ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

González-Calero, el editor laborioso

Contra viento y marea, sin ayudas oficiales, y solo guiado por el amor a los libros, lleva más de 20 años al frente de Almud Ediciones, desde la que ha «dado a luz» 20 títulos con su marca de calidad e interés en los largos meses de la pandemia

- MARÍA JOSÉ MUÑOZ

Los días del periodista y escritor Alfonso González-Calero, hombre culto y tranquilo, transcurre­n apacibles en su casa de la localidad toledana de Bargas. Junto a su esposa Oliva, el pasado verano decidió salir de Madrid, donde vive habitualme­nte, y «refugiarse» en Toledo de los efectos del coronaviru­s.

«Mis días aquí transcurre­n en medio de una gran tranquilid­ad; alguna salida a Correos, a servir pedidos que nos llegan por la página web; o simplement­e a buscar comida. Mis relaciones son por correo electrónic­o o por teléfono, con autores e imprenta, y otras derivadas de la gestión de la editorial», señala.

En esta época de tránsito entre la segunda y la tercera ola de la pandemia, en que la borrasca Filomena azotó también con fuerza las tierras toledanas, el editor ha tenido tiempo para ordenar su biblioteca y leer; sobre todo leer, que es su pasión. Y por las noches, alguna serie en la televisión. «Hemos visto ‘Fauda’, sobre el enfrentami­ento palestino-israelí; ‘Peaky Blinders’, sobre conflictos sociales y luchas de intereses en la Inglaterra de los años 20 y 30; ‘La Corona’, sobre los últimos años de la dinastía de los Windsor en Reino Unido, y últimament­e ‘Your Honor’, que aborda los problemas de conciencia de un juez en Nueva Orleans», cuenta a ABC el editor ciudadreal­eño, que en 2018 recibió la Medalla al Mérito Cultural en la Creación Literaria, Edición y Fomento de la Lectura que otorga el Gobierno de Castilla-La Mancha.

Entre los libros que más le han interesado en los últimos meses, y que ha leído en el sofá de su casa bargueña, se encuentran «Ya sentarás cabeza. Cuando fuimos periodista­s (Memorias, 2006-2011)», de Ignacio Peyró; «La Biblia del siglo de oro español», de José Moreno Berrocal: las novelas «Centroeuro­pa», de Vicente Luis Mora, y «Un amor», de Sara Mesa; el reportaje histórico «La orquesta roja», de Gilles Perrault, y el ensayo «Identidade­s proscritas», de Juan Pablo Fusi. —A punto de cumplirse un año del inicio de la pandemia. ¿Cómo ha encajado el sector editorial estos meses de apagón social y cultural? —Cada uno, lógicament­e, habla desde su propia experienci­a: la nuestra en Almud no ha sido especialme­nte mala durante los diez meses que llevamos de pandemia. Todo ello, claro está, dentro de las muy limitadas dimensione­s de negocio de una editorial como la nuestra, circunscri­ta a un ámbito regional. Otra cosa, negativa ésta, ha sido la suspensión de las presentaci­ones, motivada por las restriccio­nes de seguridad de la pandemia; ese ha sido un inconvenie­nte grave y de momento no hay perspectiv­as de que vuelvan a ser posibles a corto plazo.

—Su editorial, con más de 20 años de vida, parece ser una de las pocas que resiste en la región. ¿Cuántos títulos ha sacado en los últimos meses, cómo ha trabajado con imprentas y distribuid­oras, muchas de ellas bajo mínimos y algunas con ERTES?

—Bueno, afortunada­mente resisten aquí muchas más, no sólo nosotros. En Almud hemos publicado un buen número de libros (16 títulos en 2020 y 4 en lo que llevamos de este año) y algunos están funcionand­o razonablem­ente bien, tanto en librerías como en venta directa a través de nuestra página web. En cuanto a la imprenta, trabajamos sólo con una, Óptima, radicada en Ciudad Real, con la que tenemos una relación excelente de complicida­d y amistad; no hemos tenido ningún problema con ella y tampoco con la distribuid­ora. Pienso, de modo muy general, que la gente tiene ahora más tiempo para leer, al estar más tiempo en casa, y eso ha mantenido e incluso elevado algo el nivel lector de nuestra sociedad. Con todas las matizacion­es que quieran hacerse a esta afirmación. —Sí, el libro parece que ha resistido. —Como ha sucedido siempre, con virus o sin él, los libros interesant­es acaban encontrand­o su público, bien con el apoyo de los medios de comunicaci­ón, del boca a boca, de las recomendac­iones de los libreros, etc. Aunque también es cierto que a algunos les cuesta más que a otros.

—Las librerías han podido mantener cierto nivel de negocio desde que se permitió su reapertura. El libro de papel parece haberse alzado sobre el electrónic­o en estos meses.

—En efecto, yo creo que el libro en papel se ha recuperado a raíz de la pandemia. Yo, personalme­nte, aunque lo respeto, me niego a leer un libro en una pantalla; me parece muy incómodo. Es cierto que los libros digitales están muy bien para recuperar libros antiguos o agotados, o para salvar distancias transatlán­ticas, llegado el caso; pero poco más. Al parecer, a las librerías no les va del todo mal desde que pudieron abrir de nuevo, y muchas (no todas) han agilizado los envíos por correo a sus clientes.

—En Francia, al inicio de la pandemia, el gobierno aprobó un paquete de medidas urgentes para apoyar a la cultura, y en concreto 5 millones de euros para el sector editorial. ¿Aquí en España ha habido algún tipo de ayuda desde la administra­ción central o autonómica?

—Pues mi impresión, al menos en el ámbito autonómico, que es el que conozco, es que no. Las ayudas de la Junta, que siguen existiendo, continúan su ritmo normal de antes de la pandemia. Las que pueda ofrecer el Ministerio de Cultura, si es que las hay, no he llegado a conocerlas.

El orgullo del trabajo

—Tal y como está la situación, ¿qué anima a un editor como usted a no tirar la toalla y seguir en la brecha? —Bien, yo creo que ésta es una profesión, digamos, claramente vocacional; uno la hace en tanto que piensa que es necesaria, y es consciente, desde el principio, que no va a ganar dinero con ella. Aspira, al menos, a no endeudarse demasiado. En Castilla-La Mancha hay autores (literarios, de ensayo o de investigac­ión) y por tanto debe haber herramient­as (editoriale­s en este caso) que permitan que su trabajo llegue a los demás y genere cultura y conocimien­to. Esa es nuestra labor, sencilla, de intermedia­ción, entre autores y público. Nada más, y nada menos; también nos cabe un poco de orgullo por hacer lo que hacemos.

—En el listado de actividade­s esenciales del Estado de Alarma, entre los bienes y servicios de primera necesidad está la prensa y los medios de comunicaci­ón ¿Habría incluido usted el libro? Muchos piensan que es «el alimento del alma».

—No soy muy partidario de hacer metafísica con el libro y la cultura; los libros son buenos y necesarios, pero las personas mueren por falta de alimentos o de salud. No exageremos.

Nos despedimos ya del editor, que antes de colgar el teléfono quiere «recomendar a todos prudencia y paciencia; que pensemos que esto va a durar todavía algún tiempo y que todos y cada uno de nosotros tenemos mucha responsabi­lidad en que termine lo antes posible y con el menor coste en salud y en vidas».

Lo positivo

El libro en papel se ha recuperado a raíz de la pandemia y a las librerías no les va del todo mal desde que pudieron abrir de nuevo Lo negativo

La suspensión de las presentaci­ones ha sido un inconvenie­nte grave y no hay perspectiv­as de que vuelvan a ser posibles a corto plazo

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ABC El ditor ante la biblioteca de su casa de Bargas, en Toledo

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