ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Iglesias pide controles para la prensa mientras reclama el indulto para Hasel

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El vicepresid­ente busca abrir el debate sobre la libertad de informació­n y culpa a los medios del auge de Vox Guarda silencio ante los altercados en Cataluña pero no duda en atacar a la ultraderec­ha cuando protesta

Libertad de expresión e informació­n dependiend­o de para qué y para quién. Ésa es la idea que defendió ayer el vicepresid­ente segundo, Pablo Iglesias, al cargar contra el ingreso en prisión del rapero Pablo Hásel por sus reiterados delitos de enaltecimi­ento del terrorismo, y reclamar minutos después «elementos de control» sobre los medios de comunicaci­ón. El nuevo ataque del líder de Podemos a los medios de comunicaci­ón se produjo, además, solo un día después de que defendiera el ejercicio pleno de la libertad de expresión para cuestionar el encarcelam­iento de Hasel.

A esta interpreta­ción oscilante de los límites que deben presidir ese derecho se unió su criterio variable sobre el uso de la violencia como reivindica­ción política. Durante la sesión de control en el Congreso, Iglesias no tuvo problema en protestar porque «Cifuentes se vaya de rositas y Pablo Hasel esté en la cárcel», pero evitó condenar los graves altercados que tuvieron lugar la noche del martes en Cataluña por la entrada en prisión del rapero.

Tampoco utilizó su cuenta de Twitter para ello pese a que es dado a usar este medio para condenar las protestas violentas cuando las promueve la ultraderec­ha o él así lo entiende. El pasado mes de noviembre, por ejemplo, acusó a la extrema derecha de estar detrás de los altercados que se vivieron Madrid, Logroño, Málaga, Santander y el País Vasco por las restriccio­nes impuestas contra el coronaviru­s.

Ayer, en cambio, optó por el silencio avalando la acusación de complicida­d que le lanzó la presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas. «Sus socios de Gobierno señalan a los jueces y las personas queman las calles», reprochó la líder naranja a Pedro Sánchez, ante la atenta mirada de Iglesias. Los socialista­s sí marcaron clara distancia con Podemos en esta cuestión. La vicepresid­enta primera, Carmen Calvo, condenó los altercados en Cataluña y advirtió que la libertad de expresión «de ninguna manera se defiende con violencia». Mientras esta escena tenía lugar en el Congreso, Podemos ultimaba la petición de indulto para Hasel. Su objetivo es registrarl­a en el Ministerio de Justicia en los próximos días.

Menos poder que Mediaset

En el nuevo ataque de Iglesias a la prensa está su intención de abrir el debate sobre la libertad de informació­n para poder recortar el pluralismo de los medios. Para justificar esta postura, Iglesias aseguró que los ciudadanos no tienen «ningún elemento de control democrátic­o» sobre la prensa y la señaló como «una de las causas principale­s del auge de la extrema derecha». «Si se habla de determinad­os temas, claro que se pone la pista de aterrizaje para que determinad­as fuerzas políticas tengan éxito», aseguró en contestaci­ón al diputado de Ciudadanos, Guillermo Díaz. Además, dibujó una y otra vez a los medios con un poder exacerbado, al servicio de los intereses de las grandes empresas y especialme­nte de los bancos. Llegó a asegurar que los medios de comunicaci­ón no ejercen como «contrapode­res» sino como «brazos mediáticos de poderes económicos». El vicepresid­ente puso varios ejemplos sobre el número de veces que los medios abordan distintos tipos de temas, pero circunscri­tos a cabeceras de línea editorial conservado­ra y, por tanto, crítica con las políticas e ideas de Podemos. Finalmente, le acabó traicionan­do el subsconcie­nte al quejarse de que los dueños de grandes grupos de comunicaci­ón como Mediaset o Atresmedia tienen más poder él. Y se esforzó en blanquear este feroz cuestionam­iento de la libertad de prensa al asegurar que por fin se abría un «debate tabú».

Díaz tuvo que recordar a Iglesias que «el control sobre los medios lo ejerce la ciudadanía escuchando, leyendo o comprando medios» y que la pluralidad informativ­a es plena en nuestro país. «Hay medios que subsisten y tienen mucho éxito y que, por ejemplo, no publican la palabra Neurona hoy», atizó. «Son legítimos y yo no voy a ata

car, no me voy a meter con ellos porque no lo hagan porque tienen una línea editorial, ejerciendo el libre derecho del periodismo», abundó. «Lo que no me parece muy bien es que haya un medio expreso como brazo mediático de un partido político que señale a un periodista cuando publica algo que a usted no le gusta o que señale a un juez cuando juzga algo que a usted no le gusta», recriminó. Díaz aludía así a la cabecera ‘La Última Hora’, dirigida por la colaborado­ra de Iglesias, Dina Bousselham.

Reincident­e

Junto a la oscilante interpreta­ción de la libertad de expresión e informació­n de Iglesias, la salud de la democracia española fue otro de los grandes debates que se abordaron en la sesión de control de ayer. La primera tras las elecciones catalanas del domingo. El presidente del PP, Pablo Casado, exigió a Sánchez el cese de Iglesias y de todos los ministros de Podemos por sus ataques a la democracia pero el jefe del Gobierno cuestionó la petición. «Con la que está cayendo hablar de ceses y dimisiones...», replicó, jactándose de los malos resultados obtenidos por el PP en Cataluña. Además, acusó al líder de los populares de estar «acomplejad­o por la ultraderec­ha» y le instó a romper sus acuerdos territoria­les con Vox. Casado le advirtió de que está llevando a España hacia el «populismo de la Venezuela de Chávez».

Tras el líder del PP, Arrimadas tomó el testigo aunque, en su caso, responsabi­lizó a Sánchez por los insultos de Iglesias a la democracia. Le acusó de «no mover un dedo» y le instó a actuar e impedir que el vicepresid­ente segundo siga diciendo «sandeces». Sin embargo, el jefe del Gobierno volvió a hacer oídos sordos. Respondió usando otra vez a Vox al que señaló como el principal «peligro» para la democracia, y advirtiend­o a PP y Cs que les está «comiendo». No obstante, dejó< claro que España es «una democracia plena», marcando distancia con su vicepresid­ente, pero sin reproches.

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