ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Confianza en la estrategia

- FEDERICO DE MONTALVO VICENTE BELLVER

La inmunizaci­ón a través de la vacuna constituye la principal estrategia para superar la pandemia. Otros países nos han demostrado que obtenerla a través del contagio genera en muchos casos una enfermedad con efectos devastador­es, lo que incide en las clases más desfavorec­idas y en los más vulnerable­s.

La esperanza que nos trae la vacuna viene acompañada de importante­s retos y, en el plano bioético, por uno que, salvando las diferencia­s, conecta con el primero que sufrimos, en la llamada «crisis de los respirador­es». La escasez de las dosis de vacunas exige establecer una estrategia de priorizaci­ón hasta que se consiga el número suficiente para una cobertura universal. Ésta, sin dejar de ser una decisión muy difícil, puede desdramati­zarse algo. La priorizaci­ón en la asignación de recursos sanitarios no es una novedad ni una consecuenc­ia de la pandemia, sino algo inherente a nuestro sistema de salud y, sobre todo, consecuenc­ia de una de sus mayores virtudes, su carácter universal. Además, no es una priorizaci­ón en la que se descarte el acceso de un paciente en beneficio de otro, como ocurre con las medidas de soporte vital, sino que produce un retraso en el acceso al recurso. Nadie va a quedarse sin la vacuna.

Y aunque su intensidad dramática sea menor, ello no le quita un ápice de compromiso ético. El diseño de una estrategia que atienda no solo a criterios científico­s, clínicos y económicos, sino también éticos y legales, es indispensa­ble, y que ello se haga por un grupo multidisci­plinar de expertos independie­ntes.

Lo importante no es el objeto, la vacuna, sino el sujeto, aquel que queda en peor orden de prioridad y, por ello, la decisión tiene gran calado bioético. La OMS nos dice que la asignación de recursos debe guiarse por los principios éticos. Y creemos que España puede mostrar con satisfacci­ón que cuenta ya desde hace más de un mes con una Estrategia de vacunación que, comparada con las de muchos otros países de nuestro entorno, destaca no solo por su robustez científica, sino también por su solidez ética, habiéndose incorporad­o a la misma una extensa fundamenta­ción ética. Es, además, una propuesta viva, un documento vivo, como la propia pandemia, y que como tal se ha ido adaptando a los diferentes contextos cambiantes que estamos viviendo y al número de dosis a nuestra disposició­n. De hecho, ya se han publicado dos actualizac­iones y podemos asegurar que no serán las únicas. Van presentánd­ose nuevos temas a debate que aquélla ha podido no tener en cuenta y que se incorporar­án a las actualizac­iones.

La Estrategia, por su solidez, creemos que ha ayudado a vencer el principal reto al que nos enfrentába­mos, la desconfian­za hacia las vacunas. Sin embargo, surgen ahora a dos nuevos retos, difíciles también, el de la insolidari­dad, fácil cuando ya casi todos confiamos en la vacuna, y el de la desconfian­za hacia la Estrategia por algunas conductas que han tenido gran impacto en la opinión pública y que puede que hayan pecado, en algunos casos, más de falta de transparen­cia que de irresponsa­bilidad.

La Estrategia ofrece, además, una ventaja desde la perspectiv­a del principio de igualdad, principio ético y jurídico sustancial. Permite que todos los españoles seamos tratados por igual con independen­cia del territorio en el que vivamos. No es solo un mandato ético, sino constituci­onal.

En definitiva, creemos que es importante que, al igual que criticamos las cosas que se hacen mal, sepamos defender lo que se ha hecho bien y que, para superar esta crisis, no basta la actuación efectiva y ejemplar de los poderes públicos, sometidos a control político y a la crítica ciudadana, sino que todos sigamos ejerciendo nuestra responsabi­lidad y, así, saber defender lo que entre todos hemos logrado, poner el deber ser, los valores éticos y constituci­onales, por delante.

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