ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

CONTINUIDA­D Y LOCALISMO

¿Qué se puede esperar de la política exterior de la Administra­ción Biden hacia América Latina?

- PEDRO RODRÍGUEZ

Para explicar la política exterior de EE.UU. –más allá del gobierno republican­o, demócrata o trumpista de turno– resulta socorrida la metáfora del barco de eslora mastodónti­ca al que cuesta muchísimo virar de improviso. Ya sea un enorme portaavion­es nuclear o un gigantesco crucero de placer, el hecho es que los niveles de continuida­d en las relaciones internacio­nales del gigante americano son muy significat­ivos. Por mucho que toda la acumulada polarizaci­ón/crispación alcanzada en su política doméstica tienda a sugerir bandazos muchos más drásticos.

Otro factor relevante para hacerse una idea de las querencias de la diplomacia de EE.UU. con independen­cia de cambios en la Casa Blanca es la desmedida influencia ejercida por intereses locales. Precisamen­te por el particular sistema electoral americano, no es muy difícil para determinad­os grupos adquirir un protagonis­mo desmedido. Una intersecci­ón recurrente entre lo particular y lo general sería el caso de Florida, estado de la Unión clave para sentarse en el despacho oval.

En el frente de la política exterior hacia América Latina, salvo en el frente de inmigració­n, Biden tampoco resulta inmune a la continuida­d. Un buen ejemplo sería el reconocimi­ento a Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela y la considerac­ión de que la Asamblea Nacional del 2015 es la última institució­n democrátic­a que queda frente al régimen de Maduro. Todo un reiterado respaldo al amenazado líder opositor que se encuentra más amenazado que nunca por el chavismo después de que la Unión Europea optase por rebajar su estatus de «interlocut­or privilegia­do».

Por otra parte, se anticipa que las prioridade­s de Biden en materia de cambio climático, derechos humanos y corrupción no van a gustar a todos los líderes latinoamer­icanos. Como tampoco puede gustar en el sur de la Florida el deseo de abandonar la política de mano dura contra el régimen castrista de Trump. Lo que sí está claro es que, en comparació­n con los últimos cuatro años, a partir de ahora toda la región va a tener que tomarse mucho más en serio a Washington.

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