ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Una vivencia real
Desde hace días en mi página de Facebook me encuentro con una ONG que no dudo, en absoluto, de que hará una labor encomiable a favor de los derechos humanos. Y al leer su reclamo resbalan lágrimas por mis mejillas. «¿Qué sabes de lo que sucedió en las residencias durante la pandemia?». Con este interrogante animan a contar la historia vivida en las residencias de mayores.
Necesito contar con gran honestidad y sinceridad mi historia, que es también la de un gran equipo formado por todos los trabajadores, personas mayores y familiares de una residencia. Y sucedió que durante los primeros meses de la pandemia trabajamos con mucha generosidad y sacrificio: alargando jornadas laborales, sin días de fiesta, cambiando vacaciones, olvidándonos de comer, con tensión, agotamiento hasta el límite, sin contacto, en muchos casos, con nuestras familias, para salvar a nuestros mayores. Pero sucedió que lo hicimos solos. En los meses de confinamiento absoluto, impuesto por el Gobierno, el sistema sociosanitario estuvo a la altura. Lo que falló fue el mecanismo de apoyo. ¿Dónde estaba esta ONG para denunciar que en algunas residencias no pudiéramos dar oxigenoterapia a los que lo precisaban por todo el proceso administrativo que se requiere para conseguir una simple botella de oxígeno? ¿Dónde han estado las ayudas sociales para las crecientes necesidades que han surgido? ¿No fueron algunos de nuestros políticos los que con frialdad vacilaron en derivar residentes enfermos a los hospitales?
En mi historia no ha existido la desatención ni la discriminación, como se insinúa. Sucedió que nuestro único objetivo era curar, atender, cuidar, mimar, animar, proteger, acompañar, y salvar la vida de nuestros mayores. No ha habido aislamiento ni soledad. Ha habido médicos, enfermeras, fisioterapeutas, terapeutas, cocineros, personas de mantenimiento, limpiadoras, recepcionistas y auxiliares que con sus manos han transmitido confianza, fuerza y cariño. Sucedió que los relojes de mi residencia iban marcando el tiempo, las saetas movían horas emocionales. Cada manecilla agitaba sentimientos, descubría valores y encuentros.