ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

A la intemperie

- Á. M.

Las grandes crisis mundiales están asociadas a una cola, sobre todo las guerras. Bien mirado, esta del coronaviru­s no deja de ser una batalla por salvar el pellejo ante el Covid y por conservar las estructura­s económicas que mantienen en pie los países. Ahora se guarda cola para todo. En Perú, estos días se espera turno en fila para conseguir oxígeno. Pero no hace falta irse tan lejos de aquí. En España son famosas desde el comienzo de esta plaga vírica las «colas del hambre», a las que han seguido ahora las colas virtuales para vacunarse y los casos de quienes han decidido saltarse su turno. Son cientos los casos que han llegado a los medios, tantos que dejan la duda de que puedan ser muchísimos más quienes se han colado por delante de la mayoría de los ancianos y de la población de riesgo. Todo ello después de que Sánchez saliese en un «Aló presidente» de finales de año, alardeando del modélico plan de vacunación que había preparado el Gobierno para que en junio el 70 por ciento de los españoles fuesen inmunes. Hoy asistimos a que el protocolo es burlado con facilidad; y si no se cambia, como ha hecho Fernández Vara para incluir, junto a ancianos y personas de riesgo, a los altos cargos de la burocracia extremeña. De riesgo para los demás, les faltó especifica­r.

La pandemia, como cualquier situación extrema, ha sacado lo mejor y lo peor de la especie humana. Sobran ejemplos de lo primero, sin duda. Pero también de lo segundo, pues la excepciona­lidad del momento ha multiplica­do los trucos, las trampas, en definitiva la corrupción, la moral y la material. Un informe de Transparen­cia Internacio­nal señala que aumenta la percepción de la corrupción en España a cuenta de la gestión de la crisis. Y nos acordamos ahora de los pelotazos en las compras de material, de aquellos test inútiles, de aquellas mascarilla­s a precio de gamba... Y nos espantamos, claro, con el ánimo aún a la intemperie.

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