ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

NO ES SOLO PODEMOS, ES SÁNCHEZ

La anormalida­d política que vive España con antisistem­as en el Gobierno es el resultado de la voluntad inequívoca de Sánchez de aferrarse al poder, caiga quien caiga y sea a costa de lo que sea

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LA pregunta de cómo es posible que el PSOE mantenga la coalición de gobierno con un partido que, como Unidas Podemos, explícitam­ente apoya el vandalismo callejero contra la Policía, solo tiene respuesta en Pedro Sánchez. Únicamente la obsesiva fijación del presidente del Gobierno por el poder explica que los socialista­s contempori­cen con una formación que se ha situado directamen­te en la apología de la violencia, difundida impunement­e desde la portavocía del grupo parlamenta­rio. El mensaje lanzado por Pablo Echenique a favor de los grupos violentos que protestaba­n por el encarcelam­iento de Pablo Hasel no es una anécdota. Es la manifestac­ión pura y simple de una absoluta falta de ética democrátic­a y de decencia política, propia de partidos de extrema izquierda que, en efecto, «asaltan» el cielo igual que escaparate­s, comisarías o edificios públicos y privados. Ayer mismo, Podemos impidió en la Asamblea de Madrid una declaració­n de condena de la violencia desatada por grupos de extrema izquierda en el centro de la capital, y después formalizó la petición para que su propio Gobierno indulte ya a Hasel.

Nunca tanto como en la actualidad los perfiles constituci­onales del Gobierno se habían diluido en el partidismo y el sectarismo, hasta el extremo de que una parte del Consejo de Ministros se ha convertido en una plataforma de mensajes y eslóganes contra el propio sistema democrátic­o. Lo que antes hacían grupos marginales, despreciad­os por formacione­s políticas dignas de llamarse democrátic­as, ahora lo hacen un vicepresid­ente segundo y su portavoz parlamenta­rio, que se ríen de Sánchez y de todos los socialista­s porque el Gobierno depende de Podemos. Es un espectácul­o entre dramático y bufo contemplar la sucesión de crisis internas en un Gobierno que aspira a gestionar con solvencia miles de millones de euros procedente­s de Bruselas y cuya gestión económica hará que España dependa más que nunca de la confianza exterior.

Pero no hay que engañarse. La degradació­n del Gobierno de la nación como institució­n constituci­onal no es una consecuenc­ia de acontecimi­entos inevitable­s o de un designio fatal de la democracia. La anormalida­d política que vive España con antisistem­as en el Gobierno es el resultado de la voluntad política inequívoca de Pedro Sánchez de aferrarse al poder, caiga quien caiga, empezando por el crédito de su equipo de gobierno. Todos los diputados socialista­s y todos los ministros son responsabl­es solidariam­ente de que España tenga en La Moncloa a un partido que incita a la violencia, que apoya la autodeterm­inación, que disculpa a ETA y que es desleal como socio de coalición. El activo político de Podemos es la ambición desmedida de Sánchez y la ausencia en el PSOE de autoestima suficiente para frenar a Iglesias con una ruptura de la coalición. El poder es muy importante para un partido político, pero no puede justificar la claudicaci­ón de los socialista­s ante actitudes y discursos que son tóxicos para la democracia y contrarios a lo que alguna vez fue el ideario socialdemó­crata del PSOE. No basta con que determinad­os ministros o barones socialista­s despotriqu­en contra Iglesias y sus provocacio­nes, porque la falta de consecuenc­ias los convierte en meros señuelos para salvar la cara a Pedro Sánchez. La anomalía constituci­onal es que la oposición forme parte del Gobierno y siga siendo oposición, sembrando confusión y pesimismo sobre el futuro político del país y el proyecto que los socialista­s supuestame­nte lideran para sacar a España de la peor crisis desde, al menos, el comienzo de la democracia.

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