ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Austin Russell, el joven que quiere crear el coche del futuro
Austin al volante de uno de los coches que llevan su invento y aprovecha cualquier intervención en público para desprestigiar la tecnología del joven Russell. Según Musk «los sensores de Lidar son demasiado caros para los automóviles» y cualquiera que confíe en ellos «está condenado», llegó a decir en un evento de Tesla en 2019. El famoso empresario ejerce una especie de ‘mobbing’ que al joven genio autodidacta no parece amedrentarle.
No tuvo una infancia normal: memorizó la tabla periódica a los 2 años y cuando estaba en sexto grado, conectó su videoconsola de juegos Nintendo DS a un teléfono móvil porque sus padres le prohibieron tener uno. A los 13 años presentó su primera patente: un sistema de reciclaje de agua subterránea que recoge el agua de los aspersores y la guarda para volver a regar el jardín. En lugar de ir a la escuela secundaria, pasó su adolescencia en la Universidad de California, en el Instituto de Láser Beckman de Irvine. Luego fue admitido en Stanford para estudiar física, pero a mediados del primer curso ganó una beca Thiel de 100.000 dólares para fundar Luminar, donde desarrolló su propia ‘startup’ de tecnología: comenzó con el uso de láseres para medir la distancia entre objetos. Todo ello, mientras se sacaba el carné de conducir.
Russell defendió hace poco en una entrevista que no ve mal que algunos jóvenes abandonen los estudios, como hizo él: «Puede funcionar si tienes muy claro lo que quieres hacer y cómo piensas hacerlo». Por ese motivo, su razonamiento no es tanto una excusa para no estudiar como una razón para prepararse. Luminar ha logrado reunir cerca de 40 millones de euros de inversores y da trabajo a más de 400 empleados. Tiene dos oficinas y una fábrica, todas ellas ubicadas en Estados Unidos. Ahora, Toyota y Volvo le han pedido que cree un coche completamente autónomo en 2021. A Martin le gustan estos retos. Si los supera, ganamos todos.
DICE Garci que este es el siglo de la estupefacción. Y estupefacción me causa la pataleta por los estudios en Gran Bretaña de la Princesa de Asturias. ¿Les parecería normal, que pudiendo permitírselo, unos padres no mandaran a sus hijos al extranjero? Fuera de algún patán con dinero, se piensa en la mejor educación para los hijos, en proporcionarles las mejores herramientas, en que conozcan gente, como Candela Peña le dijo a Luz SánchezMellado. Y luego, asunto mollar pero no tanto, está el hecho de que sea la heredera de la Corona. Cómo han cambiado las cosas. ¿Quién iba a protestar por que el Príncipe Felipe fuera a Lakefield? Y luego a Georgetown. Forma parte del privilegio de podérselo permitir, pero también del diseño de una educación adecuada para un heredero. ¿Van a protestar cuando la Princesa de Asturias vaya a las academias militares? ¿Para qué pregunto?
El otro día, Ramón Espinar, una de esas lumbreras de Podemos, tuiteó: «Es simpática la gente que sigue creyendo que habla tres idiomas porque se lo ha currado y no como indicador inequívoco de su posición social. Es la adhesión emocional más común al rollo Andorra: ‘lo que tengo me lo he currado’ ergo ‘si no tienes, no te lo has currado’». El que se compró un piso de veinteañero. Claro que es más fácil que hables tres idiomas por los colegios y los campamentos a los que te han mandado, pero claro también que hay gente que se lo ha trabajado. Pero sí, el mayor privilegio es ir a buenos colegios. Ya me gustaría a mí haber ido a ese colegio de Gales. Digo más, haber ido al terrorífico Gorndonstoun escocés o al alemán Schloss Salem de la reina Sofía. Felipe de Edimburgo, qué tío, fue a los dos. «La libertad no es enemiga de la disciplina», sostenía Kurt Hahn, el ideólogo del colegio alemán (aunque él decía que el ideólogo era el Platón de ‘La república’). Madrugar, correr, comer poco, limpiar, estudiar, garantizar «independencia moral, bienestar físico y la capacidad de discernir entre el bien y el mal». Qué cosas, di esto a los imbuidos del espíritu de Ekaterimburgo.