ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Los americanos que resisten en Wuhan

La colonia estadounid­ense en la ciudad china no solo sufrió la pandemia en su epicentro, sino también la mayor crisis política entre los dos países

- PABLO M. DÍEZ

Primero les pilló justo en su epicentro la peor pandemia en un siglo y, luego, la «Nueva Guerra Fría» entre EE.UU. y China. Hablamos de los americanos que viven en Wuhan, testigos de excepción de este año convulso no solo por el coronaviru­s, sino también por la mayor crisis diplomátic­a entre sus dos países, el de origen y el de adopción. Del millar de estadounid­enses que residían en esta ciudad a principios de 2020, cuando se desató el pánico por su cierre y confinamie­nto el 23 de enero, 800 fueron evacuados a su país en las dos primeras semanas.

Con familias enteras incluidas, muchos han regresado en medio de un sorprenden­te cambio de tornas. Mientras la epidemia se atajaba en Wuhan y el resto de China, se propagaba sin control por EE.UU., el país con más contagiado­s y fallecidos. Pero también hubo un centenar de americanos que, venciendo al miedo, decidieron quedarse en Wuhan, donde pasaron 76 días confinados en sus casas.

«No me marché porque preferí esperar a ver qué ocurría para entender bien la situación y, además, porque tengo dos gatos que no quería dejar atrás», nos cuenta Erika Carlson, profesora de 36 años de Chicago que dirige un colegio internacio­nal. De sus 320 alumnos, que procedían de 27 países, han regresado ya 248, la mayoría de Canadá, EE.UU., Francia, Corea del Sur y Japón.

«La vida ha vuelto a la normalidad y el colegio reabrió en septiembre con la mitad de alumnos, mientras que el resto las seguía en internet. Pero ahora hay más sensibilid­ad porque se acaba de cumplir un año del confinamie­nto y tenemos que reforzar los controles, por ejemplo tomando la temperatur­a a los estudiante­s y ventilando las aulas», explica. Del medio centenar de personal extranjero de la escuela, solo permanecie­ron ocho docentes, seis de ellos americanos, también la nacionalid­ad más numerosa entre los expatriado­s que se quedaron en Wuhan. «De los 200 extranjero­s que no nos fuimos, la mitad éramos estadounid­enses», calcula Carlson, quien recuerda que «un punto de inflexión fue la evacuación. Opté por quedarme y ahora Wuhan es una de las ciudades más seguras del mundo. Viendo cómo se ha desarrolla­do después la pandemia, es duro leer lo que ocurre en mi país y el resto de Occidente».

Gracias en gran medida a sus tempranos consejos de protección, su familia está bien de salud, pero conoce a muchas personas que se han infectado. «Nunca pensé que la epidemia iba a ser así en EE.UU. porque creía que la respuesta sería más adecuada. Cuando surge un problema, tienes que mirar a quien lo ha sufrido en primer lugar y aprender de su experienci­a » , razona con una lógica que, por desgracia, pocos han aplicado en Occidente.

Su país se ha visto devastado por los bandazos sanitarios de Trump, quien luego azuzó la «Guerra Fría» contra el «virus chino» para desviar la atención sobre su errática gestión. «En general, el trato es bueno y muchos chinos me dan las gracias por haberme quedado en Wuhan, pero algunos me hacen comentario­s irónicos sobre la pandemia en EE.UU.», señala Carlson. Dentro del conflicto entre ambos países, lo que más les afectó personalme­nte fue «el cierre del consulado chino en Houston, donde se estaba gestionand­o el regreso de algunas personas a la escuela, que es muy difícil por las restriccio­nes sanitarias».

Erika Carlson

«Opté por quedarme y ahora esta es una de las ciudades más seguras del

mundo»

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ABC Erika Carlson, de Chicago, directora de un colegio internacio­nal
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