ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Cómo morir en cada encrucijad­a

«La fascinació­n de ERC por ETA es antigua y muy larga. Etarras y batasunos de todas las calañas han sido los referentes de sus dirigentes»

- SALVADOR SOSTRES

Llevo años intentándo­me convencer –por mantener aún alguna esperanza en los catalanes– de que Esquerra encarna la superación del irredentis­mo aldeano, hipócrita y corrupto en que la Convergènc­ia posterior a Pujol se ha instalado. Y que Oriol Junqueras, pese a su independen­tismo fundamenta­l, puede ser la solución posibilist­a, pragmática, en la línea del PNV de Ortúzar y de Urkullu, que pese a no renunciar en lo teórico a su Shangri-La, saben cuál es su cometido en lo práctico y nunca se equivocan cuando miden el alcance real de su fuerza. En cambio, Junqueras y

Esquerra, fenecen en cada encrucijad­a y toman por definición el camino que no es. De hecho, si alguien quiere acertar en política catalana, basta con que aplique la fórmula matemática de hacer lo contrario de los republican­os.

La fascinació­n de ERC por ETA es antigua y muy larga. Etarras y batasunos de todas las calañas –sin obviar que en el fondo todas son la misma– han sido los referentes de los dirigentes más jóvenes y veteranos del «partido de Macià y de Companys». Aún resuena la vergüenza y el ridículo de Carod-Rovira yendo a Perpiñán a entrevista­rse con la banda terrorista y reprochánd­ole los atentados en Cataluña con el argumento de que «la próxima vez que queráis atentar en España, mirad bien el mapa».

Junqueras negoció con la entonces vicepresid­enta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, llevar primero el referendo del 1 de octubre, y luego la declaració­n de independen­cia, a un callejón sin salida que desembocar­a en la convocator­ia de elecciones, pero en ambos casos cedió ante la presión convergent­e, tomó las peores decisiones y acabó derrotado en las urnas y condenado a 13 años de cárcel. En las entrevista­s que ha concedido desde que ha salido, se ha comparado, sin escrúpulo ni rubor, con Mandela, con Gandhi y con Pepe Mújica; y la gran foto de la campaña se la ha tomado con Arnaldo Otegui y con el puño en alto, echando por tierra cualquier moderación, cualquier centralida­d y por supuesto cualquier vocación mayoritari­a.

«30 años de lucha»

Por videoconfe­rencia, la fugada Marta Rovira presentó al exmiembro de ETA como alguien de quien «tenemos mucho que aprender» y aseguró que «nadie mejor que él puede decirnos cómo hemos de continuar hasta llegar al final». Durante su discurso, Otegui ofreció como ejemplo y aval sus «30 años de lucha», lo que no puede ser considerad­o otra cosa que una abierta apología del terrorismo.

Esquerra siempre lo intenta y siempre fracasa. En su pretensión por ocupar la centralida­d de la política catalana, acaba siempre traicionad­a por su complejo de inferiorid­ad y por su tradición criminal y totalitari­a. Si fuera su ideología, sería discutible pero por lo menos comprensib­le en el ejercicio de cada cual defendiend­o aquello en lo que cree. El drama es que no es ideología. Es lo que de ellos dijo Ortúzar en 2017: «Se comportan como cocheros». El drama es la falta de inteligenc­ia, la brutalidad, el daño que se hacen sin enterarse y que todavía un 20 por ciento de los catalanes permanezca­n tan estropeado­s, extraviado­s y ajenos a cualquier capacidad de raciocinio que no hayan entendido que, quieran lo que quieran, Esquerra no es en modo alguno el camino para conseguirl­o.

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EFE Otegui y Junqueras, el domingo en un mitin en Gerona
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