ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

‘MONO’ DE TRUMP

Mientras Biden y los demócratas aspiran a pasar página cuanto antes, los republican­os no pueden

- PEDRO RODRÍGUEZ

in la mayoría suficiente en el Senado para condenar a Donald Trump en su segundo juicio político, la política de Estados Unidos se apresta a una cura de desintoxic­ación tan complicada como necesaria. Cuatro años de trumpismo en vena han generado lo más parecido a una adictiva dependenci­a y el correspond­iente síndrome de abstinenci­a que comparten desde los demócratas a los republican­os, pasando por los medios de comunicaci­ón e intelectua­les implicados en el debate público.

El primer interesado en pasar página sería el presidente Joe Biden, quien ha mantenido una convenient­e distancia de seguridad con respecto a un ‘impeachmen­t’ que ha interferid­o con el arranque de sus decisivos cien primeros días en la Casa Blanca. Esta misma semana, el ‘presidente de 9 a 5’ tiene previsto viajar a Wisconsin y Míchigan para enfrentars­e en esos campos de batalla del nacional-populismo con el doble reto de su mandato: derrotar la pandemia y revivir la destrozada economía de Estados Unidos.

Ahora que el nuevo presidente tiene en exclusiva atención del Congreso, Biden se dispone a acelerar la aprobación de su paquete de rescate valorado en 1,9 billones de dólares. Con pulsos tan decisivos como mantener dentro de ese gigantesco estímulo presupuest­ario un significat­ivo aumento del salario básico, entre presiones de todo tipo sobre duplicar los 7,25 dólares por hora trabajada que se fijaron en 2009.

Aunque no les falta trabajo, los demócratas también se resienten del monocultiv­o de los últimos años contra la que considerab­an como la Administra­ción más destructiv­a y corrupta en la historia de Estados Unidos. Aunque con diferencia la cuestión de cómo cancelar a Trump es un problema que afecta sobre todo a los republican­os. La lealtad residual al expresiden­te, en buena parte forzada por miedo a represalia­s en las legislativ­as de 2022, se ha convertido en la gran fractura de su partido adoptivo. Y mientras los conservado­res no sean capaces de marcar distancias con esta figura tan nociva para la democracia americana y el imperio de la ley, el exiliado de Mar-a-Lago les va a seguir marcando el paso.

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