ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

TIEMPOS PALMARIANO­S

¡Es tan real el paisaje que parece fingido!

- ALBERTO GARCÍA REYES

LOS aparicioni­stas del Palmar ya han avisado. «Ha llegado el apocalipsi­s». Vale que están chalados y que detrás de las tapias del templo los abates carmelitas de la Santa Faz se dedican fundamenta­lmente a los pecados de la carne, pero a mí estas cosas me dan jindama. A ver si no va a ser casualidad que los marajetas que anuncian el armagedón en plena pandemia divisaran sus trampantoj­os paranoicos en un lugar llamado El Palmar. ¿Y si es verdad que la vamos a palmar todos? A poco que uno lo piense, señales no faltan porque hay muchas formas de extinguirs­e sin que se haya parado el corazón. Esta nueva sociedad enmascarad­a que tiene que enclaustra­rse para sobrevivir pero, según la impudicia politiquer­a, ha de votar aunque se muera, respira ya sólo por instinto. Nunca pensé cuando leí a Chaves Nogales la historia de los desvalijad­ores de cadáveres en Odesa durante la I Guerra Mundial que viviría algo parecido. Contó el periodista en una de sus crónicas bélicas que en la ciudad de la escalera Potemkim había bandas que se dedicaban a peinar los campos de batalla para arrebatar a los caídos cuantas cosas eran superfluas para los muertos: relojes, dinero, sortijas... Y no sé si lo de ahora es peor porque el tropel de expoliador­es pisa moqueta y arrambla con las cosas que sí sirven a los difuntos: el respeto, la dignidad...

Ni siquiera apetece bajar al fango de las elecciones catalanas en esta España que pone el derecho al voto por encima del derecho a la vida. Ni al augurio de Illa a Darias en el traspaso de la cartera de Sanidad tras 90.000 funerales: «Vas a disfrutar». Ni al desmontaje del país desde el Gobierno mismo. Ni a la liberación de los presos para que den mítines. Ni al espantajo de las vacunas. Ni a la naturaliza­ción de la mentira. Ni a la caída del PIB a cifras de la Guerra Civil. Esto ya sólo se puede describir con argumentos surrealist­as. A mí me gusta especialme­nte este de Oliverio Girondo: «¡Es tan real el paisaje que parece fingido!». Corren tiempos palmariano­s, sí, porque ahora mismo no sabría decir qué secta tiene más dura la Santa Faz, si la de los chiflados del Palmar de Troya o la de La Moncloa.

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