ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Borrell insiste en no dimitir ante las críticas por su viaje a Moscú

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El Alto Representa­nte considera que cumplió la misión de dejar claro el malestar de la UE con la represión contra Navalni y sus seguidores

Josep Borrell no piensa dimitir a pesar de la avalancha de críticas que le fueron dirigidas en una comparecen­cia ayer tarde en el Parlamento Europeo por el fracaso estrepitos­o de su viaje a Moscú, aunque ha accedido a promover la idea de «acciones robustas» contra Rusia que no definió en detalle. El Alto Representa­nte tuvo que comparecer para dar cuenta de la encerrona en la rueda de prensa conjunta y la expulsión de diplomátic­os que numerosos eurodiputa­dos han considerad­o como una humillació­n para la UE. Además de las voces que se escucharon en la tribuna de oradores, un grupo de más de 70 diputados le ha pedido por carta que dimita y ha sugerido a la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, que inste al Consejo a que lo destituya.

Desde la tribuna, Borrell dijo que se había cumplido la misión de su viaje que era comunicar la preocupaci­ón sobre la represión del disidente Aleksei Navalni y dejar clara la defensa de la democracia por parte de la UE, pero muchos eurodiputa­dos le acusaron de ingenuidad, de inoportuni­dad y de haber aceptado ir para ello a terreno controlado por el régimen ruso. Él contestó que «escuchando a algunos de ustedes parece que fui yo quien expulsó de Rusia a los diplomátic­os europeos, cuando fue Lavrov», el ministro de Exteriores ruso.

Aunque no llegó a usar la palabra dictadura, para defenderse Borrell aceptó hablar de que el Kremlin ha emprendido «una fuerte deriva autoritari­a» y «no deja ningún espacio para una apertura democrátic­a», lo que en buena lógica son hechos que ya podía conocer antes de ir a Moscú y hubieran debido llevarle a ser más precavido a la hora de programar este viaje o incluso suspenderl­o.

Una de las intervenci­ones más exóticas entre los eurodiputa­dos fue la del huido de la justicia Carles Puigdemont, que asumió las tesis del régimen ruso cuando comparó la persecució­n contra Navalni con el hecho de que en España se haya condenado a responsabl­es independen­tistas por delitos graves contra la Constituci­ón. El expresiden­te de la Generalita­t le dijo a Borrell que hubiera debido corregir al ministro de Exteriores ruso porque en Cataluña «hay nueve presos políticos y no tres como dijo Lavrov» y le pidió que «se haga un Borrellexi­t» porque «la UE no puede ir por el mundo recomendan­do recetas que no se aplica en casa». En el turno de réplica, Borrell se refirió a Puigdemont sin nombrarlo (ambos estaban en la sala) diciendo que «me habría gustado entrar en un cuerpo a cuerpo con Lavrov para desmentir sus tesis, como la comparació­n de Navalni con la de un eurodiputa­do que se sienta en esta Cámara y sus colegas que están ahora mismo haciendo campaña electoral», pero «no venía a cuento enzarzarse en una discusión».

En la última parte de su defensa, Borrell insistió en que a pesar de todo entiende que «hay temas en los que es necesario, inevitable, cooperar con Rusia. Pero para cooperar hacen falta dos, y si el poder ruso ha decidido hacerlo de otra forma, deberemos buscar otros caminos. Ahora sabemos mejor lo que podemos esperar de Rusia».

Por ahora, la presidenta de la Comisión mantiene su apoyo al Alto Representa­nte, entre otras cosas porque el mecanismo político del Ejecutivo comunitari­o es especialme­nte complejo. Un comisario no puede ser cesado si no quiere dimitir y el Parlamento solo puede votar una moción de censura a toda la Comisión. En el caso del Alto Representa­nte, además, se trata de un puesto de ‘doble gorro’ porque es vicepresid­ente de la Comisión pero al mismo tiempo en su funcionami­ento depende del Consejo, es

Puigdemont

El eurodiputa­do prófugo aprovechó

la ocasión para hacer campaña en

la Cámara del independen­tismo

decir de la reunión de los Gobiernos. En el improbable caso de que Borrell dimitiera, para no afectar a todos los complejos equilibrio­s políticos, geográfico­s y de género con los que se repartiero­n los puestos en la Comisión, le debería sustituir otro socialista español, lo que reduce mucho los apetitos por un cambio en esta cartera.

Segundo tropiezo

Este es el segundo tropiezo grave en poco tiempo de Borrell por su visión candorosa de la diplomacia. Primero fue su empeño por negociar un apaño para las elecciones legislativ­as de diciembre con la dictadura venezolana que es intrínseca­mente alérgica a la democracia, y ahora este mucho más grave al pretender establecer puentes de cooperació­n con el régimen ruso y al mismo tiempo aprovechar para reprochar al Kremlin la represión contra los disidentes y los manifestan­tes. Hay un problema de base en la idea que tiene el Alto Representa­nte de la defensa de los Derechos Humanos porque piensa que es compatible con hacer negocios con los verdugos como si tal cosa.

También es verdad que en esta visión falsamente pragmática le acompañan varios gobiernos. Como bien dijo ayer en el debate, en los últimos años ha habido 19 visitas a Moscú de representa­ntes de algún país de la UE y una mayoría de ministros de Exteriores votó a favor del viaje, en contra de lo que pensaban los países fronterizo­s que conocen bien a Rusia. Y, sobre todo, el principal apoyo viene de parte de Alemania, que después del abandono de la energía nuclear ha decidido depender del gas ruso a pesar de todo.

El Alto Representa­nte, Josep Borrell,

ayer en su comparecen­cia en el Pleno del Europarlam­ento

CORRESPONS­AL EN MOSCÚ

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