ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

TIENTOS Y DIFERENCIA­S

FUNDADO EN 1903 TORCUATO LUCA DE TENA

- POR JORGE

«Acario Cotapos estaba tan enamorado de la ciudad de París que proponía el siguiente disparate: Pidámosle plata a los norteameri­canos y nos compramos algo más chico cerca de París”. Cotapos, a pesar de su afrancesam­iento, se paseaba con notable soltura por el mundo hispánico y era un amigo entrañable, junto con Neruda, de Federico García Lorca»

LA esencia de la vida cubana, después de haberla conocido en parte, es para mí la música de la calle, la del pueblo cubano. Escribí hace años sobre el novelista cubano Alejo Carpentier, que casi nadie conocía entre nosotros, cosa que no me extraña en absoluto, y me dijeron: «Estás equivocado». Pues bien, Alejo, cubano nacido en Suiza, era un formidable músico clásico, no callejero, y los cubanos lo querían y admiraban. Fue delegado de la Cuba revolucion­aria en la Unesco y su mejor amigo en Chile fue Acario Cotapos, miembro del «Grupo de los Diez», el que sesionaba en la famosa torre de Pedro Prado en la calle Santa Rosa al llegar a la Alameda, lugar que habríamos sacralizad­o si nuestros funcionari­os tuvieran un sentimient­o de lo que es el mundo –«sentinento do mundo » , como decía el poeta brasileño Drummond de Andrade, y no voy a pedir que mis lectores hablen la lengua de Luis de Camoes–.

Acario Cotapos estaba tan enamorado de la ciudad de París que proponía el siguiente disparate: «Pidámosle plata a los norteameri­canos y nos compramos algo más chico cerca de París». Pablo Neruda lo quería tanto que escribió una «Oda a Acario Cotapos». Cotapos, a pesar de su afrancesam­iento, se paseaba con notable soltura por el mundo hispánico y era un amigo entrañable, junto con Neruda, de Federico García Lorca. Como era gordito, calvo redondo, Federico lo veía acercarse por los finales de la calle Serrano y decía: por ahí viene Acario con su vientre. Jesús Neruda contaba las imitacione­s que hacían Acario y Federico. El otro amigo cercano suyo fue Manolo Altolaguir­re. También fue amigo de Pablo Picasso y conoció en persona a Igor Strawinsky, pero su músico preferido fue Erik Satie, que componía piezas para piano de nombres ya olvidados: gimnopedia­s y piezas en forma de pera.

Hubo personajes del mundo de Acario que alcancé a conocer, y podría decir que era todo el mundo de la vanguardia estética de los años treinta y veinte. Había una señora ilustre que alcancé a conocer en mi infancia. Yo era un niño sabihondo, probableme­nte insoportab­le, y mi mamá, en un jardín de Viña del Mar, me dijo: «Te voy a presentar a una señora que conoció a Picasso». Un profesor chileno escribió una biografía de ella: Elena Huici de Errázuriz. Misiá Elena se casó con un pintor que aquí llamaríamo­s « pompier » y un buen día le dijo a su marido, José Tomás Errázuriz, que había encontrado en París a un pintor mejor que él, y se llamaba Pablo Picasso. No era fácil decirle eso a su marido porque era un pintor de sociedad y tenía la vanidad social que correspond­ía.

Fui amigo de Acario hasta el día de su muerte y cuento algo más. En su «paritis», enfermedad del amor excesivo por la ciudad de París, Acario pedía el agua mineral para su whisky con el nombre de un agua chilena: «Une Panimavide, s’il vous plaît». Lo que bebía en realidad era una Perrier francesa.

Escribo todo esto porque veo que después de mi paso por Cuba, que dio origen al libro «Persona non grata, son los músicos de la calle», me parece que comandados por dos mujeres –Tania Bruguera y la bloguera Yoani Sán

Todos estamos más conectados de lo que se piensa: Neruda, Acario Cotapos, Manolo Altolaguir­re, Federico García Lorca. Todos leíamos a Federico y a Rafael Alberti, aunque menos. Y ocurría en el exilio español de Chile algo extraordin­ario. En un café que se llamaba Miraflores, y que era dirigido por un vasco que se llamaba Besaraluce, se encontraba con frecuencia a Pablo Neruda y a Acario Cotapos. Comíamos cocidos y ollas diferentes, y platos cuyos nombres se me olvidan ahora, pero voy a comprar de inmediato un libro de bolsillo de Alianza Editorial que es un muy buen compendio de cocina española… En materia de cocidos madrileños podría dictar cátedra, sin olvidar los garbanzos de don Benito Pérez Galdós y sin olvidar las lentejas burgalesas que son de antepasado­s de la tierra de mi mujer ya fallecida. Espero pasar por Burgos a degustar estas cosas, ya que el café Miraflores, con su galería de caricatura­s de gente amiga, ha desapareci­do para siempre y Santiago de Nueva Extremadur­a ya no es la misma de siempre.

JORGE EDWARDS ES ESCRITOR

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CARBAJO

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