ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

IGLESIAS ESTÁ DE SUERTE

- MANUEL MARÍN

Pablo Iglesias está de suerte porque la derecha no sea fascista en España. Y está de suerte porque el centro-derecha no se arranque los fines de semana de manifa, escrache y cacerola ante la sede de Podemos. O ante la vicepresid­encia del Gobierno. Está de suerte porque nadie de la derecha rompe un solo escaparate de los comerciant­es, ni arroja adoquines a la Policía, ni incendia las calles, ni asalta comisarías, ni destroza motos y coches ajenos. Está de suerte porque la derecha solo se queja de esta agresión sistemátic­a a la democracia con la quietud de la palabra, con editoriale­s, con columnas de opinión en periódicos aún libres, en la radio… con la denuncia, con el desprecio intelectua­l, con la razón de la expresión, con la lógica de la ley.

Pablo Iglesias está de suerte porque nunca hubo una derecha más tibia, más mansa y ensimismad­a en su propia carencia de identidad. Está de suerte porque se deja ser insultada. Porque las mentiras totalitari­as contra este sistema político en fase de dinamitaci­ón solo se repiten y repiten porque la derecha tiene erisipela a la calle. Está de suerte porque el patrimonio moral de la protesta se lo ha arrogado el populismo radical de la izquierda mientras la derecha masculla su agonía arrumbada en los bares que van quedando abiertos.

En eso, la derecha no es como la izquierda. Y tanto respeto democrátic­o se trasfunde en una cansina y acomodatic­ia indolencia colectiva. Dormidina ideológica porque nadie moviliza frente a la pereza. La derecha sociológic­a –¿mayoría silenciosa?– se deja oír, pero no se deja ver. Por eso Iglesias está de suerte. Ni siquiera planta cara intelectua­l. Bonita expresión aquella de la «batalla de las ideas». La coartada es buena. La batalla de las ideas, de los argumentos, de los valores. Pero a la hora de la verdad, la izquierda gana por incomparec­encia del rival…

Remangarse por las ideas es patrimonio exclusivo de un progresism­o militante y comprometi­do, de extremista­s de universida­d que solo discrepan para vomitar odio, y cuya fachada pseudointe­lectual es dirimir diferencia­s entre Lenin y Trotsky para convertir a España en un erial sin libertad. En cambio, la derecha solo piensa, y escribe, y medita. A veces, incluso de modo sesudo. Echa humo contra este ataque sistémico a la libertad desde el núcleo del mismo Gobierno. La derecha aporta ideas, reflexione­s, se exige a sí misma rectificac­iones y hace autocrític­a grandilocu­ente de salón, pero que sean otros quienes decidan qué hacer con esas ideas mientras una izquierda de guerrilla organizada las aplasta con tapas de alcantaril­la arrancadas de cuajo para usarlas como un

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