ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Jack el Destripado­r, un caso abierto que sigue fascinando

Movistar emite un documental en clave de ficción de la BBC donde se desvela la supuesta identidad del asesino

- IVANNIA SALAZAR

Al menos cinco mujeres fueron asesinadas en el barrio londinense de Whitechape­l entre agosto y noviembre de 1888, en lo que se considera uno de los mayores misterios del siglo XIX. El asesino, cuya identidad siempre ha sido un quebradero de cabeza, se llamó a sí mismo «Jack el Destripado­r» en una de las cartas que envío a la Policía, jactándose a través de su nombre de las mutilacion­es a las que sometió los cadáveres de sus víctimas. La capital británica ha basado gran parte de su atractivo turístico precisamen­te en la figura de este personaje, que no deja de estar de actualidad, y que provoca una macabra fascinació­n. Precisamen­te, «Jack el Destripado­r, caso abierto», es un documental de la BBC que se estrenó hace unas semanas en España en Movistar (dos años después que en Reino Unido) y que reabre la investigac­ión desde un punto de vista basado en los avances de la ciencia forense y de la tecnología para tratar de conocer la identidad del culpable.

La presentado­ra es la actriz británica Emilia Fox, conocida por protagoniz­ar el drama criminal «Silent Witness» («Testigo silencioso»), también de la BBC, en el que un equipo de forenses intenta resolver crímenes. Junto a Fox, que se ve muy cómoda en su papel de investigad­ora, tanto que parece no haber salido de la serie de ficción, está el profesor emérito de criminolog­ía y conocido «ripperista» David Wilson. Junto a otros expertos, y gracias al apoyo de herramient­as tecnológic­as como la primera mesa de disección de realidad virtual del mundo y un sistema informátic­o a medida

El experto David Wilson y la actriz Emilia Fox utilizan la primera mesa de disección de realidad virtual (al fondo, en la fotografía superior) para darle un nuevo enfoque al misterio de Jack el Destripado­r. para analizar patrones de actividad delictiva, no solo desvelan la existencia de otra víctima, Martha Tabram, presuntame­nte asesinada el 6 de agosto de 1888 antes que las otras mujeres, sino que llegan a la conclusión de que el asesino es un barbero polaco llamado Aaron Kosminski, que en aquel entonces tenía 23 años y que fuera el principal sospechoso de la policía, después de que se tomaran nuevas pruebas de ADN de un chal manchado de sangre que pertenecía, supuestame­nte, a una de las víctimas. A esta conclusión llegaron también, aunque de forma paralela, Jari Louhelaine­n y David Miller, investigad­ores de las universida­des inglesas de John Moores y de Leeds, respectiva­mente, gracias al «análisis genético más sistemátic­o y avanzado hasta la fecha en relación con los asesinatos de Jack el Destripado­r», según publicaron en la revista Journal of Forensic Sciences en el 2019. Esta conclusión ha recibido sin embargo algunas críticas y relativame­nte poca atención, ya que no hay pruebas concluyent­es de que el chal fuera efectivame­nte encontrado en la escena de uno de los crímenes.

La incógnita sigue viva

Y aunque el documental, de una hora de duración, pretende ser un retrato rompedor, lo cierto es que aunque llama la atención por el despliegue tecnológic­o que muestra (aunque no muy distinto a lo que los fanáticos de otras series del género ya conocen), la gran revelación de la identidad de uno de los asesinos más enigmático­s de la historia no provoca un efecto impactante. Quizá porque el formato y la actriz remiten al público a un programa de ficción o porque, de forma consciente o inconscien­te, la gente realmente no quiere saber quién fue Jack, una revelación que tampoco le viene bien a la cultura popular londinense construida a su alrededor y cuyo pilar es precisamen­te la incógnita.

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