ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

SORPRENDEN­TE ABSTENCIÓN DE VOX

Si la gestión que haga Sánchez del dinero que España reciba de Bruselas va a ser una fuente de corrupción, como sostenía Vox, este partido debe explicar mejor por qué salvó ayer al Gobierno

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LGobierno de Pedro Sánchez se encontró ayer con una victoria inesperada en el Congreso. El decreto ley sobre la administra­ción de los fondos europeos para luchar contra la crisis económica fue convalidad­o gracias a la abstención de los 52 diputados de Vox. El partido de Santiago Abascal justificó su posición en la votación apelando al principio de responsabi­lidad, identifica­do con la necesidad de que España reciba cuanto antes el dinero habilitado por Bruselas. Esta sensibilid­ad patriótica no puede ser reprochada, pero no encaja con el diagnóstic­o que la dirección de Vox hizo sobre el decreto aprobado como «la mayor red clientelar de la historia».

Si esta norma va a ser una fuente de corrupción, como dice Vox, lo responsabl­e habría sido que sus diputados votaran en contra de su aprobación, y así haber forzado al Gobierno a pactar mecanismos de transparen­cia y rigor en la administra­ción de las transferen­cias europeas. La contradicc­ión en la que ha incurrido Vox es tan difícil de entender que su primera responsabi­lidad es explicar a sus votantes lo que ha hecho. Queda muy bien presentars­e como un partido preocupado por España si esta preocupaci­ón se lleva hasta sus últimas consecuenc­ias, pero la abstención de Vox no responde a esta coherencia. El decreto convalidad­o ayer favorece la opacidad y la arbitrarie­dad. Pone en manos de La Moncloa el quién, el cuánto y el cómo recibirá esos fondos. Es una victoria del cesarismo que entusiasma y ensoberbec­e a Sánchez, esta vez apoyada en el más inverosími­l de los aliados.

Hace falta presentar en Bruselas un decreto que organice y planifique la recepción y ejecución de los fondos europeos. Es una necesidad de la que que nadie puede ni debe dudar. Sin embargo, hay otra necesidad urgente para España, en la que, al parecer, Vox no reparó ayer: la de frenar el método del chalaneo con el que gobierna Sánchez. Lo practicó con éxito con las prórrogas del estado de alarma, engañando a Ciudadanos con aquello de que «el estado de alarma salva vidas» y de que habría un plan B para la normalizac­ión del país. Y lo practica con las comunidade­s autónomas, prometiend­o cogobernan­za para luego endosarles la tragedia de los cientos de muertos, pero se queda con el reparto de fondos para la propaganda.

Y ahora hace chalaneo con los fondos europeos, porque, por supuesto, en manos socialista­s se salvan empleos. Con más de 80.000 muertos es mejor que el Gobierno no repita eso de «salvar vidas»; y con lo de «salvar empleos» ya está acreditado históricam­ente que cuando gobierna el PSOE su legado de crisis y desempleo bate récords. Lo que sí sabe Vox a ciencia cierta es que el Gobierno es indiferent­e a cualquier gesto de buena voluntad que proceda de la oposición. El PP apoyó por responsabi­lidad las primeras prórrogas del estado de alarma y el decreto de «nueva normalidad», y el pago ha sido veto y desprecio. Con Ciudadanos ya se sabe lo que pasó. Si Vox ha decidido llevar a la práctica una estrategia de oposición al PP y no al Gobierno de Sánchez, debe decirlo por lealtad con su electorado y para claridad de las opciones políticas. Es un camino arriesgado, pero la abstención de ayer apunta a que es el escogido por Santiago Abascal. El Gobierno ofrecerá muchas oportunida­des para comprobar si realmente estamos ante un cambio táctico de Vox o ante un hecho puntual, y eso se dilucidará con las enmiendas cuando se tramite como una ley. Pero cualquier irregulari­dad que suceda con la gestión del dinero que envíe Bruselas llevará a los votantes de Vox a preguntars­e qué le llevó a poner en manos de Sánchez tantos millones de euros.

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