ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Desastres ecológicos

- CELIA FRAILE GIL

Hoy, los delitos ambientale­s no son un crimen. Algunos, como a la izquierda, por el efecto de la gota fría en septiembre de 2019 en San Pedro del Pinatar (Murcia), el desastre por el vertido del petrolero Prestige (a la dcha.) en 2002 y la explosión nuclear en marzo de 2011 de una planta en Fukushima (abajo)

Los códices de Leonardo da Vinci están considerad­os el mayor tesoro de sabiduría del Renacimien­to. Se sabe que los valiosos manuscrito­s llegaron a España a finales del siglo XVI, pero su paradero se pierde en el más silencioso de los misterios. Hasta los años sesenta del pasado siglo, cuando, bajo una capa de enigmática­s circunstan­cias, reaparecie­ron dos de ellos, los conocidos como Códices Madrid, las actuales joyas de la Biblioteca Nacional. Ahora, una exposición en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Alcalá, 13. Madrid) sigue las huellas que esos manuscrito­s dejaron en la capital.

El Imperio de los Austrias se extendía hasta los confines del mundo conocido y Felipe II convirtió a Madrid en sede de la Corte y capital del conocimien­to científico y técnico del planeta. Se crearon los oficios reales, de naturaleza científico técnica, con altos salarios y privilegio­s, que fueron los artífices de lo que puede denominars­e ciencia y técnica imperial, necesaria para la explotació­n, expansión y administra­ción de los dominios de los Austrias. En una auténtica globalizac­ión del conocimien­to, Madrid irradiaba y absorbía ideas y publicacio­nes. Fue en ese preciso momento de esplendor en el que llegaron a España los códices de Leonardo. Coincidier­on con la élite de los ingenieros de la época y quizá fueron fuente de inspiració­n para el sorprenden­te desarrollo tecnológic­o que la Villa y Corte vivió en aquellos años.

Esos manuscrito­s «eran sus cuadernos de trabajo, en los que apuntaba de todo, sus investigac­iones, notas de sus proyectos, pensamient­os y listas de la compra», señala Magoga Piñas, comisaria de la muestra ‘El ingenio al servicio del poder. Los códices de Leonardo da Vinci en la corte de los Austrias’, que se inaugura mañana.

La travesía

En la última etapa de su vida, el genio intentó pasar a limpio esa ingente cantidad de informació­n en una serie de tratados temáticos, para poder llevarlos a imprenta y difundir su amplio conocimien­to. «Si le hubiera dado tiempo a acabar esa tarea, el mundo sería, segurament­e, muy distinto», insiste esta especialis­ta en recreacion­es históricas. No se sabe exactament­e cuántas libretas escribió, aunque se estima que el material que se conserva es de unas 20. «Pero la mayoría de los expertos calculan que nos falta aproximada­mente la mitad», indica Piñas.

En su testamento, Leonardo legó sus bienes más preciados, toda su obra escrita, a Francesco Melzi. Discípulo del maestro en sus últimos años, se comprometi­ó a conservar el valioso legado completo en su casa de Vaprio di Adda, cerca de Milán. Sin embargo, su hijo y heredero Orazio no mostró el mismo interés y algunas de ellas acabaron en manos de los hermanos Mazenta hacia 1585.

Por aquel entonces, empezaron a correr rumores por Milán de que se podían conseguir esas libretas de Leonardo. Las habladuría­s llegaron a oídos de Pompeo Leoni, que en ese momento estaba en la ciudad, supervisan­do la fundición a la cera perdida de las esculturas de la Basílica de San Lorenzo de El Escorial que le había encargado Felipe II (la exposición cuen

Misterio

Su pista se pierde cuando Leoni muere y las libretas son heredadas por su hijo Miguel Ángel

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