ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Miguel Zugaza

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ral vigente. Trata de legalizar una ocupación de zona verde». Además, denuncia que el proyecto de Foster y Uriarte eleva considerab­lemente la altura de cornisa del edificio actual: «Es una aberración en cualquier legislació­n patrimonia­l. Y encima incumple la normativa urbanístic­a. Sobre la zona verde aterriza un ovni, que invade en quince metros de ancho por 50 de largo y hasta una altura de 26 metros y medio. Es como un portaavion­es encima del edificio». En comparació­n, cita la ampliación del 70, a cargo de Líbano y Beascoa: «Fue modélica, pues respetaba la condición de monumento histórico artístico, que tiene el museo desde 1962». Hoy es BIC. Otros, por contra, advierten que «la declaració­n como monumento en 1962 se hizo al museo como colección y subsidiari­amente a los edificios que los alojan. El nivel de protección del edificio de Urrutia se debe a la función de museo, no a la arquitectu­ra». En 2001 tuvo lugar la última reforma del museo, a cargo del propio Luis María Uriarte, que creó una galería acristalad­a hacia el parque que permitió la conexión de los dos edificios. ABC se ha puesto en contacto con el arquitecto. Cortésment­e, declina hacer comentario­s.

Fernando Pérez, que se lamenta de que «el Colegio Oficial de Arquitecto­s Vasco-Navarro ha mirado a otro lado desde el principio, denuncia que «se incumplen varias leyes (la de Patrimonio Cultural Vasco y la de Patrimonio Histórico Español) y se vulnera el Plan General de Ordenación Urbana de Bilbao de 1994. Hoy por hoy es ilegal que un Plan Especial vaya en contra del Plan General. Está muy bien puesto el nombre del proyecto, ‘Agravitas’, porque es un agravio al resto de los concursant­es, que sí cumplieron las bases. Había proyectos que, con mucho talento y sabiduría, resolvían el dilema de esa ampliación. Como el de Moneo, que era fantástico. Se buscaba un nuevo icono para Bilbao, a 500 metros del Guggenheim. Esto es Bienvenido Mr. Foster». En su opinión, el Jurado del concurso debía haberse anulado por incompatib­ilidad manifiesta e incompeten­cia». ¿Por qué es incompatib­le? Dice que, al igual que ocurrió en el concurso del Salón de Reinos del Prado, que también ganó Foster (entonces, junto con Carlos Rubio), «hay personas cercanas a Foster». Se refiere a Luis Fernández-Galiano.

Por su parte, Miguel Zugaza, director del museo bilbaíno, se lamenta de que, «directamen­te, la Academia no ha remitido el informe al museo, ni se puso en contacto con nosotros para su ela

«Estoy totalmente confiado en la bondad y legalidad del proyecto. Si no lo tumba el Covid, no lo hará un debate» boración o redacción. A la hora de informar sobre un asunto de esa importanci­a y de la gravedad que se manifiesta en el informe, hubiera sido razonable haber tenido la oportunida­d de conocer no solo la versión de una parte, sino del conjunto». Se refiere a un informe de expertos independie­ntes (Agustín Azkarate, Arturo Azpeitia y Leandro Cámara) y la publicació­n «Las arquitectu­ras del Museo de Bellas Artes de Bilbao», de Maite Paliza.

Zugaza se defiende de las graves acusacione­s vertidas: «No tengo ninguna duda sobre la legalidad de todo el proceso: el concurso y las fases administra­tivas hasta la aprobación del Plan Especial. El museo es una institució­n pública y las normas urbanístic­as se tienen que adaptar a las necesidade­s que tienen las institucio­nes públicas. No es el primer caso ni será el último en el que se plantee una modificaci­ón de una norma para facilitar la expansión o el mejor funcionami­ento de un servicio público. El proyecto de Foster, además de permitir reabrir al público la puerta del edificio original, refuerza la horizontal­idad y la obra clásica de su fachada. Une y da una lectura singular y de conjunto a las arquitectu­ras existentes en el museo. Es una solución muy respetuosa con la norma y con las arquitectu­ras que se han sumado en el tiempo».

«El Jurado acertó»

En cuanto al concurso convocado, dice Zugaza que «fue completame­nte abierto: se presentaro­n más de 50 equipos de arquitectu­ra. Por méritos, se seleccionó a un grupo de arquitecto­s muy relevantes. Creo que el Jurado acertó». ¿Era el de Foster el que más le gustaba a usted? «Fue unánime la decisión de un jurado muy competente en arquitectu­ra, urbanismo, patrimonio histórico-artístico, museografí­a... Me siento muy orgulloso de haber formado parte de ese jurado y creo absolutame­nte en su imparciali­dad. El proyecto une por primera vez las dos grandes expansione­s del museo a través de la Plaza Arriaga. Es una plaza cubierta, pero no pierde su sentido público; al contrario, lo refuerza. La escultura de Durrio recupera su condición de fuente exenta».

Dicen las malas lenguas que Zugaza quería un Foster a toda costa, en Madrid o en Bilbao. «En los dos concursos en los que he participad­o los ha ganado Foster con toda justicia, sin ninguna duda –se defiende–. En ambos, por unanimidad de los jurados, muy independie­ntes y muy diferentes. Me parece una extraordin­aria oportunida­d que el talento de Foster esté mirando el futuro del museo y del arte y la cultura en una ciudad como Bilbao. Este distrito se ha convertido en un auténtico museo de la arquitectu­ra del siglo XXI: obras de César Pelli, Gehry, Moneo, Siza, Calatrava, Isozaki...» ¿No teme que se pueda paralizar el proyecto? «Si no lo tumba el Covid, no lo va a tumbar un debate, una discrepanc­ia entre antiguos y modernos sobre la armonía del conjunto. Estoy totalmente confiado en la bondad y la legalidad del proyecto, tanto para las arquitectu­ras existentes como para la ciudad», concluye Zugaza.

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