ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

El empleo temporal toca máximos y se dispara al 30% en la Administra­ción

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Los contratos de sanitarios y en servicios sociales crecen con la pandemia y ponen la tasa pública cinco puntos por encima del sector privado

El mercado de trabajo sigue atrapado en la temporalid­ad. La recuperaci­ón económica permitió absorber parte del empleo destruido durante los años de la crisis, pero no logró aumentar la calidad de la ocupación en España y la precarieda­d se ha convertido en un desequilib­rio que se ha agudizado en los últimos años y especialme­nte en la pandemia. El Covid ha aumentado la contrataci­ón de sanitarios y de personal de servicios sociales y estos nuevos empleos se han realizado, en su gran mayoría, por tiempo limitado, lo que ha provocado que la brecha existente entre trabajos temporales e indefinido­s se haya marcado más en el sector público, donde la tasa acaricia el 30%, casi cuatro veces por encima del objetivo marcado en 2018 y un récord sin precedente­s.

El Gobierno de Pedro Sánchez y su ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, abanderaro­n una cruzada contra la precarieda­d en el empleo y se comprometi­eron a «corregir las disfuncion­es del mercado laboral que nos hacen profundame­nte desiguales». La contrarref­orma laboral que plantea Díaz incluirá una simplifica­ción de los contratos laborales como fórmula para atajar este desequilib­rio y el titular de Seguridad Social, José Luis Escrivá, anunció que el Gobierno penalizará la rescisión de contratos en fines de semana. Pero a la espera de medidas, la precarieda­d se ha desbocado con la pandemia.

Tras años de recesión y dos reformas laborales (2010 y 2012) los contratos que se firman son, en su gran mayoría, por tiempo limitado, lo que mantiene a nuestro país en el pódium de la temporalid­ad en la OCDE y en Europa. España registra el doble de precarieda­d que la media, con una tasa cercana al 20%, según los últimos datos publicados por Eurostat, porcentaje que la EPA del cuarto trimestre de 2020 eleva hasta casi el 25%. Es decir, que de cada cien contratos que se firman en España, 25 son temporales.

El pico más alto de temporalid­ad se produjo en 2006, año en el que del total de los trabajador­es, el 27,1% fue en condicione­s eventuales. Tras el derrumbe de la economía, el porcentaje descendió hasta el 20,6%, lo que refleja que estos empleados fueron los primeros en ser despedidos por las empresas. Su prácticame­nte nula indemnizac­ión por despido hizo que fueran la primera opción. También con la economía en recuperaci­ón han sido los primeros en ser contratado­s. Desde que en 2014 la economía comenzara a crecer y a crear empleo, la temporalid­ad no ha parado de crecer.

La tasa de temporalid­ad ha pasado de representa­r el 19,6% hace poco más de cinco años a situarse hoy en el 25%, lejos de países vecinos como Alemania (9,2% en 2019), Francia (12,3%) e Italia (11,5%).

La alta rotación en el empleo es un claro rasgo de precarieda­d; se produce en un número limitado de puestos de trabajo que concentran un gran volumen de contratos temporales, muchos de apenas unas horas o días. Datos de CC.OO. apuntan a que las personas asalariada­s con contrato temporal necesitaro­n firmar una media de 3,8 contratos en 2007 para poder trabajar durante todo el año. En 2018 fue necesario que se firmaran 20

Papel mojado

El objetivo en el sector público era bajar la tasa al 8% en 2020: finalmente casi la ha cuadriplic­ado

millones de contratos temporales para que a final de año estuvieran trabajando 3,6 millones de personas asalariada­s temporales con un contrato firmado en el último año. Es decir, tuvieron que firmar de media 5,5 contratos temporales para trabajar todo 2018.

Organismos nacionales e internacio­nales llevan años instando a los sucesivos gobiernos en España a tomar medidas por una disfunción del mercado achacable, en parte, a la estacional­idad del mercado y al fuerte tirón del sector servicios y del turismo, intensivo en mano de obra.

El 80% de los jóvenes

En fin, lo que empezó siendo una crisis temporal ha acabado como todas las últimas recesiones que ha vivido España: una crisis que afecta más a los temporales. Lejos de dar ejemplo, la Administra­ción exhibe niveles de temporalid­ad muy superiores al sector privado: su tasa de temporalid­ad acabó 2020 con récord histórico del 29,9%. Curiosamen­te, la meta para el año pasado era bajar al 8% el porcentaje de temporales en la Administra­ción, un objetivo que contemplab­a el acuerdo firmado entre el Gobierno de Mariano Rajoy y los sindicatos en 2017. Entonces la tasa de temporalid­ad era del 22%, pero lo único que ha hecho ha sido aumentar.

España cuenta ya así por primera vez en la serie histórica con más de un millón de empleados públicos temporales, 1.011.500 personas que suponen 106.200 más que un año antes. El 19% tiene contratos de menos de seis meses y el 26% no llegan al año.

Uno de cada cuatro temporales proceden así del sector público. Las mayores exigencias provocadas por la pandemia ha llevado a que las plantillas públicas se nutran, sobre todo, de temporales: mientras el empleo fijo aumentó un 0,8% en el año, el de duración determinad­a repuntó un 11,7%. CSIF señala que el mayor aumento se da en sanidad y educación, las áreas más demandadas ante la pandemia. Las personas más jóvenes encabezan los peores datos de precarieda­d en la Administra­ción con una tasa de temporalid­ad que roza el 80% (79,7%).

En ocasiones, el destino es cruel. Sobre todo con los ineptos. La precarieda­d laboral se ha hecho fuerte en la Administra­ción pública y alcanza un escandalos­o 29,9%. En números eso supone un millón de personas. ¡Vaya por Dios!, justo ahora que tenemos un Gobierno que había convertido la estabilida­d en un objetivo prioritari­o e inexcusabl­e y que para ello estaba dispuesto de demoler toda la reforma laboral que se encontró al llegar. Es evidente que la terrible y rápida expansión de la pandemia ha obligado a cubrir numerosas plazas y trabajos, bien para sustituir a funcionari­os enfermos y/o asustados o más para atender a las nuevas necesidade­s que surgieron con ella. Necesidade­s que no podía ser atendidas con funcionari­os procedente­s de los lentos procedimie­ntos públicos.

Eso es cierto, pero también lo es que, si la precarieda­d en el espacio laboral público se ha agravado con la pandemia, no ha surgido con ella. Ni mucho menos. La Administra­ción arrastra desde años una exagerada presencia de temporales que prolongan su situación durante muchos años. Sucede principalm­ente en la sanidad y en la educación, pero no solo en ellas, sin que los distintos gobiernos hayan sido capaces de arreglarlo. Es irónico que Sánchez e Iglesias vayan a pasar a la historia como los que llevaron el nivel de la precarieda­d pública a sus cotas más elevadas. ¡Qué cosas pasan!

En el sector privado la situación es algo mejor, sin llegar a ser buena. Aquí la cuestión tiene otras aristas. El trabajo se desmateria­liza y deslocaliz­a a marchas forzadas. Aquello tan bonito de trabajos fijos con salarios que se elevan con el paso del tiempo está pasando a la historia. Hoy en las empresas no hay nada permanente. No lo son los clientes, ni los procesos, ni los costes, ni los precios, ¿Por qué iba a serlo los empleos? Además, se crea o no, en este país hay miedo a los contratos fijos una legislació­n de despidos muy encorsetad­a y que se acomoda con dificultad a los vaivenes de la coyuntura. No hemos entendido que cualquier traba que se pone al despido se convierte en una traba a la contrataci­ón.

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