ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Exilio permanente
dos a difundir la cultura española. En 1953, trabaja con Albert Camus en la traducción de ‘La Devoción de la Cruz’, la obra maestra de Calderón. En 1963, trabaja con Margarita Xirgu en el montaje de ‘Yerma’, de Lorca, en Buenos Aires, donde traba una gran amistad con un futuro gran director, Jorge Lavelli, en el montaje de las ‘Divinas palabras’ valleinclanescas. La pareja Casares-Lavelli volvería a trabajar en París muchos años más tarde.
Seguirían trabajos de primera importancia para la promoción de la cultura española en la escena internacional. Versión escénica de ‘La noche oscura’ de San Juan de la Cruz, coreografía de Maurice Béjart, en 1968. Dos años más tarde, grabación de poemas de García Lorca. En 1972, interpretación de otro clásico canónico, ‘La Celestina’, en un montaje parisino de Jean Gillibert. Un año más tarde, participación importante en ‘Las dos memorias’, un documental de Jorge Semprún en el que colaboraron Federica Montseny, Santiago Carrillo, Yves Montand, Juan Goytisolo y Xavier Domingo.
El estreno de ‘El Adefesio’
Un año después de la muerte de Franco, 1976 debía ser el año del regreso final a su patria, nunca realizado, tras el estreno madrileño de ‘El Adefesio’ de Rafael Alberti dirigida por José Luis Alonso. Tras cuarenta años de exilio, María Casares volvió a París calladamente amargada. Sin duda, la crítica fue razonablemente elogiosa. Pero las observaciones pérfidas sobre su «acento», sobre su «afrancesamiento», sobre su «distancia» de las realidades españolas, le causaron la más triste sensación.
Muchos años más tarde, en 1991, con motivo del estreno parisino de las ‘Comedias Bárbaras’ valleinclanescas, en el Théâtre National de la Colline, Jorge Lavelli, su viejo cómplice, director del teatro nacional parisino, organizó un fin de fiesta donde, entre copa y copa, María Casares nos comentó a un grupito de admiradores: «En Madrid, en Galicia, todo el mundo hablaba de mí. Pero, en el fondo, no sé si me conocían, a la luz de las preguntas que me hacían. Tener que volver a contar mi vida, tras una carrera consagrada a la cultura española, en el exilio, era muy triste para mí». Había comenzado una serie de homenajes administrativos. Hija predilecta de la Coruña (1984). Medalla de oro al Mérito de las Bellas Artes (1988). Concesión de la Medalla Castelao. Celebraciones simpáticas y tardías, cuando Francia había comenzado a instalar a María Casares en el panteón de las más grandes trágicas del siglo XX, junto a Sarah Bernhardt, otro monumento nacional, francés.
Insensible a los tardíos homenajes oficiales, muy alejados del puesto que ella tenía en la escena, el cine y la cultura francesa, María Casares regresó para siempre a Francia, sólidamente respetuosa y admirada con los frutos nuevos y maduros de la cultura española.
ESPAÑA
A su regreso,
no sintió reconocido lo que había hecho por el arte
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