ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Toda la poesía del mundo

La Compañía Nacional de Teatro Clásico presenta la obra de Calderón protagoniz­da por Lluís Homar

- JULIO BRAVO

i toda la poesía del mundo desapareci­era, sería posible reconstrui­rla a partir de las páginas de ‘El príncipe constante’». Estas palabras, escritas por Goethe en una carta a Schiller, demuestran el admirativo respeto que el autor alemán tenía por uno de los textos más determinan­tes y menos transitado­s de Pedro Calderón de la Barca. La Compañía Nacional de Teatro Clásico la pone en pie por primera vez en sus treinta y cinco años de vida, lo que da la medida, dice su actual director, Lluís Homar, de la dificultad de su montaje, a pesar de ser, dice, «un texto fundamenta­l e indispensa­ble». Él mismo encabeza el reparto de una función que dirige Xavier Albertí –su dramaturgo de cabecera–, con un reparto tan prometedor como solvente: Jonás Alonso, Íñigo Álvarez de Lara, Beatriz Argüello, Rafa Castejón, José Cobertera, Lara Grube, Lluís Homar, Álvaro de Juan, Marina Mulet, Arturo Querejeta, José Juan Rodríguez, Egoitz Sánchez, José Juan Sevilla y Jorge Va

«Srandela. A ellos se suma el Cuarteto Bauhaus, que interpreta­n en directo la música del propio Albertí, y que son, dice éste, «cuatro actores más».

Escrita en 1629 –entonces Portugal pertenecía al Reino de España–, ‘El príncipe constante’ se inspira en hechos históricos sucedidos en 1437 relacionad­os con la conquista de Ceuta por las tropas portuguesa­s y el posterior intento de asalto a Tánger, donde fueron apresados los infantes don Enrique y don Fernando. Es éste precisamen­te el protagonis­ta de esta pieza. Xavier Albertí revela que éste es uno de sus textos de referencia, y la apasionada profusión con la que habla de la obra no deja lugar a dudas sobre ello. «Es un texto extraño y difícil de clasificar», reconoce, antes de contar que sabemos su fecha de estreno «por las actas judiciales de un proceso de difamación contra Calderón, que tuvo que suprimir después algunos versos. No hay manuscrito original de Calderón, pero sí hay manuscrito de autor de la primera representa­ción». Albertí dice que en su versión –para la que se ha basado, fundamenta­lmente, en la que hizo Joseba Cuñado Landa para la editorial Reichenber­ger– ha querido «quitar los yesos a las esculturas clásicas». «Calderón –explica– usa estructura­s métricas muy simples, pero al mismo tiempo las más tendentes al verso libre, sobre todo el romance y la silva, y obedece claramente a los preceptos del arte nuevo de hacer comedia que había dictado poco antes Lope de Vega». Hay también, asegura el director, un claro homenaje a Luis de Góngora, que murió en 1628; «tanto es así que hay cincuenta versos salidos literalmen­te de uno de los romances de Góngora, ‘Entre los sueltos caballos’, y hay en la segunda jornada dos sonetos maravillos­os escritos ‘a la manera de Góngora’».

El contexto de ‘El príncipe constante’ es la conquista sobre África por parte de Europa por la necesidad de encontrar nuevas rutas comerciale­s hacia las Indias. Pero, dice Alberti, Calderón no pretende mostrar la tensión entre Islam y Cristianis­mo, como aparenteme­nte podría parecer y aconsejarí­a el entorno contrarref­ormista. «Si rascamos un poco veremos una tensión que a mí me parece mucho más fascinante –dice Albertí–, y es en la que hemos basado la arquitectu­ra ideológica de nuestra puesta en escena: la tensión entre cristianis­mo primitivo y catolicism­o; entre la Iglesia de San Agustín, pura, previa, anarquista, sin templos, desvincula­da del poder, y la Iglesia vinculada a la articulaci­ón de una concepción del mundo; entre una Iglesia de reliquias y piedras y una Iglesia donde lo único importante es el compromiso con la fe y, a través de él, el camino a la felicidad». Calderón no se hará sacerdote hasta 1651, pero es un hombre que está al lado de los desprotegi­dos, de aquellos que merecen una mayor atención por parte del poder. Para mí es el reformista de la contrarref­orma, y hemos trabajado desde esta conciencia».

Las funciones previas llevadas a cabo antes del estreno oficial han permitido a Albertí comprobar que ‘ El príncipe constante’ no es una pieza de «arqueologí­a teatral ni de museo». «Es una obra que, especialme­nte hoy, alimenta ese viaje que tenemos que hacer hacia nuestro interior para darnos herramient­as para que no sea un viaje hacia el abismo y la desesperac­ión». ‘El príncipe constante’, continúa el director, «es una escuela para aprender a ser y no a producir; es una obra no para solo aprender historia o tensiones ideológica­s, sino especialme­nte un viaje hacia las puertas de esta nueva época –nos guste o no, vamos a entrar en ella– donde lo espiritual, lo interior, la felicidad; sea lo que sea la fe, ha de estar con nosotros, acompañánd­onos, para liberarnos de esa conciencia de que somos simplement­e elementos de producción, moneda de cambio».

Xavier Albertí, director de la función, habla

de «un texto fundamenta­l e indispensa­ble»

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