momento de la pandemia? Se me ocurren dos respuestas: o porque no ha sido tan buen ministro como dice el presidente, y urgía cambiarlo; o porque por encima del interés general de afrontar la pandemia está el interés particular del Partido Socialista de ganar las elecciones en Cataluña. Las dos opciones son compatibles, verosímiles y probablemente ciertas.
El refranero dice que uno no debe mente agresiva desde el mes de diciembre. Lo que ha alimentado el enfado de los ministros económicos socialistas. Pero no solo. Una buena parte del Gobierno lleva con Sánchez desde junio de 2018. Con dos años de desgaste a sus espaldas y no habría sido extraño que el presidente hubiese aprovechado la coyuntura para hacer más cambios. bajarse del caballo en mitad del río, y eso es lo que está haciendo el ya exministro de Sanidad cogiendo los bártulos para irse a Cataluña el día que hemos conocido que los datos son los peores desde el comienzo de la crisis del Covid-19.
Desde un punto de vista partidista el movimiento tiene lógica, pues Sánchez sabe que Illa tiene más tirón que Iceta como candidato, y su talante puede funcionar para apuntalar la imagen del PSC como solución en Cataluña. Pero desde un punto de vista más global, es la demostración de que nada se hace en La Moncloa sin las encuestas en la mano y el interés del Partido Socialista en la mirada.
Illa se va, pero el PSC permanece. Es más: el PSC gana peso político en el Gobierno de España, pues Iceta utilizará este nuevo púlpito nacional para apuntalar su discurso equidistante. Su perfil como ministro de Política Territorial es infinitamente mayor que el de su predecesora, que ha pasado políticamente inadvertida.
Y, mientras, el Gobierno sigue jugando con los indultos, la reforma de la sedición, la situación penitenciaria de los presos, etc. Conclusión: los indepes están hoy mejor que ayer.
Sin embargo, la decisión de Sánchez es coherente con el diagnóstico político del Gobierno, que sitúa el primer semestre del año aún en un contexto excepcional. Solo a partir de verano cuenta con tener bajo control la situación sanitaria. Además se habrán celebrado ya las elecciones catalanas y habrá pasado el proceso de negociación para formar un nuevo Govern. Y en función de lo que allí suceda el viento de la legislatura puede soplar en una dirección o en otra. Por tanto, el momento para abordar una crisis de Gobierno que se intente proyectar como un impulso político llegará superada la excepcionalidad. Pasado el verano. En octubre el PSOE celebra un Congreso Federal que puede servir para reajustar piezas.
En las últimas semanas el ministro de Seguridad Social aparecía como el eslabón débil, tras las tensiones por la reforma de las pensiones. Con Unidas Podemos alentando su salida del Gobierno. Las posiciones de Reyes Maroto, ministra de Industria, o la rivalidad de Margarita Robles (Defensa) con Fernando Grande-Marlaska (Interior) son situaciones que en los mentideros del Gobierno suelen aparecer cuando se habla de cambios en el Gobierno.
Continuidad en la pandemia
La marcha de Illa deja a Carolina Darias al frente de la gestión de la pandemia, después de varios meses acompañando al ministro Illa en las reuniones del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud. Sánchez pensó en su momento en Illa para que desde esa posición siguiese haciendo política en clave catalana. La pandemia arrasó esas expectativas, pero Illa siempre ha seguido teniendo un pie puesto en la situación política catalana.
Darias no tendrá esa doble condición. Es una mujer de partido, no una tecnócrata, pero sin la relevancia orgánica de los pesos pesados del Ejecutivo. Su nombramiento rebaja el peso político de la gestión de la pandemia. Y buscar un perfil más acorde al diagnóstico del Gobierno: descargar la gestión en las regiones como receta y hacer cumplir los pronósticos del plan de vacunación.