ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

PRESIDENTA

La derecha pierde siempre cuando se pone vergonzant­e, cuando asume la propaganda de la izquierda

- SALVADOR SOSTRES

L cambio de sede, el cambio de nombre. Yo esto lo vi con Artur Mas cuando Jordi Pujol confesó sus cuentas opacas. También para romper con su pasado de corrupción, Mas acabó con Convergènc­ia y fundó el PDECat. Hoy el PDECat está fuera del Parlament, y Vox, que es el Puigdemont del PP, tiene ya 11 diputados, contra los tres que ha rascado Casado. El cambio de sede del PP es el rímel corrido de Aschenbach en el final de ‘La Muerte en Venecia’. Es la negación de la peste. Es la muerte segura que siempre aguarda al que no quiere reconocer que su margen para la voltereta ha terminado.

El problema del Partido Popular no es su sede, y ofende a cualquier inteligenc­ia razonadora ponerla a la venta para hacer creer al vulgo que ya no son unos ladrones. La culpa que admite Casado, que además no ha robado nada, es vergonzant­e, cutre, cobarde, seguidora de la propaganda socialista, claudicant­e hasta extremos que jamás habíamos conocido en la derecha española y que le convierten en el más firme aliado de Pedro Sánchez para perpetuars­e en el poder. Fraga proclamó que

E«no hay tutelas ni hay tutías» en la coronación de Aznar. Casado admitió ayer que Pedro Sánchez, Bildu y Esquerra tienen razón en todos los desprecios e insultos que le han dedicado.

Yo hasta ayer creía que Artur Mas había sido el político más gafe de la democracia española, pero tendré que actualizar mi cálculo. El postureo contra las acusacione­s de corrupción es peor que robar. Renunciar al pasado es no ser digno del futuro. Y aunque es cierto que cada tanto los partidos han de refundarse, renegar de los que vinieron antes siempre da un pésimo resultado.

El problema del PP no es Bárcenas. El problema del PP es Casado. El problema de un partido, o de una persona, nunca son sus defectos, sino su falta de virtudes, o sus virtudes defectuosa­s. Yo tengo defectos. Yo tengo muchos defectos. Y el director de ABC no me paga porque crea que no tenga defectos sino porque piensa que mis virtudes son más interesant­es. Esto es importante. Esto es básico. El problema del PP se llama Pablo Casado y la solución se llama Isabel Díaz Ayuso. Y esto no es porque yo escriba bien, sino porque pienso mejor. Es decir, yo quiero mucho a Pablo, y a Isabel ni la conozco, pero Madrid se ha convertido en la metáfora de España y Casado en el naufragio de cualquier alternativ­a a Pedro Sánchez. Imagínense cómo ha de ser de poderoso mi argumento para que Federico Jiménez Losantos y yo estemos de acuerdo.

La derecha pierde siempre cuando se pone vergonzant­e, cuando asume la propaganda de la izquierda. Mas destruyó a CiU, la más exitosa marca electoral de la democracia española hasta entonces, pactando primero con ERC y rompiendo luego con Unió, para acabar finiquitan­do a Convergènc­ia y fundar el PDECat, que se ha quedado sin representa­ción parlamenta­ria y además le ha restado el porcentaje exacto de votos que ha privado a Puigdemont de volver a ganar.

Presidenta, lo siento. Pero te toca ya.

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