ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Rafael, vivo por un minuto: su agónico rescate contado por los polícías que lo salvaron

«Era dantesco; entré a gatas, tragué humo, me caí con el señor y nos engancharo­n los compañeros»

- MANUEL MORENO

Rafael, de 67 años, ha vuelto a la vida gracias a los policías que han reconstrui­do para ABC cómo lograron rescatarlo de un incendio en su piso de Toledo. Apenas fueron cinco minutos, pero pareció un mundo. «Si tardan ustedes un minuto más, este señor se muere». Se lo dijo el médico del equipo sanitario que logró estabiliza­r a Rafael en la calle después de media hora. Ahora se encuentra grave en el hospital, segurament­e sin saber el riesgo que los agentes corrieron el pasado domingo para sacarlo de su domicilio, en la calle Río Cañamares del barrio de Santa María de Benquerenc­ia.

Una y media de la madrugada. El servicio de emergencia­s 112 avisa: «Una persona está atrapada y da golpes dentro de un piso». Los policías locales Kike y Víctor, a la carrera, son los primeros en llegar a la vivienda, pequeña y en la planta baja del edificio, donde Rafael vive solo.

Subidón de adrenalina. No se lo piensan dos veces. A patadas, logran derribar la puerta, pero una impresiona­nte y bocanada tóxica de humo negro les da la bienvenida. En el interior, la oscuridad rota por la luz artificial que llega desde el descansill­o. «Coge aire... ¡Una, dos y tres!». Mientras un vecino los alumbra con una de sus linternas, Kike y Víctor entran en la boca del lobo a por Rafael, inconscien­te y tirado en el suelo del salón. Está a unos cinco metros de la entrada, pero a ellos les parece 50. Llegan a cogerlo de una especie de plumas o chaqueta; lo arrastran un «poquito» pero se rompe la capucha, o algo similar, y se quedan con el trozo de la prenda en las manos.

Sofocados por el esfuerzo y por el humo, tienen que salir a tomar aire y vuelven a entrar. Regresan a por Rafael ya con otro agente municipal, Juande, y Pedro, un policía nacional que llega con su compañero Esteban, que lleva una palanqueta en sus manos. Todos forman una cadena, como los de Fuenteovej­una, en la que Pedro está de ariete. «¡Está ahí, está ahí!», grita Kike.

«¡Tirad!»

El policía nacional recuerda los consejos de los cursos de formación. «La imagen es dantesca. El humo siempre va para arriba y me pongo a gatas, como en las trincheras; llego a él y lo engancho». Detrás, el equipo. Kike, que graba todo el rescate con la cámara que lleva al pecho, da indicacion­es para que los demás arrastren a Pedro y el cuerpo inerte de Rafael cuando se pueda: «¡Tirad!».

Pero la nube venenosa y la falta de luz no son los únicos obstáculos. Hay otros inesperado­s: Rafael tiene muchos objetos por el suelo. ¿Un posible caso de síndrome de Diógenes? Una tabla de planchar provoca la caída en cadena de los rescatador­es hacia atrás. Están ya sin fuerzas, faltos de oxígeno y con bocanadas de humo dentro de los pulmones. Pedro, el ariete, tropieza una segunda vez, aunque logra que sus compañeros lo saquen del infierno a rastras, tomen aire y vuelvan a por Rafael para ponerlo a salvo también.

Antes de que se marchen a seguir patrulland­o, el médico del equipo sanitario les dice que han salvado la vida de Rafael «in extremis». Por un minuto.

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VÍDEO DE LA POLICÍA LOCAL Rafael, junto a la tabla de planchar, a unos cinco metros de la puerta

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