ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Las claves

Un estudio del investigad­or conquense Carlos Gómez entre miles de equipos de fútbol amateur muestra que los nombres autóctonos tienen más aceptación que los extranjero­s

- JUAN ANTONIO PÉREZ

arlos Gómez, de 28 años (Iniesta), ha vivido en varios países: Eslovaquia, Estados Unidos y ahora Suiza, donde trabaja como investigad­or en la Universida­d de Zúrich. Cuando llegaba a una nueva ciudad, trataba de contactar con clubes de fútbol locales para seguir jugando a la vez que estudiaba. Sin embargo, «los que vivimos en el extranjero sabemos que el nombre te condiciona», afirma a ABC en conversaci­ón telefónica.

«Mi primera experienci­a mala fue en Eslovaquia. Mandé muchos correos electrónic­os a muchos equipos y nunca me contestaro­n, y terminé jugando en un equipo que era una mezcla de nacionalid­ades», añade. Eso se le quedó grabado.

Licenciado en Ciencias del Deporte por la Universida­d de Castilla-La Mancha (UCLM), con un doctorado en Economía y Empresa también por la UCLM, desde hace poco más de un año está embarcado en un proyecto sobre fútbol e inmigració­n junto con otros dos investigad­ores, el noruego Cornel Nesseler y el suizo Helmut Dietl, que financia la Swiss National Science Foundation (Fundación Nacional de Ciencias de Suiza) y del que se ha hecho eco el Observator­io Social de la Caixa.

El experiment­o es sencillo: comprobar si todas las personas, en función de cómo se llamen y de dónde provengan, tienen las mismas posibilida­des de jugar en un equipo de fútbol. Anteriorme­nte ya se habían hecho estudios parecidos sobre la búsqueda de un trabajo o una vivienda. La mecánica consiste en enviar un correo eletrónico idéntico a miles de equipos amateur «en el que simplement­e preguntába­mos si podíamos ir a un entrenamie­nto de prueba».

Lo único que cambiaba de un correo a otro era el nombre del supuesto futbolista. En el caso de España se mezclaban nombres autóctonos como Alejandro López o David García, con los de procedenci­a árabe (Mohamed Bennani y Youssef Alami), rumana (Stefan Ionescu y Gabriel Popescu) o anglosajon­a ( James Williams y Jack Brown).

Los resultados muestran a las claras que los nombres extranjero­s tienen bastantes más dificultad­es para

Cla integració­n social. El estudio empezó en Suiza, que es « un laboratori­o ideal» por su mezcla de culturas y en el que el 25% de su población ha nacido fuera, y después se ha ido ampliando hasta alcanzar un total de 22 países europeos.

En España se contactó con 1.410 equipos de todas las comunidade­s autónomas, casi siempre de las categorías más bajas. No se incluyó a equipos de niños ni tampoco femeninos, aclara el investigad­or conquense, que menciona la colaboraci­ón de Teresa Romero, asociada a la UCLM, en el estudio de nuestro país.

El ratio de respuestas afirmativa­s a esos correos si el nombre del jugador era autóctono se situó en el 49,29% y bajó hasta el 36,06% si era extranjero. Una brecha de 13 puntos que está por encima de la media europea. Por ejemplo, en Suiza se preguntó a 1.188 equipos, de los que el 61,9% respondier­on de forma afirmativa y el 54,9% no contestaro­n o lo hicieron negativame­nte.

Gómez explica que, de momento,

El experiment­o

Consiste en mandar el mismo correo a miles de equipos de fútbol preguntand­o si pueden ir a un entrenamie­nto

Distinta procedenci­a

Lo único que cambia es el nombre del supuesto jugador: David García, Mohamed Bennani o Stefan Ionescu

Categorías más bajas

El estudio empezó en Suiza y se ha extendido a 22 países de toda Europa. En España contactaro­n con 1.410 clubes

Resultados

En España si el jugador tenía nombre autóctono las resupuesta­s afirmativa­s fueron el 49% y si era extranjero el 36%

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LA CAIXA En el estudio también han notado que existe «una jerarquía entre nacionalid­ades»

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