ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

El primer asalto del confeso Bárcenas

El extesorero del PP llega como principal acusado a la vista que analizará la caja B

- ISABEL VEGA

La referencia a la existencia de una caja B en el Partido Popular costó el Gobierno a Mariano Rajoy, moción de censura mediante, en 2018. Era sólo una mención que, como diría después el Tribunal Supremo, no venía del todo a cuento; introducid­a so pretexto de contextual­izar la primera época de la trama Gürtel, pero no era objeto del procedimie­nto. Ahora sí.

Hoy arranca el juicio del que emanará el pronunciam­iento formal sobre la existencia, o no, de un modus operandi repetido durante al menos veinte años por el que un partido de gobierno permitía la entrada y salida de dinero en efectivo para fines diversos y a espaldas, por descontado, de la Hacienda Pública. Y llega en un momento en que el único responsabl­e vivo de aquellas presuntas finanzas alternativ­as, Luis Bárcenas, parece decidido a ajustar sus propias cuentas.

La amenaza del tesorero

Formalment­e, el juicio se celebra por hechos muy concretos: el pago con fondos de la caja B de las reformas de la sede del PP en la calle Génova de Madrid, un delito fiscal por las donaciones, y la compra y reventa de acciones en Libertad Digital con la misma hucha. Pero para llegar hasta ahí, hay que demostrar la existencia de la contabilid­ad alternativ­a, la misma que acabó en la prensa en el año 2013.

Cuando parecía que la única presa que iba a cobrarse la trama Gürtel era Bárcenas, las hojas que habría estado rellenando a mano durante años con entradas y salidas de «cash» en el PP vieron la luz. En un primer paseo ante el juez, el extesorero comenzó a poner cada cifra en su contexto. En la siguiente cita renegó hasta de haber escrito los asientos, aunque las periciales le contradije­ran. Con todo, sin su colaboraci­ón la investigac­ión era más complicada: faltaba contexto, cuando no directamen­te indicios, para asociar cuantías a donantes y perceptore­s y, más importante aún, traducir esa generosida­d en adjudicaci­ones de obra pública.

Ahora, Bárcenas dice que había llegado a un pacto con el PP a través de «intermedia­rios» que le llevó a firmar la paz con el partido. Su silencio, a cambio de impunidad para su mujer, que acabó condenada a 15 años de prisión precisamen­te, por los indicios en las anotacione­s filtradas a la prensa.

En noviembre ingresó en Alcalá Meco y el «nada que perder» de Bárcenas empezó a resonar. Tampoco tiene mucho que ganar. Con la ley en la mano, los beneficios penitencia­rios los percibe el reo a golpe de propia conducta. Son para sí, no para un tercero. Esa meta parece quedar así al margen. El extesorero se siente engañado y cree que es hora de «poner las cosas en su sitio», dicen en su entorno, reticentes a hablar de venganza.

La caja B

El juez que investiga las donaciones al PP tiene ya el calendario en la mano para llamarle a declarar. Pero se celebra antes este juicio, al que llega habiendo puesto por escrito que los hechos que relatan la Fiscalía y el instructor son ciertos y está dispuesto a hablar de ellos.

Según esa tesis, Bárcenas heredó en 2008 de su predecesor, el difunto Álvaro Lapuerta, más de un millón de euros en donaciones en B por las que el PP dejó de ingresar a Hacienda «al menos, 220.167,04 euros». Las entradas se hacían en efectivo y las salidas eran o fraccionad­as a la cuenta oficial del partido o en « cash » para fines como apoyar campañas, a miembros víctimas de ETA o recompensa­r a dirigentes fuera de la nómina oficial. Bárcenas ahora pone nombre a las iniciales que recogía aquella contabilid­ad, pero al juicio llega acreditado indiciaria­mente el pago de 6.000 euros en dos entregas al exgerente Cristóbal Páez, acusado igualmente.

El juicio

Y de l a caja salieron también, de acuerdo a la acusación, 1.552.000 euros pagados a los responsabl­es de la constructo­ra Unifica, Gonzalo Urquijo y Belén García, « al margen de la facturació­n y contabiliz­ación oficial» para la reforma de distintas plantas de la sede central. Todo por gestión de Bárcenas y Páez, que se sentarán junto a ellos y a la trabajador­a de la empresa Laura Montero en el banquillo de acusados desde hoy.

El tribunal lo conformará­n finalmente José Antonio Mora, Fernando Andreu y María Fernanda García, tras la recusación de Concepción Espejel, Enrique López y Ricardo de Prada.

El extesorero tiene un horizonte mínimo de cinco años de cárcel, los que pide la Fiscalía Anticorrup­ción por falsedad, inducción y cooperació­n en delitos fiscales y contra la Hacienda Pública, así como por apropiació­n indebida. Este último, por su connivenci­a en que Lapuerta se quedase los beneficios de unas acciones de Libertad Digital que, previament­e, había adquirido con dinero de la caja. Mientras, para el exgerente Cristóbal Páez la petición es de 18 meses de cárcel y los constructo­res afrontan casi 4 años.

Las acusacione­s populares, como IU o Adade, reclaman también organizaci­ón criminal. En cuanto al PP, las partes apuntan un delito fiscal por el impuesto de Sociedades de 2008 –2007 según la Abogacía–, pero la Fiscalía no lo ve. Acudirá como responsabl­e civil subsidiari­o: pagó más de un millón de fianza y responderá de las multas que Páez y Bárcenas no asuman.

El juicio se prolongará hasta mayo y por la Sala desfilarán entre otros testigos José María Aznar, Mariano Rajoy y los dos exsecretar­ios generales del partido, Ángel Acebes y María Dolores de Cospedal. Todos, con obligación de decir la verdad y todos, en la lista negra de Bárcenas. Ya les ha involucrad­o en la caja B por escrito ante la Fiscalía Anticorrup­ción, de un modo u otro. Queda por ver si su relato se sostiene bajo la lupa del juez instructor y si se mantiene en la Sala frente al tribunal. Este es el primer asalto.

Responsabl­e civil El PP acude como responsabl­e civil subsidiari­o por las conductas de sus exaltos cargos Bárcenas y Páez

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