ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
El Atlético se encasquilla en Valencia
No pasa del empate ante el Levante, pero amplía a seis puntos su ventaja con el Madrid
Frenético en su mantra del partido a partido, el vigor del Atlético encalló en el Ciudad de Valencia. Empate con el Levante en una noche de ocasiones desaprovechadas y Oblak salvador en el último instante. El Atlético se deja dos puntos en la carrera hacia el título y conserva, con un partido menos, seis de ventaja ante el Madrid.
Cuando Luis Suárez merodea el área, surge inevitable la cita prodigio de ingenio que César Menotti le dedicó a Michael Robinson cuando éste compareció de nuevas con Osasuna. «No parece muy rápido, pero es capaz de rematar un cochinillo caído del cielo». Menotti era la esencia del argentino elocuente. «Aquí estoy, tratando de organizar la tristeza», le contestó a Azkargorta durante la pandemia. Suárez es como Robinson, un animal del área que tiene localizada siempre la portería. El uruguayo se explaya en su hábitat con ese GPS integrado en el cerebro. Aplicó dos remates de la nada, que descendían llovidos del cielo sin posibilidad de ser aclarados y que sobresaltaron al portero del Levante.
Esa dependencia de Luis Suárez ha acercado al área enemiga a los jugadores del Atlético. Lo que antes era una trinchera global próxima a Oblak es ahora una ensalada de avispas revoloteando en el flanco rival. Juega tan cerca del gol el Atlético que su éxito crece en probabilidades.
Del otro lado asume riesgos, como el que le costó el primer gol del partido en el remozado y coqueto Ciudad de Valencia. Giménez salió fuera de su demarcación a cortar por anticipación en el círculo central y se comió el lance. Arrancó un velocista criado en la cantera del Madrid, De Frutos, y Bardhi terminó la tarea del contragolpe con criterio y propiedad. Control y disparo en carrera. Oblak, el hacedor de milagros, tampoco resolvió esta vez.
La fe visitante
Lejos de achicarse o especular, la tropa de Simeone creyó con más firmeza en su objetivo. Por encima de tácticas, de tres centrales que se desdoblan en cinco defensas, de los volantes abiertos para entrar por la banda o de otras cuitas tácticas, lo que sobre en el Atlético es fe. Convicción en el modelo, en el espíritu que impregna el entrenador, en el goleador que ha venido de tan lejos y en la dinámica de un grupo que parece más sólido que nunca.
Redobló la presión la gente del Cholo, se fue a morder hierba hasta el banderín de córner y amilanó al Levante hasta convertirlo en un espectador que solo tenía esperanzas en el contragolpe. De nuevo se obligó el Atlético a levantar una remontada, una costumbre ya en los últimos partidos, como si necesitase la referencia del gol enemigo para articular todo su fútbol. Hubo ocasiones de Suárez, rematando frigoríficos. De Saúl en busca de su antiguo látigo de media distancia. Y de Correa, tan impreciso siempre para todo. El gol llegó, inevitable, en la bota de Marcos Llorente, tocado por una varita. El derechazo presuntamente colocado del exmadridista rebotó en la cabeza de un defensa, descolocó al portero y se fue para dentro. Otra vez Llorente al rescate.
El impulso del gol se mantuvo en el
Atlético en los primeros minutos del segundo tiempo. Suárez se fabricó una ocasión más gracias al nuevo estilo combinativo de su equipo y el rechace de Aitor se la dejó suelta y libre, un caramelo para que Correa la empujase. El argentino cumple una estadística: acierta una y falla siete. La de este miércoles fue clamorosa. A lo Cardeñosa, la portería vacía y el tiro a la grada.
Como si se hubieran desplomado sus compañeros por un fallo tan tremendo, el Atlético aflojó, se atascó y se encomendó a Llorente, retrasado a lateral derecho, pero con pulmones para subir y bajar sin perder energía en el trayecto. Como un ascensor. Casi todo lo hizo Llorente por su cuenta en la banda. Fijar al marcador, girar profundo hacia la derecha o recortar hacia la izquierda y generar siempre peligro.
Salió Joao Félix y el Atlético reclamó su ingenio, que apareció en cuentagotas. Dos pases excelsos a Saúl y Suárez para enfilar el gol y poco más. Siempre se le pide continuidad en la acción, algo que parece le cuesta al joven portugués. Suárez chutó al pecho del portero y Saúl marcó con finura, pero estaba en fuera de juego.
El Levante aún reaccionó desde su estrategia caparazón. Sacó una ocasión magnífica en el tiempo extra, zurdazo de Rochina que exigió al mejor Oblak en semanas. Paradón abajo, plenitud de reflejos y la mano salvadora que no alteró un marcador insuficiente para su equipo.