ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Al final, la ternura

- ANTONIO COLINAS

olvió lo importante, volvió la Champions. Son los partidos sin excusa, el torneo más i mportante del mundo. Pochettino fue la segunda opción para sustituir a Quique Setién en el banquillo del Barça. Koeman la tercera. El PSG empezó marcando el ritmo, bajo, del partido, reservándo­se tiempo para pensar, conservand­o el balón, además de teniéndolo, que son dos cosas distintas; y el Barça no mandaba como era su obligación y actuaba como los amantes que mis amigos contactan por la red cuando de 5 a 7 no tienen nada qué hacer. Entregado, sumiso, con la voluntad anulada el Barcelona, dejaba que el PSG penetrara en su campo sin ni siquiera intuir cómo se podía defender.

Y sólo en esta dureza, y en este inclinarse dócil con que consiguen dominarles, se entiende cómo el que fue el mejor club del mundo se arrastra ante un jeque árabe y un entrenador resultadis­ta puede intimidar a los fundadores del fútbol más brillante que jamás se había visto. También sólo así se puede comprender que a la misma hora del partido ardieran contenedor­es en el paseo de Gracia por la detención del rapero Pablo Hasel, condenado a prisión por más de sesenta mensajes entre 2014 y 2016 que jaleaban, entre otros, al exjefe militar etarra Joseba Arregi. Uno de sus mensajes decía: «Las manifestac­iones son necesarias, pero no suficiente­s, apoyemos a quienes han ido más allá». Esto es hoy Cataluña. Y por eso ustedes tienen que creerme cuando l es digo que, pese a todo, es una esperanza, ¡ y un milagro!, que las elecciones del pasado domingo las ganara Salvador Illa.

Poco a poco el Barça fue despertand­o, como si de repente se descubrier­a en su sexualidad ambivalent­e, y de un arranque de De Jong sacó un penalti minucioso pero que lo era. Jugada ‘ made i n Koeman’ como alternativ­a a la combinació­n entre Alba y Messi, con el holandés

Vllegando por la otra banda. Transformó con autoridad Messi, como diciéndole­s a los franceses que el juego amatorio había cambiado. Pero fueron, como decía hace un instante, sólo un minuto o dos, porque enseguida Mbappé, aprovechán­dose de una asistencia delicadísi­ma y al primer toque de Verratti, empató el partido de un fenomenal trallazo casi a bocajarro.

Abuso francés

El empate no significab­a que la eliminator­ia estuviera empatada, por el valor doble de los goles fuera de casa, y porque no parecía que un Barça se dejaba hacer, pudiera ni siquiera sostener el empate. El PSG le dominaba y el partido iba sobre lo que Pochetino quería. Messi no comparecía. Dembélé naufragaba en sus tareas defensivas.

Si Ter Stegen en la primera mitad tuvo momentos imprecisos, aunque de poca gravedad, empezó el segundo tiempo con una mano fundamenta­l para salvar el casi gol de Icardi. Al Barça no le duraba el bal ón; el PSG era mejor, pero no lo materializ­aba. Los j ugadores del Barça parecían lo que los franceses habían pedido para merendar. Y el

Ruina

Lo mejor para el Barça sería ni viajar a París para la vuelta y así por lo menos podría ahorrar

Sin paliativos La derrota fue contundent­e en el marcador, pero todavía peor en la actitud, en la inanidad

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