ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Un guardia civil muerto en 2001 y tres asesinos libres

El juez decide el archivo sin ni siquiera tomarles declaració­n

- CRUZ MORCILLO

«Sonó el teléfono y era la Guardia Civil. Mi padre y yo nos íbamos a trabajar. Me miró y sin que yo dijera nada me puso la mano en el corazón. Mi madre despertó al bloque entero chillando y luego se quedó petrificad­a. Ya nunca más fuimos la familia que éramos». Óscar Sanz tenía 23 años el 3 de febrero de 2001, la mañana que le contaron que a su hermano lo habían matado en la calle, en Carabanche­l (Madrid), muy cerca de su casa.

El guardia civil Juan Carlos Sanz

Cancelas, de 25 años, destinado en Inchaurron­do, murió acuchillad­o y recibió dos disparos en la cabeza, con su pistola reglamenta­ria, tras salir de un pub con otro compañero. A Juan Manuel, destinado en Éibar, lo apuñalaron dos veces. Alrededor de las cuatro de la mañana se encontraro­n con un Nissan Patrol verde. A bordo, cuatro delincuent­es comunes se liaban un porro. Tuvieron un rifirrafe y de las palabras pasaron a las armas. Dos de los individuos se bajaron del coche con un cuchillo y una cadena.

Los agentes les dijeron que eran guardias civiles. Juan Carlos desenfundó su pistola reglamenta­ria. «A mí no me engañas, eso es de fogueo», le espetó uno de ellos. Se la arrebató y le disparó en la cabeza, mientras uno o varios apuñalaban a su amigo. El guardia murió en el acto, desarmado.

Al día siguiente apareció un vehículo idéntico quemado en Leganés, pero hasta mucho después no se supo que ese no era el coche en el que huyeron los asesinos. No era un atentado, sino un crimen. Uno de esos que se enquistan y va sepultando el olvido, acompañado de alguna inacción.

«Mis padres iban todos los días al cementerio andando, cuatro kilómetros, lloviera o hiciera 40 grados. Hasta que enfermó mi padre (estaba destinado en la Guardia Real) en 2013», relata Óscar, que era un binomio de su hermano. En 2015 el padre murió pe

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