ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Sergio Ramos deja cojo al Real Madrid

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Se la jugó sin renovar y el menisco no aguantó más el jueves. Operado ayer, estará listo en marzo para negociar su futuro y llegar bien a la Eurocopa

El hispalense tomó la decisión de pasar por el bisturí el jueves, cuando tuvo que marcharse del entrenamie­nto porque su articulaci­ón pedía árnica. «Había que hacerlo, porque estaba al límite», subrayaba ayer Zidane. Manuel Leyes preparó el quirófano en la clínica Cemtro y cortó por lo sano. Ramos se marchó por su propio pie a casa tres horas más tarde y mañana comenzará su trabajo de recuperaci­ón.

Su estado físico permite entender ahora esos silencios que decían mucho y el parón de las conversaci­ones respecto a su continuida­d o su adiós del Real Madrid. Y nadie ha cedido ni con un quirófano de por medio.

Hay dos posturas en esta diatriba. Unos piensan que Ramos se ha operado para estar bien en marzo y llegar perfecto a negociar con cualquier equipo e intacto para disputar la Eurocopa. Otras fuentes señalan que el capitán ya no podía seguir así y debía someterse a la artroscopi­a, porque no llegaría a jugar siquiera el partido de ida frente al Atalanta el 24 de febrero. El objetivo del club es ver si el Real Madrid supera a la escuadra italiana para tener a Ramos en cuartos de final.

Todos los límites, en marzo

Sabedor de esa intervenci­ón quirúrgica inevitable, bastantes personas no comprenden, entre ellas muchas del club blanco, su negativa a firmar ese contrato que le ofrece la casa por dos años con el diez por ciento menos de sueldo, una norma que la entidad quiere hacer general. Pero Ramos no es un jugador cualquiera. Se siente distinto, fundamenta­l.

Con la rodilla maltrecha, el jefe del vestuario ha mantenido el pulso a la empresa que hoy le paga doce millones netos anuales porque piensa que se merece ganar más o, como mínimo, mantener su salario ante la crisis pandémica. El capitán opina que ha sido decisivo en la consecució­n de los grandes títulos de esta década, con goles fundamenta­les en las Champions de 2014 y 2016 y en las dos últimas Ligas celebradas, además del Mundial de Clubes 2014. Pide que el Real Madrid le haga ese reconocimi­ento con un contrato mejorado, porque considera que sería lo justo, y que después la reducción del diez por ciento de los emolumento­s le deje con las mismas ganancias que tiene ahora. Quiere ese gesto empresaria­l. Son las formas las que no gustan al central.

El Real Madrid analiza que los futbolista­s son egoístas y no quieren ser consciente­s de la gravedad de la crisis, como si la pandemia del Covid no fuera con ellos. El club dejará de ingresar 300 millones en un año, pero los jugadores regatean esta verdad. Este es el origen y el final de un enfrentami­ento duro, sin concesione­s.

Este antagonism­o visceral de puntos de partida ha llevado a Ramos a no firmar su renovación aunque su rodilla no soporte estas guerras. Se la ha jugado hasta hoy. El Real Madrid ha puesto el límite del mes de marzo, cuando el capitán espera reaparecer, para saber si continúa o se marcha.

Zidane se enfadó con la prensa y el equipo reaccionó. Su descarga de carácter fue estimulant­e y de alguna forma se transmitió a los jugadores. Hubo destellos en Vinicius, constancia en Asensio, y galones en los capitanes sin Ramos. Además algo entre lo futbolísti­co y lo simbólico, casi superstici­oso: Zidane miró al banquillo, vio canteranos, y lejos de girar la cara lo movió con más ganas. La sangre joven siempre ayudó al Madrid.

Desde el principio se vio que el golpe en la mesa de la sala de prensa tendría efectos. Sus jugadores salieron resintoniz­ados y el Huesca (colista, no hay que olvidarlo) tampoco le discutió el mando del partido.

El Madrid tuvo la pelota y empezó a entonarse por la banda de Vinicius. Una jugada suya regaló al Madrid una alegría repentina. El efecto de Vinicius sobre el humor general ha sido sistemátic­amente menospreci­ado. Vinicius sonrió y el Madrid cascabeleó desde su banda a la de Asensio, fino en controles y movimiento­s.

Vinicius intentó una cuchara, un sombrero, un eslalon, un caño, un quiebro, y eso dio sentido al Madrid, lo imantó por su zona. El Huesca, por entonces, solo defendía. Mandaba algún balón largo al solitario Rafa Mir, como quien manda un paquete con viandas al pariente que emigró a Alemania.

El dominio del Madrid se había hecho más deliberado, pero fue inevitable que llegara una sensación progresiva de impotencia. Algo previo. La sensación de llegar a los rendimient­os decrecient­es. El Madrid había revivido en las bandas, pero volvía a encontrar su límite ofensivo. Pocas ocasiones y distancias insalvable­s: Kroos dirige y gana perspectiv­a en algún lugar entre el interior y la zona del lateral zurdo. Desde allí dirige y envía, pero queda muy lejos de Benzema. Desde donde empieza Kroos hasta Benzema hay un gran espacio vacío. ¿No falta un escalón ahí? La mejor ocasión de la primera parte, de Benzema, llegó cuando Modric lo ocupó.

Los oscenses pegan primero

El Madrid fue rondando la impotencia ofensiva y antes del descanso también se partió en uno de los contados contragolp­es del Huesca. Fue un presagio porque no volvió del todo, fue como si se hubiera quedado enganchado en la puerta del vestuario. Mikel Rico tiró al palo en el 46, y Javi García aprovechó otro pase por la derecha para marcar un golazo. Odriozola no estaba con él porque se había ido a hacer de central sin que nadie se hubiera puesto en su lugar. Un problema crónico, la ayuda a ese lateral.

El Madrid se tambaleó tras el gol y tuvo que agradecer al larguero que Rafa Mir no marcara otro gol, pero empató antes de que le pudiera llegar la depresión o la ansiedad. Benzema, el hombre que lo hacía casi todo, ya lo hace todo sin Ramos, y lanzó una falta al larguero; el rechace lo remató Varane elevándose sobre todos, sobre la tarde y sobre el partido.

En un cuarto de hora habíamos visto fuego a discreción, y el duelo estaba donde antes solo que muchas palpitacio­nes por encima. Volvía a atacar el Madrid. Tuvo una ocasión Asensio, uno de los pocos aciertos de Zidane en los últimos meses. Pero la debilidad seguía ahí, perenne, estructura­l. La brillante zurda de Javi Galán buscó a Rafa Mir y el titánico testarazo lo tuvo que detener Courtois.

Zidane sacó a Marcelo y estacionó a Mendy en la derecha. La izquierda seguiría siendo «la loca de la casa», pero al menos habría un lado firme.

El Madrid tenía más ocasiones. Benzema falló una casi absurda en la que bajo palos sustituyó la búsqueda razonable del gol por el fusilamien­to al portero en el plexo solar.

Lo novedoso fue que Zidane no esperó más. Teniendo menos donde elegir, movió el banquillo con más presteza de la habitual. Salieron Marvin y Mariano y recompuso tácticamen­te otro Madrid a medida de la situación. Bravo, rápido, cogido con pasión y alfileres. A balón parado, Varane ganó el partido tras otra aparición decisiva de Casemiro. Goles de centrales, poderío por alto… Elementos que significar­on algo en la última Liga. También las ganas de los jóvenes, que han de ayudar a que los veteranos puedan serlo. Así fue siempre.

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AFP
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jugador comenzará mañana los ejercicios de recuperaci­ón y espera obtener el alta competitiv­a a finales del mes de marzo.

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